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El tabú de las violaciones dentro de la pareja: "Me costó mucho asumir que mi novio me había violado"

Ocurrió el año pasado. Hasta ese entonces, Desireé creía que sólo podía violarte un desconocido, en la calle, de noche y con un arma

Habían pasado varios días desde aquella noche y Desirée seguía sin poder ponerle un nombre. A pesar de que ella le había dicho que no quería tener relaciones sexuales, su novio se le había subido encima, le había sujetado las manos y la había penetrado. Seguía sin poder ponerle un nombre porque, en el imaginario, violación es otra cosa: es un extraño que te apunta cuando vas sola por la calle, te tapa la boca y te arruina la vida en un baldío.

Desirée De Lima tiene 18 años y en octubre de 2017, "cuando pasó todo", vivía en Puerto San Julián, un pueblo de 7.800 habitantes en Santa Cruz. Se fue a vivir a Córdoba capital hace cuatro meses, con la esperanza de dejar de ser, en una gran ciudad, "la violada del pueblo": su pueblo.

"Cuando pasó, estábamos por cumplir seis meses de novios", cuenta. Ahora, con algo de distancia, puede identificar que la violencia ya había dado señales: "Un día, él vio una foto de una mujer en el teléfono y dijo 'qué buena que está esta mina'. Yo le dije: 'No me gusta que hables así, yo no soy tu amigo'. Y él se enojó y reventó su celular contra el piso".

Esa noche de octubre, Desirée había regresado al pueblo después de haber pasado dos semanas en Río Gallegos haciéndose exámenes médicos. "Tenía problemas de memoria y había viajado a hacerme estudios con miedo de tener un tumor en la cabeza. Volví agotada y obviamente, muy angustiada". Cuando Walter le dijo que terminaba una reunión con amigos e iba a dormir con ella, a Desirée le pareció un buen plan: "Necesitaba que me bancara".

Pero Walter -que tenía 21 años-, llegó, se acostó e intentó tocarla. "Lo saqué y le dije que no quería. Se hizo el ofendido, suspiró y me dijo que era una ortiva. Se dio vuelta y se puso en posición de dormir", arranca ella, y llora apenas se sumerge en el recuerdo. Ella se acostó mirando para el otro lado pero ninguno de lo dos se durmió.

"Hasta que en un momento, se dio vuelta, me giró, se puso de rodillas encima mío y me agarró las dos manos con fuerza. Me empezó a tocar y yo le decía 'no, dejame, no quiero'. Era otra persona, tenía los ojos muy abiertos, sonreía de costado. Me abrió las piernas con una rodilla, yo le decía '¿qué hacés Walter, qué estás haciendo?', y él me corrió la ropa interior y me penetró. Grité del dolor, duele que te penetren así, y después quedé bloqueada mirando una pared, en silencio mientras él seguía".

El shock fue tal que Desirée no sabe ni siquiera dónde eyaculó. Walter se puso el boxer y se durmió. Ella no. "Cuando sonó el despertador y se fue a trabajar, cerré la puerta, corrí a la cama y lloré. Mucho lloré". Ese mismo día, ella le envió un mensaje: "Le dije que no había estado bueno que me tocara sin mi consentimiento y me dijo que no lo iba a hacer más". Ella, igual, dio por terminada la relación.

Ya habían pasado varios días cuando una de sus hermanas la vio tan mal que le pidió detalles. "Ella me dijo: 'Desirée, si te forzó es violación'. Yo creía que una violación es lo que ves en los noticieros o en las películas y no podía digerirlo. Es como que intentaba justificar lo que había pasado: 'La pasé mal pero era mi novio. Con la palabra 'violación' me vine abajo'".


Según estadísticas del programa "Las víctimas contra las violencias", del ministerio de Justicia y DDHH de la Nación, el 17,5% de las denuncias por delitos contra la integridad sexual es contra novios y maridos. No es que suceda tan poco: se denuncia poco porque "muchas mujeres no registran la violencia sexual en la pareja porque creen que es parte del deber conyugal", explica la psicóloga Soledad Dawson, miembro del programa.

"Tal es así que en las denuncias por violencia familiar, donde hay golpes, maltrato psicológico, amenazas, sólo 1 de cada 10 mujeres menciona que también fue sometida sexualmente por su pareja. Cuando una les pregunta '¿te forzó a tener relaciones sexuales pese a que le dijiste que no querías?', recién ahí dicen: ah, sí, también".


Como Desirée vivía en un pueblo chico y no quería que se supiera, no lo denunció. Pero él empezó a llamarla a cualquier hora, a comentarle fotos y estados. "Cuando lo bloqueé, empezó a escribirme la madre. Primero me decía que él no comía, que estaba todo el día encerrado llorando, que se la pasaba vomitando. A las 3 de la madrugada me pedía que lo llamara porque había desaparecido y yo, como una estúpida, lo llamaba".

Cuando le avisó que no lo iba a hacer más, la mujer contraatacó: "Me mandó un mensaje y me dijo que lo había encontrada ahorcado. Decía: '¿Eso era lo que querías, no? ¿Querías a mi hijo muerto?". Desirée leyó el mensaje mientras cenaba con sus padres. Esa noche pudo decírselos, ahogada en llanto: "Me violó mamá, Walter me violó".

No era cierto que se había suicidado. "Mi papá lo vio al día siguiente descargando un camión, como si nada". Walter ya no sólo publicaba fotos de ellos juntos, también ponía frases: 'Mi dulce amor y mi eterna conDena", con la D de mi nombre". Desirée se encerró: "Dejé de salir, empecé a tener problemas para comer y para dormir, ataques de pánico".

Fue inevitable volver a cruzarlo en el pueblo. "Cuando me convencieron de volver a salir, fui al boliche y ahí estaba. Me empezó a seguir. Iba al baño y cuando salía, estaba en la puerta". Una nueva cara de la violencia estaba en etapa de gestación.

Sucedió en diciembre de 2017, el día en que Desirée terminó el secundario. Ella y sus compañeros habían ido a sacarse fotos a la orilla del mar, como es tradición: "Lo vi y vi que me seguía con la mirada. No aguanté los nervios y le dije a un amigo que me acompañara, que me quería ir. Cuando empecé a caminar vi que corría hacia mí, con la misma cara de enfermo con la que me había violado. Con todo el envión de la corrida, me pegó una piña en el pecho. Volé, quedé tirada en el piso, no podía respirar".

Ese día fue con sus padres a denunciarlo. Protección fue lo que menos sintió: "Fue una tortura. Cuando le conté la violación a la psicóloga, mujer, me dijo: 'bueno, pero en una relación hay relaciones'. Yo le dije: 'Sí, pero yo no quería'. Y me retó por no haber llamado a la policía en ese momento. Después, me dijo que como era mi primer novio yo lo había idealizado y decía lo de la violación porque me sentía lastimada".

La medida de restricción perimetral que dictaron para que Walter no pudiera acercarse evitó otro ataque físico pero no la humillación: "Seguía subiendo fotos mías y el resto se burlaba". Le comentaban 'al calabozo, Walter', 'yo te llevo los puchos', 'peri, peri, peri, perimentral'. Desirée volvió a encerrarse y dejó "de tener vida". Tanto, que ella y sus padres decidieron que se mudara a otra provincia, a 2.200 kilómetros.

La semana pasada, cuatro meses después de haberse alejado, Desirée escribió un hilo en Twitter que ya tiene casi 7.000 favs ("me gusta"). "Me propuse aceptar lo que había pasado y hablar para sanar", cuenta. Algunas mujeres ya se habían animado a hacerlo en abril, cuando el hashtag #Cuéntalo las impulsó a romper el silencio.

La vieja idea de que las violaciones en la pareja no existían se desintegró: Desirée recibió cientos de mensajes (de Nicaragua, Perú, España, Colombia, México, Puerto Rico, entre otros) de chicas o mujeres adultas que contaban que les había pasado lo mismo con un novio o un marido. Coincidían en una frase dolorosa: "Yo no sabía que tu pareja podía violarte".

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