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Facebook ignoró los efectos negativos de Instagram entre las adolescentes

Un 32% de usuarias de la red social creen que esta les hace sentir mal con su cuerpo Un estudio interno pedía reducir la exposición a los contenidos de moda y belleza. “La gente lo usa porque es una competición; es la parte divertida”, decía un exejecutivo.

Todos sospechábamos que Instagram tiene efectos adversos en la salud mental de sus usuarios jóvenes, especialmente entre las adolescentes. Pero gracias a una investigación de The Wall Street Journal (WSJ) hecha pública ayer, ahora también sabemos que Facebook, propietaria de Instagram, ha realizado tres investigaciones de uso interno sobre la toxicidad de esta red social en los últimos dos años, que los resultados confirmaban la sospecha –“un 32% de chicas dicen que cuando se sienten mal con su cuerpo, Instagram les hace sentir peor”, dice una de ellas– y que no solo ocultó los resultados de dichas investigaciones, sino que además no ha hecho nada para mejorar la salud de esta red social.

“No debe sorprender que Facebook supiera que Instagram era perjudicial para muchos de sus usuarios. Se sabe desde hace tiempo y hay muchos estudios que lo indican”, dice Ferran Lalueza, profesor de Comunicación de la UOC. Entre otras cosas, porque “estas grandes empresas están muy bien preparadas para recopilar datos y extraer conclusiones”, afirma Josep Lluís Micó, catedrático de Periodismo de la URL-Blanquerna y que, precisamente, acaba de publicar Titulars i reserves (Saldonar), libro en el que se cuenta la historia de una adolescente que intentó suicidarse por el asedio que sufrió a través de las redes sociales.

Se trata, por supuesto, de los mismos datos que le permiten ganar millones de euros cada año gracias a la venta de publicidad segmentada, “pero que no usa para encauzar los contenidos que ven sus usuarios según la edad de los mismos”, asegura Micó. Y no lo hace porque sería un ataque a su propio negocio, tal y como reconoce Facebook, en los documentos desvelados por el WSJ .

A pesar de que en estos estudios internos se reconoce que “las comparaciones que los usuarios establecen en Instagram pueden cambiar la forma en que las mujeres jóvenes se ven y se describen a sí mismas” y de que los investigadores dijeron que la red social debería reducir la exposición de sus usuarios a contenido sobre celebridades, moda y belleza, hubo trabajadores de Facebook que cuestionaron esta idea porque “¿no es eso de lo que se trata principalmente Instagram? Echar un vistazo a la vida del 0,1% superior, ¿no es la razón por la que los adolescentes están en la plataforma?”, se preguntaba un empleado en un foro interno de la compañía de Mark Zuckerberg.

Incluso un exejecutivo cuestionó la idea de reformar la aplicación para evitar la comparación social. “La gente la usa porque es una competición. Esa es la parte divertida”, afirmó este ejecutivo según el WSJ .

En Instagram, “las niñas de 13 años aspiran a hacer lo que hacen las de 17, y estas lo que hacen las de 21 que, a su vez, se fijan en lo que hacen las de 30. Si no dejas que los adolescentes se fijen en aquellos que son mayores que ellos, te estarías cargando tu propio mercado”, concluye Micó.

Y es que “si lo hiciera, dejaría de ser atractiva para los millones de adolescentes que se han convertido en los usuarios de referencia de esta red social, y que no usan Facebook. Jóvenes que, además, quieren estar donde están sus ídolos”, añade Lalueza.

“Las niñas de 13 años, las jóvenes de 20 y las mujeres de 46 compran la ropa en la misma tienda. Estos tres públicos son muy interesantes publicitariamente porque responden a los mismos estímulos. Limitar de alguna manera el acceso o los contenidos que ve alguna de estas franjas sería perder uno o dos tercios de su audiencia”, explica Micó.

Normalmente se esgrime que es imposible controlar la edad de los que entran en una red social –tanto para prohibir el acceso como para restringir el contenido que pueden ver–, porque por mucho que se establezcan límites legales, es muy fácil mentir y saltárselos. Pero no es menos cierto que “con todos los datos que recopilan, y toda la tecnología de la que disponen para analizarlos a cualquier red social le sería muy fácil detectar aquellos perfiles que incumplen el criterio de edad mínima”, asegura Micó.

Pero por si todo esto no fuera suficiente, además “las redes sociales juegan con la presión social que ejerce sobre los jóvenes el sentimiento de pertenencia que otorga tener un perfil en alguna de ellas, que es atávico y muy poderoso. Estar al margen de Instagram puede significar quedar excluido de su grupo social”, explica Lalueza.

Por otro lado, confiar que cualquier red social se autorregule es esperar en vano, por mucho que ayer mismo, mientras Instagram estaba en el centro de la tormenta, TikTok –su gran rival para captar público juvenil– anunció el lan-zamiento de una serie de funcionalidades para “ayudar a los usuarios que luchan contra proble-mas de salud mental e ideaciones suicidas”.

Finalmente, cuando se ofrece un servicio transnacional es muy difícil de controlar y de regular por parte de los poderes públicos. “Ya hemos visto que por regla general, les sale a cuenta pagar las sanciones económicas que les imponen porque suponen una ínfima parte de los ingresos que obtienen por saltárselas”, opina Micó. Por otro lado, “los países que han tratado de poner límites, muchas veces han caído en la censura y tampoco sería la idea”, añade este experto. Por este motivo, Lalueza cree que “sería necesario un esfuerzo de coordinación a escala global, porque estamos hablando de problemas que afectan a un público muy vulnerable y en un momento de su vida en el que se está creando su propia autoimagen”.

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