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Historias del pago: Cuando Antonio Alvarez, convertido en Gran DT, dirigió a los dos equipos en un mismo partido

“¡Oiga 7!, usted cuando reciba encare al 3 contrario que lo pasa como poste caído”, arenga Antonio Alvarez al puntero derecho durante la charla técnica en el vestuario local. “¡Oiga 3!, usted cuando el 7 de ellos lo ataque no se me achique que me juego la vida que no lo supera. Y miré que lo conozco bien a ese”, alienta el mismo Antonio Alvarez al lateral izquierdo en la previa al encuentro en el camarín visitante. Sí, no se trata de una azarosa coincidencia de nombres entre los entrenadores ni de un error de tipeo en este humilde texto. Ocurrió de verdad y nada menos que en Pergamino, que por ende fue sede uno de los partidos más extraños de todos los tiempos.

La anécdota, nobleza obliga, estaba reservada para uno de los capítulos de Fuerte al Medio II, un libro de cuentos futboleros de autores patagónicos que integra quien escribe, radicado en el Sur hace años pero con el corazón eternamente ligado a la Perla del Norte bonaerense.

Sin embargo, finalmente se optó por adelantarla en PRIMERA PLANA para no privar a quienes no la conocen en el mismísimo lugar de los hechos de una historia que forma parte de la galería de los momentos más insólitos, imperdibles y recordados en el fútbol local.

Aún a sabiendas de que la misma ya goza de notoria popularidad en el pago y que según quien la narre, adquiere chiches y datos tan incomprobables como las frases que dieron el puntapié inicial a este artículo que fuimos reconstruyendo a partir de los testimonios de los aficionados al balompié de la época.

Afortunadamente, con matices e imprecisiones, el total de los consultados coincide en lo más importante: fue cierto. Llegaron tarde, entonces, las cámaras y las redes sociales. No saben lo que se perdieron los portales modernos, los periodistas jóvenes y los millennials. ¿O alguien duda de que hubiera sido tendencia hoy en día y el mundo hablaría de él?

El histórico encuentro en cuestión se disputó en la vieja cancha de Compañía y lo animaron el “verde” y El Socorro. La leyenda nació debido a que se enfrentaban el club del que en ese raro cotejo se despedía el popular DT y la entidad que lo acababa de contratar para la próxima temporada.

Entonces, entre las buenas relaciones institucionales, la complicidad y el noble gesto del dueño de casa para con el equipo de la región que no tenía quien se sentara en el banco en esa apacible jornada y el rélax generalizado, propio del final de un torneo en el que ambos ya no jugaban por nada, se produjo lo inexplicable.

Imaginarlo a Don Antonio paradito en el medio del campo, entregando indicaciones con su particular y perezoso estilo de voz a los 22 jugadores es “mortal”, una escena inédita que ni al mejor director de cine se le hubiese ocurrido.

Hasta cuentan los pocos privilegiados que presenciaron el divertido pleito que el ex ayudante de Ignomiriello en Rosario Central brindó órdenes opuestas, contradictorias, en simultáneo. Que en una misma acción se superponían gritos tales como ‘¡sácala, por Dios!’ al 2 de un conjunto y ‘¡pégale al arco’! al 9 adversario. Un delicioso show jamás visto en ningún otro estadio del planeta.

Increíble pero real. Ni un obsesivo como Bilardo ni un revolucionario e innovador como Bielsa pueden jactarse de algo parecido, de la incomparable e incontrastable vivencia. ¿O acaso no le hubiera gustado al Narigón, ultra detallista, ponerse a prueba en una experiencia semejante? Y al Loco, que descubrió fórmulas y sistemas novedosos cuando todo parecía inventado, en esta lo anticiparon. ¿Tendrá esa mente brillante de Marcelo la táctica para ganarle a su propio equipo?

En ese contexto, reclamarle un penal al juez y a la vez pedirle al árbitro que expulse al delantero por simular se convirtieron en situaciones tan desopilantes como cotidianas aquel domingo memorable.

Y llegó el entretiempo. Y con él una doble tarea para el entrenador que dio así la más emotiva lección de amor y vocación por el más popular de los deportes que se recuerde. El de las frases ácidas y célebres, al que se le atribuye por ejemplo uno de los consejos más irónicos y crueles a ese arquero que no cumplía la mejor actuación: “Si la pelota va al ángulo o a un palo y entra, no le voy a decir nada. Pero por favor, las que van afuera déjelas pasar, no las meta también a esas…”. Auténtico, lapidario y un detalle típico en el protagonista de este relato verídico: jamás tuteaba a los players, siempre los trataba de usted por una cuestión de respeto, pero a la vez para imponer distancia y autoridad.

Antonio, dicen, tenía además esa chispa única para ridiculizar a los jugadores que se creían más de lo que eran. Como la vez que un entusiasta futbolista, poco dotado técnicamente, se postuló para un puesto ofensivo bajo el argumento de que “a mí me gusta correr, póngame arriba”.

Se la dejó picando a Alvarez, quien retrucó con sarcasmo pero sin mala intención porque en el fondo era y sigue siendo muy buena gente. “Bueno, si a usted le gusta tanto correr, le recomiendo ir al autódromo o a probar suerte en el atletismo…”, fue su letal contragolpe.

Y se viene un final de juego infartante. Y hay gol sobre la hora y partido terminado. El hombre de jogging y pelo oscuro que firmó las dos planillas, no sabe si reír o llorar, si celebrar o amargarse, si abrazarse con los vencedores o consolar a los vencidos.

¿Cómo salieron vecino?, le preguntó desde la vereda el Bocha, un entrañable personaje del Barrio Acevedo, mientras Antonio estacionaba a uno de sus dos Citroen (hacía alarde de tener ‘el Primero y el último’ vehículo de esa marca francesa, modelos ’59 y 70 ‘y pico’) .

“Ganamos y perdimos”, contestó el “profe”, generando el desconcierto del propietario de la casa lindera a la suya.

“Déjame entrar que estoy fusilado, no paré de dar instrucciones a los muchachos, más tarde te lo explico mejor”, le prometió para salir del paso y evitar confundir más a quien había sacado la silla afuera y estaba dele matear.

Hoy ya lo sabe el Bocha y buena parte de la ciudad. La restante se entera ahora. El partido más loco de la historia se jugó en Pergamino. Y fue el día en que Antonio Alvarez se recibió de Gran DT.

* El autor es periodista pergaminense, uno de los autores del libro “Fuerte al medio” y jefe de Deportes del Diario La Mañana de Neuquén

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