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Elbita, la turista que cumple 100 temporadas veraneando en la ciudad

A cinco meses de celebrar su siglo de vida, Elbita rememora una existencia compartida entre Buenos Aires y Mar del Plata. La primera vez que pasó un verano en la ciudad tenía ocho meses de vida.

La tradicional silla Mar del Plata contiene su empequeñecido cuerpo y brinda una imagen que recrea la misma foto que le tomaran hace un siglo, cuando era una bebé de solo ocho meses. Elba de Llamas, para todos Elbita, es la mujer récord por ostentar un registro imposible de superar. Ni en Mar del Plata, ni en Argentina, ni en el mundo. Quien pueda desafiar esa cifra, que presente pruebas. Elbita visitó Mar del Plata todos los veranos de su vida y en su caso no se trata de un número promedio. Desde 1924, cuando tenía unos pocos meses, hasta este 2023, pasaron 100 veranos sin faltar una sola vez. Un modo inalterable de vivir su descanso anual, con la arena en sus pies y el mar en el horizonte.

A cinco meses de celebrar su siglo de vida, Elbita rememora una existencia compartida entre Buenos Aires y Mar del Plata, ciudad a la que elige para vivir desde diciembre a marzo. Esta costumbre la respeta desde que tiene apenas unos meses.

La primera vez que llegó a estas playas fue en febrero de 1924 -nació en junio de 1923-,cuando el socialista Rufino Inda era intendente municipal y “La Feliz” cumplía sus primeros 50 años. La fiesta se extendió tres días y como parte de los festejos se inauguró la avenida Cincuentenario, hoy Juan B. Justo.

Para entender un poco más el contexto, bien cabe señalar que el único censo (de 1914) había establecido que en la ciudad vivían 32.940 personas. La proyección para ese 1924 no pudo superar los 50 mil habitantes.

Cien temporadas seguidas

Con su impecable capelina y vestido playero a tono, más sus infaltables mocasines blancos, Elbita cuenta que “la primera vez la trajeron sus padres, “el doctor Lulio Custodio de Llamas y María Paulina Bassi Echeverría, a los siete meses y medio. Desde entonces nunca dejé de venir”. Las cuentas crean una pequeña ilusión: Elbita tiene 99 años pero lleva 100 veranos visitando Mar del Plata.

Esa época remite al Bristol Hotel y a la antigua Rambla, donde le tomaron sus primeras fotos en la ciudad, cuando el presidente de la Nación era Marcelo Torcuato de Alvear, visitante frecuente, y las familias con alto poder adquisitivo se trasladaban desde la Capital Federal en tren, con baúles, y acompañados por el personal de servicio. También, por esos años, la escritora Alfonsina Storni se dejaba fotografiar para la revista “Caras y Caretas”.

A los dos años, Elbita perdió a su madre, por lo que su padre decidió llevarla a Corrientes, para que se criara con su familia paterna y bajo el cuidado de su tía Luisa, que era directora de una escuela. Durante su infancia, siguió cumpliendo con la tradición veraniega, incluso llegó a trasladarse “en las barcazas que venían de Asunción”. “Nos levantaban en Corrientes y nos dejaban en Buenos Aires. Y de ahí tomábamos el tren”, rememora.

A los 16 años, la muerte volvió a sacudirla, con el fallecimiento de sus abuelos. Regresó a Buenos Aires acompañada por su tía Luisa, que se casó con un porteño. “Mi papá se había vuelto a casar -recuerda- y tenía un hijo, Lulito, que murió el año pasado a los 80 por Covid. Mi otro hermano, Carlos, tiene 72 años”.

La familia ensamblada también pasaba las temporadas de verano en Mar de Plata, y “mientras que las mujeres veníamos en tren, los hombres viajaban por la antigua ruta 2, en los Ford T. Hasta el año 45, parábamos en hoteles, después empezamos a alquilar casas”, acotó.

Transformaciones

Cuando promediaba el primer gobierno de Juan Domingo Perón, la fisonomía de la ciudad empezaba a cambiar. Continuaba la construcción de los primeros edificios de propiedad horizontal y la Rambla, con las tradicionales esculturas de los lobos marinos creados por José Fioravanti. Para ese entonces, ya estaba erigido el Casino, sede de los encuentros sociales de los antiguos veraneantes.

En 1947, Elbita se casó con Omar Pla, constructor, quien la acompañó durante las temporadas marplatenses. Tuvieron dos hijos: Gastón, ingeniero, con quien vive en la actualidad, y Gustavo, médico como su abuelo materno.

“Antes se iba a la playa a la mañana únicamente, incluso cuando los chicos eran chicos -describe Elbita-, después se volvía a almorzar y a dormir la siesta. A la tardecita, íbamos a la Rambla, al Club Mar del Plata a tomar el té o un vermouth y luego la cena. La gente se arreglaba, el punto de reunión era el Casino”.

Aunque vinieron a Mar del Plata “toda la vida”, nunca se convirtieron en propietarios, porque “mi papá no quería -cuenta Gastón- y fuimos alquilando, primero casas y después departamentos”.

También mudaron de barrios: pasaron de La Perla a Playa Grande, donde rentaron “el mismo departamento durante 40 años, en Aristóbulo del Valle entre Castelli y Garay, cambiamos después de la pandemia y ahora estamos frente a Waikiki”, añade el hijo mayor.

Elbita y su familia fueron testigos de la transformación edilicia de Mar del Plata, con la proliferación de edificios en torre y hoteles sindicales, además de la explosión demográfica. También pasaron de las playas céntricas de La Perla para recalar en Playa Grande y, desde su inauguración en 1979, alquilan carpa en el balneario 11 de Punta Mogotes. “Cuando abrieron -dice Gastón- nosotros alquilamos 22 carpas, entre familia y amigos. Y seguimos viniendo porque nos atienden fantástico. Para Ginés (concesionario del balneario), mamá es la reina”.

Tres veces la vuelta al mundo

Desde 1924, es decir, desde el primer verano de Elbita en Mar del Plata, pasaron 34 presidentes de la Nación y la moneda cambió entre el peso ley, el peso argentino y el austral. En Buenos Aires, vive con su hijo mayor, quien hace “home working” para el exterior y quien este verano cumple lo que para todo el mundo excepto para su madre es inalcanzable: “cumplo mi temporada 74 acá. Como mamá, nunca dejé de venir. La primera vez fue a los cuatro meses” y su madre aclaró: “Lo puse frente al mar y lo bañé. Y él se enloqueció”.

Con más de 800 mil habitantes estables, una variada agenda cultural y deportiva, Mar del Plata atrae anualmente a unos 4 millones de turistas a lo largo de todo el año. Cambios que se fueron forjando través de sus casi 149 años de existencia.

Siempre rodeada de la familia, incrementada por sobrinos y primos, se atreve a contar algunos secretos de su longevidad. “Me cuido -dice en voz baja-, me vinculo, como muy sano. Me encantan los churros y las medialunas de Mar del Plata; eso sí, no me des sopa, en eso soy como Mafalda”. A las estadías veraniegas se sumaron sus nietos Ramiro y Guido, y sus sobrinos Alejandro y María Teresa, que están actualmente en la ciudad.

Compartió su vida con su marido Omar, que falleció en 2012 y con quien para celebrar sus bodas de oro “nos fuimos a dar la vuelta al mundo”. Aquel festejo lo recuerda Gastón hoy: “Mi papá no quería complicarse, entonces me encargué de todos los preparativos. Ellos fueron con un matrimonio amigo, que también cumplían 50 años de casados. Mi madre dio tres veces la vuelta al mundo y sigue eligiendo Mar del Plata”.

Tanto para Elbita como para su hijo, la rutina durante el verano se respeta. Casi todos los días “vengo a la playa -reconoce la mujer- aunque ahora me cuido un poco más, así que si hace mucho calor, me quedo en casa. Igual, si está un tanto fresco”. A la noche tienen ya una serie de restaurantes elegidos, que visitan asiduamente, en los que comen “pastas caseras, las cintitas, y a ella le encantan los cornalitos y las rabas”, describe Gastón.

Covid positivo

Si bien goza de buena salud -“apenas tomo una pastilla para la presión”-, el pasado 31 de diciembre Elbita asustó a su familia antes de la comida de fin de año. “Se sintió mal -cuenta su sobrina María Teresa-, entonces Gastón la llevó al médico y la internaron. Como estábamos con todo esto del Covid, la hisoparon y le dio positivo”.

Pero fuerte como un roble, Elbita superó sin problemas mayores la enfermedad en tres días. “Tengo cinco vacunas puestas”, se ríe, sentada en la silla Mar del Plata, como hace 100 veranos.

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