Darío Polola, un ciclista pergaminense que pedalea incesante desde hace 30 años, atravesó la dura experiencia de contraer COVID-19 y no poder acceder a una cama de internación en ningún centro de salud de la ciudad.
Con 59 años, se contagió el 9 de abril en una reunión de viejos amigos, a la que acudió uno que confesó tener síntomas finalizada la jornada. Él y todos los presentes se enfermaron con gravedad y contagiaron a sus allegados, ya sea a sus esposas, padres o hijos.
Cinco días después, Darío no pudo continuar con sus tareas laborales, dado que se sentía muy descompuesto y con permanentes escalofríos. “Tenía un estado en el que no entendía mucho qué me pasaba”, dijo a PRIMERA PLANA.
Al día siguiente acudió a un centro privado a hacerse un hisopado y 5 minutos después el resultado anunció positivo. “Fue ahí cuando empecé a tener problemas respiratorios y sentir que necesitaba una internación. Estaba cada vez peor y me empezó a bajar la saturación de oxígeno”, explicó. Y agregó que ante semejante malestar, su esposa, Mabel, llamó al Sistema de Atención Médica de Emergencias (SAME) para que acudiera a asistirlo.
“Tardó muchísimo en venir, muchísimo. Me llevaron al Hospital, me hicieron un control, pero dijeron que no había cama para hombres”, afirmó.
La situación fue angustiante para Darío Polola y su familia. La necesidad de asistencia era urgente.
Dos médicos amigos afortunadamente fueron los responsables de atenderlo, Marcos Comín y Matías Vidoni, quienes decidieron preparar una internación domiciliaria, dada la falta de lugar en el Hospital.
“Me pusieron oxígeno acá en casa, con la medicación. Atravesé varios episodios de deshidratación y noches enteras de fiebre altísima, al punto de ponerme hielo en partes íntimas, para poder bajarla un poco”, recordó.
Su hija también se contagió, aunque sus síntomas se manifestaron por menos tiempo. “Ella siempre la pasó al lado mío, para que, entre los dos, nos cuidemos el uno al otro. Pero yo estaba mal y ella no, así que se encargó de cuidarme y darme la medicación todas las noches”, afirmó el ciclista.
Poco a poco, con el paso de los días logró sentirse mejor, siempre acudiendo al oxígeno, las nebulizaciones y la medicación, y con el particular seguimiento de sus médicos amigos. Aliviado, dijo: “Al fin pude salir del pozo en el que estaba y de a poquito empecé a recupérame”.
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Si bien la voluntad para mejorar la tiene, Darío contó que aún continúa con mucho cansancio, que incluso se acentuó algunos días. “Quise cruzar la Avenida y hacer un trotecito porque venían autos y casi fue imposible, porque no tengo fuerza en las piernas. Me siento con los pulmones llenos de aire. Pero, el estado físico que tengo es deplorable. Me canso mucho”, reveló.
Ante su recuperación, el fin de semana decidió viajar a visitar a la Virgen de San Nicolás para agradecerle. Allí se encontró a un compañero de ciclismo que tuvo un serio problema en sus pulmones, Norberto “El Gringo” Dinatale. “Fue muy emotivo, porque juntos creamos la promesa de ir a San Nicolás en bicicleta cuando podamos. Somos una familia creyente y creo que la virgencita nos hizo encontrarnos ahí para motivarnos”.
Ahora, uno de los objetivos más grandes de Darío Polola es volver a entrenar para cumplir su meta. “No sé si voy a caminar. Pero sí pedalear. Me subiré, haré una cuadra y volveré, y de a poquito empezaré a agarrar un poco de estado, hasta poder llegar a San Nicolás en bicicleta con mi compañero”, prometió en su charla con PRIMERA PLANA.
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