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La odisea de un pergaminense en su vuelta al país

Agustín Madero logró regresar ayer, a primera hora, desde Estados Unidos, pero antes vivió una situación muy particular en su llegada al Aeropuerto Internacional de Ezeiza

Muchos son los argentinos que están en el exterior y tienen deseos de regresar cuanto antes al país, con motivo del coronavirus. Los pergaminenses no son la excepción a la regla. Varios de ellos pudieron regresar. Otros no.                        

Agustín Madero es uno de los que pudo volver, tras haber estado en Miami desde fines de enero. Cuando apareció el COVID-19 en el país del norte, trató de informarse. “Fuimos al consulado, pero no nos dieron mucha información, recordó en su charla con PRIMERA PLANA.                                                                                         

“La verdad que el regreso al país fue bastante duro”, explicó el joven, que después de cinco vuelos cancelados, pudo llegar. Tuvo una escala en Santiago de Chile, la cual que duró unas 8 horas. “Como argentino vi algo que nunca jamás pensé que podía llegar a ver. Había 600 compatriotas en Chile pasándola muy mal, sin plata, sin comida, durmiendo en el piso”, describió.                                

También sobre su experiencia en el país trasandino, indicó que “no hay control de nada, no nos tomaron la fiebre, no hay radares, no hay absolutamente nada”.                                

Una vez consumada la escala en Santiago, arribó a Ezeiza, donde permaneció una hora y media en el avión. Le hicieron firmar una declaración jurada para corroborar si tenían algún síntoma compatible con el COVID-19. “Atrás mío había un pasajero que declaró que tenía un cuadro de laringitis; subieron unos médicos y le tomaron la fiebre únicamente a esa persona. Allí nos dijeron que sí la fiebre le daba alta era probable que todos tengamos que estar en cuarentena en un lugar asignado por el Gobierno”, aseveró.                      

Hasta ese momento todo casi normal para un viaje de cualquier pasajero que llega del exterior. Pero la odisea estaba por comenzar.                                                           

Agustín Madero había contratado el servicio de un automóvil ya que sus familiares decidieron no ir a buscarlo para no exponerse a ningún riesgo ya que llegaba de un país de alto nivel de contagio. Tenía programado que el chofer llegaría al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, a las 20:00 hs., un par de horas después de su arribo.                                     

“El chofer llama y me comunica que lo habían parado en la ruta, a la altura de Pilar. Él tenía mi pasaje para acreditar que me iba a buscar al Aeropuerto. La Policía le pidió plata para no retenerle ni secuestrarle el auto. Les tuvo que dar mil pesos y le dijeron que no podía seguir circulando, que debía volverse a Pergamino”, reveló el joven.                                                                                             

Planteó la situación a las autoridades del Aeropuerto, le dijeron que no debía haber pasado eso y que la única solución que ofrecían era trasladarlo hasta Bahía Blanca. Agustín estuvo 10 horas en la calle. Ezeiza estaba cerrado y al estar en la calle, estaba incumpliendo la cuarentena con la declaración jurada que había firmado arriba del avión. “No podía entrar, ni cargar el teléfono, sin poder ir al baño y la verdad que tenía miedo de que me detengan por no estar cumpliendo con la cuarentena.                                          

“Le pedí a los policías de la PSA que testifiquen lo que me estaba pasando. Me dijeron que no podían testificar nada, no me daban solución y que la única salida era que me tome un colectivo a Bahía Blanca”, afirmó.                            

Después de tantas idas y vueltas, logró llegar a Pergamino ayer, a primera hora, con el mismo chófer que debía haberlo ido a buscar al Aeropuerto Internacional de Ezeiza.

Madero se encuentra ahora en cuarentena, aislado en un departamento que la familia tenía preparado para su arribo. “Me comunique con el SAME y me hicieron llenar una planilla vía telefónica. Ellos me dijeron que me iban a llamar diariamente para ver cómo estaba mi estado de salud”, le explicó mucho más tranquilo a PRIMERA PLANA.

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