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El incremento de las fiestas privadas: un riesgo para los jóvenes y una constante preocupación de los mayores

Se desarrollan en casas quintas o de particulares y son organizadas con fines lucrativos, a las que asisten una gran cantidad de jóvenes, incluidos menores, y en muchos casos no cuentan con medidas de seguridad. Un fenómeno que no para de crecer y queda sumergido en un “pozo legal”, donde los distintos niveles del Estado tienen dificultades para acceder.

El fenómeno se incrementa todos los años con la llegada de la primavera, cuando comienza la “temporada alta” de las fiestas privadas en predios, quintas o complejos recreativos y tiene el pico máximo a fin de año. Sin embargo, pareciera ser un fenómeno cada vez más instalado en nuestra ciudad. Cada fin de semana, aparecen las “fiestas privadas”, a las que los padres de muchos jóvenes comenzaron a prestarle mayor atención en función de la falta de controles en muchos de esos casos.

Más de 40 “fiestas privadas” se organizaron en nuestra ciudad desde mediados de diciembre a la fecha. Un par los viernes y otro tanto los sábados, pero también algún lunes es jornada propicia para nuevas convocatorias, aunque en estos casos suele hacerse en la modalidad "Pool Party". El sector de Luar Kayad y el de la Ciudad Deportiva de Sirio Libanés y la zona de Viajantes, son los sitios preferidos para este tipo de fiestas, copiadas de Ibiza y Las Vegas. También se organizan en viviendas particulares con pileta o se ofrecen en eventos privados, reemplazando al boliche o el “after office” tradicional.

Si bien muchos de estos eventos comenzaron sin fines de lucro y con la sola intención de amigos/as reuniéndose para pasarla bien, el negocio no tardó en aparecer. El costo de las entradas es de entre 100, 150 y 200 pesos y la recaudación -dicen- es para cubrir gastos de vasos, hielo y DJ, aunque la realidad refleja que se genera un importante margen de ganancia para los organizadores cuando la asistencia es masiva, como sucede habitualmente.

La mayor preocupación de algunos mayores radica en que la mayoría de las “fiestas privadas” no cuentan con medidas de seguridad: no hay quién controle el ingreso o la ingesta de alcohol por menores y no tienen contratado un servicio de emergencias por señalar solo dos medidas básicas, por eso los mayores detractores hablan de "la clandestinización permitida", un fenómeno ni aislado ni exclusivo de nuestra ciudad.

A los peligros propios de la falta de garantías en un espacio privado, donde una o un adolescente de 14 o 15 años se relaciona con personas de más de 35 años, se le suma la ausencia del Estado, no sólo con controles serios y eficientes sino también un cuadro normativo coherente y que al mismo tiempo se intensifiquen campañas oficiales, encaminadas a poner en claro los riesgos potenciales a quienes que colman los lugares donde se organizan este tipo de convocatorias.

Si existen responsables por acción u omisión, nada de lo que allí ocurra podrá ser catalogado como un accidente el día de mañana.

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