Eran siete hermanos y vivían en el campo, al sur de Córdoba. La tarea de los mayores era ayudar al padre -italiano y veterano de la Primera Guerra Mundial- a trabajar la tierra. La de ella, que estaba entre los menores, era montarse a un caballo y vigilar, durante todo el día, que no se escaparan los animales. Dominga tenía 7 u 8 años cuando apareció una oportunidad efímera: ir en sulky hasta el pueblo, donde había una maestra.
"Así hice primer grado y primero superior. Después, nada más, querida. No estábamos en condiciones de seguir estudiando", cuenta "Minga" Ghersi. Todos en Brinkmann, el pueblo de 10.000 habitantes en el que ahora vive, sacan pecho cuando la ven caminar a paso lento, con su bastón y su mochila en la espalda. Es que "Minga" tiene 86 años y acaba de empezar la primaria de cero.
Fue hace casi 80 años, cuando la educación no era considerada esencial para el desarrollo de un niño. Con esa maestra de pueblo, "Minga" y algunos de sus hermanos aprendieron lo básico: leer, escribir, hacer cuentas simples.
Se casaron en 1955 y tuvieron tres hijos. Tal vez de él, que murió demasiado joven, haya tomado el ejemplo: "Él era un gran lector aunque tampoco había hecho la primaria. La hizo de grande, cuando ya estábamos casados y teníamos a los chicos. Salió mejor alumno y al año siguiente lo eligieron intendente del pueblo", cuenta ella.
"Yo siempre había sentido que me faltaba algo. Este año dije 'basta'. ¿Por qué no voy a poder hacerlo?", cuenta. Recién había vuelto a caminar con bastón cuando le dio la noticia a su hija. Malvina fue quien la ayudó a armar su primera mochila: un cuaderno de tareas, una carpeta, una cartuchera. "Lo mismo que llevan los chiquitos que van a primaria".
Arrancó haciendo algo que jamás había hecho: palabras cruzadas. Le hicieron pintar escudos y ya le enseñaron "cosas de matemáticas que no sabía, por ejemplo las decenas y las centenas", cuenta ella.
"¿Para qué?", le han preguntado. "¿Para qué ponerse a estudiar a esta altura de la vida?", ¿y si no llega a terminarla? "No importa si termino o no, tampoco si voy a poder hacer al secundario después. Me importa cada día de mi vida hoy. Yo voy feliz a estudiar, siempre es bueno aprender algo nuevo, estar con mis compañeros". "Minga" es la mayor entre los alumnos, por eso la aplaudieron el primer día de clases, apenas la vieron llegar.
Fue Agustín, uno de sus nietos, quien contó la historia en sus redes sociales y volvió a su abuela una celebridad (el post ya tiene 74.000 likes). Malvina quedó impactada con la repercusión que tuvo la historia de su mamá, leyó miles de comentarios de admiración y sólo uno que decía: "Con qué necesidad, si se va a morir…"
"Yo he visto mucha gente mayor sentarse en una silla con el televisor apagado a esperar que la muerte llegue– cierra Malvina, que tiene 60 años-. Yo creo que no importa lo que pase en el futuro sino lo que está viviendo ahora, porque está entusiasmada y tiene una meta, algo que mucha gente joven no tiene. Creo que esa es la fórmula y que mi mamá nos está dando una lección a todos".
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