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“Fue muy duro porque además de sentir la discriminación o burlas, no contagié a nadie en mi casa ni en mi familia”

Alicia es pergaminense y resultó COVID-19 positivo a principios de mes. Lejos de la romantización del aislamiento, expone la realidad de transitar la enfermedad en un contexto donde la desinformación jugó un rol tan vital como inoportuna

Hoy hace exactamente 29 días que tuvo los primeros síntomas de coronavirus. Su nombre es Alicia, tiene 30 años y es de Pergamino. Una tos que no paraba nunca, pero que no llamaba la atención por el clima cambiante.

La sorpresa se la llevó cuando cuatro días después “me compré un perfume y no le sentía el olor”, admitió a PRIMERA PLANA al iniciar la charla.

En broma, estaba acostada por ‘la gripe’ y quisieron entrar mi habitación y le dije que no entren porque tenía coronavirus”. Ese fue el click. Ya el chiste no causaba gracia. Asustada pero decidida, se abrigó y fue en su moto a la Guardia del Hospital Interzonal General de Agudos “San José”.

Fui despacio, sola, creyendo que me iban a poner una inyección para el dolor y me iban a mandar a mi casa, recordó Alicia.

Lejos de su idea, ingresó por calle Italia a la Guardia Respiratoria y fébril, y al pasar por el triage -primera instancia de la consulta médica-, le avisaron que se quedara tranquila, pero quedaría internada. Nunca creí que iba a tener esto. No pude saber cómo o cuándo me contagié, pero en ese momento sólo pensé que no quería contagiar a nadie. Fueron días de mucha angustia, sostuvo.

Me pasaron directamente al sector de atrás de la Guardia, dónde está la internación. Me diagnosticaron neumonía y además me hisoparon. Al rato me pasaron al área COVID-19 del Hospital, dónde estuve una semana.

Era domingo y el resultado llegó al día siguiente. Llamaron a mi casa para confirmar el resultado, y ellos me avisaron por celular. Corté la llamada y le avisé a las enfermeras”, añadió sobre su estadía en el Hospital.

Alicia recordó que en la semana que estuvo internada, las enfermeras y los médicos siempre me trataron muy bien, con mucho respeto me explicaban los que tenían que hacerme o me colocaban.

Me sorprendí -destacó- del cuidado con el que entraban a la sala, cómo se vestían; otra enfermera las esperaba afuera para desinfectar y sanitizarlas para ellas seguir su trabajo, describió la joven, que con la incertidumbre que reinaba, anecdóticamente cuenta que no quería irse del nosocomio.

El día que le dieron el alta, empezó lo inesperado. El “mundo externo” ya había hecho lo suyo, los mensajes de celular viralizando su nombre y condición de salud estaban en el boca en boca de su entorno y de su familia.

Hasta a mí me llegaban audios de la gente ‘advirtiendo’, pidiendo que no tengan acercamiento a mi casa ni trato con mi familia, porque supuestamente estábamos todos contagiados, relató conmocionada Alicia.

Fue muy duro porque además de sentir la discriminación o burlas, no contagié a nadie en mi casa ni en mi familia”, aclaró.

Su hermano trabaja en un sindicato y al estar en calidad de aislado, su jefe indicó el confinamiento preventivo de sus compañeros. Lo mismo el entorno de toda su familia. Cuando tuve que armar la lista de aislados, llamaron a las personas que no fueron ni un cuarto de todas las que se aislaron y mucho menos las que se dijeron. Al respecto, remarcó que la gente no tiene idea el daño que pueden generar con esos mensajes.

En ese marco, subrayó que a mi sobrinita, chiquita, un día no la atendieron en el almacén del barrio por la desinformación. La mandaron a otro almacén, no la atendieron. Y reveló que cuando salí del Hospital, me fuí al campo con mis tíos para hacer el aislamiento lejos del barrio, porque fue muy triste como se dio todo. Principalmente les afectó a mis papás.

Lo que Alicia expone es la realidad de muchos, la llamada responsabilidad colectiva. Chequear de dónde sale un mensaje, una información. “Viralicemos la responsabilidad. Al virus lo combatimos entre todos, dicen los spots publicitarios de la Presidencia de la Nación y lo repiten los medios de comunicación, como así lo hicieron en una cruzada de concientización todos los diarios en papel del país iniciada la pandemia.

Yo trabajaba de mensajera y perdí mis trabajos. Me vine para abajo, yo y mi familia.

“El COVID cerró puertas y la gente se cree que uno contagia o que los voy a enfermar. El entorno prejuzga mucho, mucha gente se aleja. Eso afecta, porque no suma y a una como yo que estoy acostumbrada a estar en la calle y en contacto con la gente por el trabajo, es muy triste, narró la joven a PRIMERA PLANA.

Cuando decían que esto venía a enseñarnos como personas, yo siento que aún falta mucho, a mí me cuesta mucho volver a ‘la normalidad’ porque la gente te mira raro o no te atienden como a los demás; nadie se merece padecer esto, suficiente es el proceso del virus en sí”, concluyó.

La importancia de viralizar la solidaridad también debe ser un compromiso colectivo.

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