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Historias del pago: Lobo y Negrita, los perros del pueblo que en paz descansan y sus mil andanzas

Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. Pero hubo uno, el querido Lobo, que fue el mejor amigo del pueblo. Del glorioso Pergamino. No tuvo dueño. Eligió ser libre. Y al mismo tiempo fue de todos. De Olga, la jefa de preceptoras del Nacional que le compraba facturas cada mañana que visitaba el colegio siguiendo a esa juventud rebelde con la que se sentía identificado. Del popular “Cuchillo” que hasta lo llevó a conocer las luces de Buenos Aires un “finde”. De la banda de Douglas, equipo al que el inolvidable picho alentaba como un “fana” más. De los pequeños de la ciudad que tenían su propia mascota pero soñaban con adoptarlo, ya que inspiraba una ternura especial con ese perfil de atorrante y aires independientes. Los chicos lo admiraban como a un superhéroe.

Callejero por derecho propio, se paseaba de un lado a otro con la fiel compañía de Negrita, su incondicional novia de toda la vida. Miles de andanzas con la complicidad de la gente que se encariñó con este ya legendario canino por su “vagancia” e increíble carisma.

Daba placer verlo deambular en cada rincón de la “city”, donde supo generar múltiples vínculos y hacerse querer. ¿Quién no conocía al “rrope” más famoso que existió en la Perla del Norte?

No le rendía cuentas a nadie. Hacía lo que deseaba. Evitaba los compromisos. Lo suyo era la “lleca”. Respetado en el centro pero con alma de barrio, en la periferia era Gardel si bien se movía a su antojo a lo largo y ancho del pago. Se llevaba mejor con los humildes y las tardes por el arroyo resultaban sus favoritas.

Pudo vivir como un rey, le garantizaban todas las comodidades pero no transó. Resignó supuestos beneficios por sus fuertes convicciones. Por ejemplo, cuando una familia le brindaba hogar transitorio duraba poco entre cuatro paredes. Tan poco como la pintura de las puertas de esas casas, ya que el Lobo las rasguñaba por las noches para reclamar esa libertad que amaba. Techo y comida igual no le iban a faltar… Pero lo otro no se negociaba.

Inteligente y astuto. Se las sabía todas. Con ese instinto de supervivencia que le permitió mantenerse a salvo de los peligros de una sociedad salvaje. Dirán que se exagera, pero tenía en claro los horarios de las escuelas, los días de partidos, qué zona evitar para no meterse en líos. Un perro fuera de lo común, extraordinario.

Cada tanto iba a misa. Y se aparecía en más de un cumpleaños de 15. Fogonero de ley, cuentan que solía visitar la sede céntrica y subir a la oficina de Carlitos Scallia, dirigente histórico que nunca fue perrero pero le tenía un aprecio particular porque a la vez sabía lo que el Lobo representaba para su hijo el Chino y su entorno. Sensaciones que sólo ese picho marrón con parte del cuerpo y manos blancas, podía generar. El de orejitas paradas y postura firme que le valió el nombre por su parecido a ese feroz animal.

Una vez concluida la tarea, acompañaba al actual gerente del club hasta su morada. Comía y salía a callejear otra vez, a cosechar nuevos amigos, sin rumbo ni destino fijo. Así, un Lobo auténtico, era feliz.

Por el rojinegro pasaron numerosas glorias. Pero pocos gozan del merecido reconocimiento en el mítico estadio como él y Negrita. En un justo acto, detrás del arco donde para la banda en el “Miguel Morales”, descansan los restos de ambos y hay una plaqueta homenaje.

“En homenaje a dos fieles amigos Fogoneros”, reza la misma en la pared del alambrado. La cuál el día que fue estrenada, tras la triste noticia de la muerte del Lobo y Negrita, estuvo acompañada de un ramo de flores que colgó del tejido. Emocionante hasta las lágrimas.

Fito Páez la rompía en los boliches, el rojinegro peleaba los Nacional B, el Bar Roma acababa de reabrir, el pelo largo estaba de moda en los pibes, mucho de los cuales paraban en los jueguitos de Charly, allí en la Peatonal donde el “Loco Julio” hacía de las suyas.

Fueron otros tiempos, fue otra la historia. Fue la época del Lobo y La Negrita. Siempre presente en los corazones. El término “una vida de perro” está más relacionado con el sufrimiento o los problemas. Solo quienes no los conocieron a ellos puede sostener aún semejante barbaridad. Disfrutaron más que todos nosotros y descansan en paz. Llenaron de gloria este suelo. ¡Gracias por tanto, Lobo y Negrita!

Cuando estuvieron “presos” y secuestrados y la anécdota del Hospital

Cuenta una fuente confiable que convivió con ambos y los quería como a sus propios hijos que “Negrita una vez estuvo presa en una perrera y la rescatamos, fuimos con el Lobo y la sacamos”.

Su gran compañero también se vio privado de la libertad un tiempo, en un indignante episodio. “Resulta que en el Barrio 12 de Octubre lo tenían secuestrado para peleas clandestinas porque era buen peleador. Lo encontramos atado con alambres de púas, pobre. Por suerte también zafó”.

Tan querido era el Lobo que en un hecho excepcional, que responde más al sentimiento que a la lógica, hasta recibió atención médica en el Hospital local, acaso transgrediendo las reglas, pero en un ejemplo de sensibilidad.

“Se había peleado con otro perro y estaba mal herido en el cuello. A la altura de la Plaza de Ejercicios, hicimos dedo, nos subimos a una camioneta y lo llevamos al Hospital. Por ser él lo aceptaron, lo atendieron en la sala de primeros auxilios y le salvaron la vida”, rememora otra atrapante anécdota el mismo informante.

El emotivo poema

Lo escribió Eduardo Vázquez y salió publicado en su momento en el diario La Opinión. El textual:

“El riesgo y la aventura lo acompañan, a vivir sin collar está resuelto, con orgullo y coraje sobrevive y se gana el derecho de andar suelto.

“Eterno callejero, vagabundo, en el tiempo su origen se ha perdido, noble animal, misterio sorprendente, su destino es andar y hacer amigos.

“Conoce de antemano los lugares que esperan con agrado su llegada, allí no ha de faltar, seguramente, un hueso, una caricia, un poco de agua…

“Algún ofrecimiento él ha tenido de vivencia y comida aseguradas, más no le atrae la vida sedentaria, de sus domesticados camaradas…

“Cuando eligió vivir independiente, tomó la decisión más acertada, diferenciándose de tantos hombres que si no tienen amos no son nada…

“El se conoce todos los rincones, cada esquina, cada barrio, cada plaza, camina en libertad, no tiene dueño y la ciudad entera es su morada…”.

* El autor es periodista pergaminense, uno de los autores del libro “Fuerte al medio” y jefe de Deportes del Diario La Mañana de Neuquén

 

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