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El recorrido de una pergaminense en busca de su sueño: Ser marinera

Luego de años de cumplir con el “deber ser” y aceptar los mandatos preestablecidos, una joven de nuestra ciudad que sentía que algo faltaba en su vida, emprendió distintas aventuras que la llevaron a encontrar su lugar en el mundo

Guadalupe Canale Reichler es una mujer pergaminense que, a sus 30 años, vive en Suecia y cumplió su sueño de trabajar a bordo de un barco.

Desde pequeña, entre libros, ya estaba fascinada por las historias marítimas, pero creció bajo la idea de que por ser mujer y por vivir en tierras de campo, jamás podría tener su lugar en una tripulación.

Entre una familia de clase media de nuestra ciudad, trabajadora y estudiosa, Guadalupe creció, al igual que su fantasía de lanzarse a vivir en el mar.

Cuando le contó a su abuela que iba a averiguar los requisitos para inscribirse en la Marina Mercante, su abuelo, salió al cruce y se opuso, asegurándole que estaba loca, que allí quedaría embarazada de cualquiera y que la gente se reiría de ella.

Cumpliendo con las expectativas familiares, se mudó a sus 18 años a Buenos Aires para estudiar, aunque nunca se sintió a gusto con la ciudad ni con la carrera. Pero renunciar no era una opción. Así que decidió tomarse un año sabático para conocer el viejo continente.

“Somos tres hermanos, uno con síndrome de Down. En casa no sobraba el dinero, pero contaba con la ventaja de tener pasaporte alemán por parte de mi madre”, le dijo Guadalupe a La Nación.

Dispuesta a cruzar el charco, la joven se inscribió para trabajar de Au Pair en Alemania y consiguió un puesto. “No era lo mío, duré poco y renuncié; pero tuve la oportunidad de estudiar el idioma, y con lo ahorrado, viajar por Europa”, manifestó.

A sus 21 años, quedó fascinada con Suecia: “una sociedad menos dramática y estructurada que la alemana”.

Cuando volvió a Argentina, decidió encontrar un rumbo “serio” para su vida. Se recibió con diploma de honor y estudió sueco y noruego.

Sin embargo, no se sentía conforme con su vida, por lo que decidió viajar a la Patagonia, un lugar que siempre había adorado. “Vivir allí fue una experiencia increíble y, aun así, no sabía qué hacer de mi vida; una vida que me pesaba”, indicó.

Una mañana, en Tierra del Fuego, se abrigó y salió al puerto de Ushuaia para ver si alguien la aceptaba como viajera, dispuesta a ayudar en algún barco, sin importar a dónde fuera.

Luego de varias negativas, “me estaba dando por vencida, cuando encontré un francés que estaba por partir a Tailandia, vía la Polinesia, y que en ese momento estaba solo y no se animaba zarpar, porque las cartas no son buenas en la zona y no es aconsejable emprender viaje sin compañía”.

Juntos navegaron durante semanas hasta puerto Montt, en Chile, pero Guadalupe Canale Reichler decidió no seguir la aventura y volver a su hogar: Pergamino.

Como siempre había pintado, tomo el rumbo artístico y comenzó a vender pinturas por encargo, con mucho éxito.

“La gente veía que todo lo que encaraba salía muy bien, me había recibido con honores, y nadie comprendía por qué no era feliz”, recordó.

Un día de invierno, salió a caminar por el terraplén con su padre y entre charla e intercambio de ideas, se dio cuenta que quería ser Antropóloga.

Con la ayuda de sus maestras de sueco y luego de mucha investigación, la pergaminense accedió a una beca para estudiar Antropología durante tres años en Suecia, en la Folkhögskola, donde recibiría algunas coronas mensuales y alojamiento universitario.

Cuando se mudó, gracias a que dominaba el español, el inglés, el alemán y el sueco, consiguió un trabajo en turismo, en safaris de ballenas en mares picados y fue ahí cuando se reencontró con su sueño abandonado.

Un tiempo después, “me lancé a buscar trabajos en barcos y encontré puestos de grumete (aprendiz de marinero). Resulta que nadie quería ese trabajo porque cruzaba el Báltico y era muy movidito. Lo pasé genial y me trataron como a un igual. Éramos una tripulación de cuatro: capitán, primer oficial, marinero y grumete”, detalló la joven aventurera.  

Cuatro años después, Guadalupe ascendió de cargo, se perfeccionó y hoy es marinera de segunda línea en el archipiélago de Estocolmo. También es miembro de una asociación que mantiene y tripula un barco vikingo que recorre paisajes inolvidables.

A su vez, le reconocieron materias de su carrera en la Universidad de Buenos Aires, por lo que se recibió de antropóloga y está realizando un máster.

Finalmente, la mujer pergaminense logró lo que anhelaba desde tan pequeña, yendo en contra de mandatos preestablecidos, por lo que dejó Guadalupe Canale Reichler en claro que “hoy estoy tan orgullosa de mí. Me siento en paz. Lo logré gracias a Suecia, aunque no veo la hora de volver a la Argentina y llevarme esta paz para compartirla con mi familia, los paisajes y la luz especial de mi tierra pampeana”.

 

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