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Cuando volvamos a abrir la puerta

Orlando Yans Por Orlando Yans | 27 de Marzo de 2020

La última camada de políticos que desembarcó con el gobierno anterior terminó dejando gusto a poco. La inexperiencia y la pobreza conceptual, más los mensajes lanzados por los Gurús desde la capital hacia el interior, y comprados como verdades absolutas por pequeños asesores, convirtieron al espíritu de algunos dirigentes en fotos vacías. Por lo menos a mí me da algo de resquemor y desconfianza observarlos en las redes, todos bajo similar consigna, exponiendo sus duras facciones a cámara, repitiéndose en falsas charlas con vecinos amigables, señalando una improbable obra u observando con ojo atento un plano del cual no tienen ni idea de qué se trata.

Así, la política sin criterio político se repite a sí misma. Convierte cada palabra en réplica de los que otros dijeron antes. A es A porque alguien lo dijo primero, no porque A haya sido producto de una reflexión propia. Arriesgo: no analizan porque no saben cómo ni tienen método. Ganan elecciones y después ven. Así, los cargos ante determinada emergencia les quedan grandes. Y sin formación política de ningún tipo, ante un problema de dimensiones, real, palpable, hacen agua y lo agravan. Y si en momentos normales dañan, en contextos de emergencia el daño es mayor aún.

La política no es una empresa, pero desde hace un tiempo se busca que se maneje como tal. La idea del gerenciamiento surgió ante el fracaso de los ejecutores de las políticas públicas anteriores, aunque trajo consigo un fanatismo amable y domesticado, contrario al fanatismo salvaje, gritón y militante. La profesionalización, de esa manera, dio paso a una nueva supuesta “elite” contraria a la política tradicional. Esa nueva “elite” renunció al diálogo y anunciaron que todo acuerdo entre políticos se trataba de un contubernio. Así, estos afectuosos intransigentes que pronuncian las “s” y se bañan a diario, se reafirmaron en su nuevo rol: no hace falta hablar con nadie, aseguraron, porque nosotros, los fanáticos, de un lado y otro, conocemos de sobra las necesidades de la gente, porque la gente somos nosotros. La falta de diálogo, por supuesto, colocó a uno frente a otro, a distancia suficiente para no ser escuchado ni escuchar, generando un empedernido enfrentamiento para cavar una inmensa grieta.

Por esa grieta circulan los inútiles que no hablan porque no saben qué decir.

El país está objetivamente peor que ayer. La provincia está peor. Las ciudades del interior están peor. La economía está peor. Lo mismo sucede con la educación o la salud pública. Donde se aprieta sale pus y ya no hay dinero que tape tanta mugre. Para colmo, la profesionalización como reemplazo de la política tradicional no ha funcionado. Terminó, de hecho, agravado el asunto. La solución que los partidarios de la nulidad conceptual encuentran es arrojar culpas, como si el deslinde de responsabilidades amortizara lo mal, lo peor, lo horrible que la está pasando la gente que nada tiene en este momento.

Las últimas elecciones deberían darnos una lección. La ex presidente, responsable de la derrota del año 2015, eligió gobernar de la puerta de los hogares hacia adentro: fútbol gratis, asado a bajo precio, bajísimas tarifas… y olvidó el exterior. No hizo obras para mejorar la calidad de vida, además de errar en la selección de candidatos a la gobernación y vice de la populosa provincia de Buenos Aires. Macri, ganador de esa contienda, gobernó haciendo lo contrario. Les dio agua corriente a cientos de miles, cloacas, asfalto y autopistas, pero se olvidó de lo que sucedía puertas adentro. Elevó las tarifas a un precio suicida, la carne aumentó tanto que se convirtió en alimento para pudientes; y además no supo resolver el dilema de la inflación, que hacía (y hace) estragos en el salario. De esa manera fracasó en su intento de reelección. La política, bien se sabe, es multidireccional. La unidireccionalidad abraza a la derrota. Se gobierna de la puerta hacia fuera y de la puerta hacia dentro porque el ciudadano recorre a diario el circuito interior y el exterior. No hace mucho escuché a un mandatario repetir como mantra que las elecciones se ganan haciendo cordón/cuneta. Su mentalidad trabaja en una dirección, de la puerta hacia la calle. Puertas adentro el sujeto está solo y a nadie le importa. Hasta las próximas elecciones.

No nos iba bien antes de la pandemia. La inflación en alza, la inseguridad, la deuda… Nos encaminábamos hacia algo peor. La política, extrañamente y contra su propio interés, se encargó de complicarlo todo y convirtió a Argentina en un país sin orden ni ley. Empresarios chupasangres del Estado, sindicalistas adinerados, políticos ponzoñosos y mal intencionados, organizaciones sociales de opíparas cajas, periodistas de extremas y enfermas convicciones, medios de difusión extorsionadores y tantos otros, con nuestra cuota parte, fuimos responsables de este presente antes del coronavirus.

Por supuesto son opiniones subjetivas sobre determinados personajes públicos. Pero la opinión general sospecha que algo de eso hay, sino no se explica por qué estamos como estamos. La pregunta es: ¿qué vamos a hacer con esos datos el día después de la pandemia? ¿Cómo reaccionará la población cuando vuelva a abrir la puerta de calle y se enfrente con la tierra arrasada que dejará esta tragedia? Aquellos que hoy, en medio de una cuarentena tan cruel como necesaria, escuchamos programas de radios y noticieros de la tele ya no nos enfrentamos, por fortuna, con las tonterías de tantos opinadores y panelistas que llenaban las pantallas televisivas. La tragedia modificó el curso de los medios y con rapidez encontraron una nueva oferta que ofrecer. Ahora los que hablan de más y dicen cosas incomprobables o bobas son los periodistas, que deben llenar horas con un solo tema. Salvo por las caras, TN y C5N se funden bajo un mismo mensaje.

Por suerte ya no están los ex Gran Hermano en la pantalla, ni los chimenteros, ni las incomprensibles definiciones de bellas modelos, ni los antivacunas, ni los terraplanistas o los propagadores del lenguaje de género… Ahora, que la vida está en juego, la ciudadanía elige el saber. Necesita comprender al enemigo. Busca respuestas sobre qué hacer y a qué nos enfrentamos. Luciana Salazar o Tinelli no sirven para eso.

El gobierno nacional está haciendo lo necesario y trabajando para superar la crisis con el menor número de casos. Parecen estar, oficialismo y oposición, a la altura de los acontecimientos. Quitando algún/alguna imbécil, se han desperfilado las diferencias que ayer nos separaban. Eso es una buena noticia.

Parece un buen comienzo para dar fin a una Argentina horriblemente desigual e injusta fabricada con esmero por todos los gobiernos que se fueron.

Más tarde o más temprano se impondrá la ciencia y la medicina y acabará esta pesadilla. Un día volveremos a abrir la puerta de casa. Proliferarán abrazos, besos, reencuentros. Viajaremos otra vez. Haremos colas en los bancos y en cajas de supermercados y la vida en algún momento se acomodará en el país quebrado que nos queda.

¿Todo regresará al punto en que lo dejamos antes del COVID-19 o habremos aprendido algo de esta lección?

Escritor, diputado mandato cumplido 2009-2011/2011-2015 cofundador del PRO Pergamino.

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