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Historias del pago: Semana “Santa”, de Pergamino a La Boca, un infiltrado en la Peña y mil sobresaltos

A Maradona aún no le habían “cortado las piernas”, el edificio de la AMIA en Buenos Aires estaba intacto y se anunciaba con bombos y platillos una nueva visita de los Guns a la Argentina. Marzo de 1993. Cursaba cuarto año en el glorioso Colegio Nacional de Pergamino. Tenía 16 y la gran ciudad todavía era un mundo gigante, lejano e inexplorado por mí. El domingo 28 de marzo jugaban Boca y San Lorenzo un nuevo clásico en La Bombonera con un horario inusual para la época: 11 de la mañana. Por mi desconocimiento de Capital Federal, la corta edad y la casi nula disponibilidad de dinero, no tenía manera ni permiso para ir por mis propios medios. Encima, de visitante y en un reducto peligroso. Pero ya de chico era terco e insistente. De alguna forma iba a estar esa mañana alentando al querido Ciclón, la herencia que el finado de mi abuelo Nino dejó a buena parte de los Abatte.

Eso sí: a encarar solo, en ese contexto desfavorable, no me animé. Entonces, no quedó otra que transar con los rivales de turno, sin que lo sepan obvio, para ver al CASLA en aquel atrapante duelo. Con ese fin, contacté a mi tío Yoyi Escabosa, uno de los bosteros más famosos de la zona e integrante de la Agrupación Dale Boca local. No hizo falta que lo acordáramos previamente; por sentido común, parentesco y códigos, fue un cómplice fundamental en esa aventura inolvidable. Así, viajé nomás “camuflado” con los simpatizantes xeneizes. 

Estar informado sobre la actualidad azul y oro, gracias a mi vocación innata por el periodismo deportivo y la pasión por el fútbol que traigo desde siempre, me permitió pasar como un boquense más. Poder hablar de igual a igual acerca del equipo del Maestro Tabárez, del fresco título, de la efectividad del Manteca Martínez, los huevos de Giunta, la magia de Márcico, resultó una herramienta clave para armonizar enseguida y no quedar en evidencia. El primer momento de zozobra fue cuando Ezequiel Alberti, quien a veces frecuentaba el mismo club que yo, me preguntó delante de varios: “¿Pero vos no estabas en Sirio el otro día con la camiseta de San Lorenzo?”. A lo que le respondí, “sí pero la cambié por un tiempito con Poroto Moyano” (otro cuervo y fogonero) que ambos conocíamos.

Fui con ellos y ya en la cancha, desviarme, además de perderlos, hubiese sido revelador. Entonces, vino otra de las partes complicadas: Sostener la mentira en la tercera bandeja local de la cancha de Boca en uno de los clásicos más emotivos que se recuerde. “De película”, tituló El Gráfico, que todavía era la publicación deportiva por excelencia, en relación al infartante San Lorenzo 4 - Boca 3. Tuve que gritar por dentro cada gol azulgrana (el del Diablo Monserrat, el del Pampa Biaggio, el de Néstor Lorenzo y el del Pipo Gorosito) simulando amargura, al tiempo que me sentía un rehén por no estar en la fiesta de la tribuna de enfrente, que se venía abajo.

Cuando pensaba que el sufrimiento había terminado, faltaba atravesar el peor sobresalto. Bajando las escaleras, al entremezclarme con los hinchas de la segunda bandeja, que ocupa la Doce, aparece el Pelado, un flaco “rocanrolero” al que tenía visto de la hinchada de Douglas (iba al “Miguel Morales” con remera negra de Iron Maiden y cinto rockero). Era piola pero atorrante y tiro al aire. 

Por dentro y rodeado de forzudos con caras de pocos amigos y frondosos prontuarios pensé: “¡cagué!, me manda al frente y soy boleta…”. Más con la bronca que había por el resultado y el goce rival… No es que la dejó pasar el Flaco hermoso pero cuidó el detalle. Se acercó, con los ojos rojos del cansancio y algo más… y me susurró al oído: ¿Qué haces cuervo en la Doce? No atiné más que a emitir una sonrisa nerviosa, un tímido “jeje” me salió. Se me aflojaron las piernas pero zafé de una situación brava, eh!

Gracias al Pelado, que se re portó y al Yoyi, que también se bancó con hidalguía la derrota y el secreto en el regreso. Poco después Eze, aquel de la pregunta indiscreta, me descubrió en Sirio, pero todo quedó como una gran anécdota. Que justo en “Semana Santa” y dos días después del 113º aniversario del glorioso y popular San Lorenzo valía la pena revivir. Ese domingo memorable la hinchada de Boca hizo honor a su mote y fue “la mitad más uno”. Y ese uno fui yo…

 PD: Yoyi Escabosa, el propio Ezequiel Alberti, Juani Aleman y obvio, el Pelado pueden dar fe de que no hay una coma de más.

* El autor es periodista pergaminense, uno de los autores del libro “Fuerte al medio” y jefe de Deportes del Diario La Mañana de Neuquén

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