“El que viene de lejos para narrar”, eso significa ese nombre tan especialmente elegido por el propio artista para dar a conocer su obra.
La historia de Don Ata es extraña como su propia figura, particular como su obra, adelantada a su tiempo como toda genialidad.
El 31 de enero de 1908 llegaba a este mundo y así lo ha confirmado a PRIMERA PLANA el historiador Rafael Restaino, quien lo investigó con motivo de su libro Biografías Pergaminenses: “Pude revisar en el Registro Civil y encontré una partida de nacimiento que probaba que este gran artista, Roberto Chavero, había nacido aquí el 31 de enero, inscripto con domicilio en Lagos e Italia, así consta en el acta de nacimiento número 56 de ese año 1908”, un dato no tan conocido en nuestro medio que siempre identificó Yupanqui como nacido en J.A. de la Peña, sitio en el que vivió muy pocos años junto a su familia ya que su padre era ferroviario.
“Yupanqui nació por casualidad en Pergamino, su familia no es de aquí. Los Chavero se fueron instalando en distintas partes de América a lo largo de la historia. Atahualpa nace de dos padres bien diferentes, Demetrio Chavero que era santiagueño nacido en Loreto, mestizo de raíz indígena; y la madre que era vasca Carmen Haram. De esa unión nació un niño que por haber estado trabajando como ferroviario le tocó nacer en esta zona, Yupanqui vivió sólo los tres primeros años de su vida, para 1911, 1912 ya los Chaveros se fueron a Agustín Roca, partido de Junín. Tuvo mucho más vida en Junín y Roca que en Pergamino”, aseguró con contundencia el artista Arturo Zeballos, sin dudas uno de los que más trabajó, estudió y difundió su obra en la Argentina y el resto del planeta.
Algunos historiadores aseguran que sus primeros pasos en la música los dio junto al Padre Rosáenz, tal vez allí haya tenido su primer acercamiento a un instrumento que rápidamente dejaría de lado: el violón.
El gran primer maestro reconocido y con el que aprendió guitarra fue Bautista Almirón, tenía sólo 6 años. Ya hacia 1917 la familia emigra nuevamente a Tucumán y antes de los 20 comenzó su viaje interminable, viajes de descubrimiento y de creación, recorrió Jujuy, los Valles Calchaquíes y Bolivia; en otro viaje conoció Entre Ríos, Montevideo y el Sur de Brasil.
Hacia 1935 vivió en Rosario y finalmente se afincó en Raco, Provincia de Tucumán. Comenzó a aparecer en los medios capitalinos y luego conoció Santiago del Estero; Catamarca, Salta y Jujuy. Siempre en la búsqueda volviendo a algunos de los lugares ya transitados para recuperar su historia, las voces de los antiguos.
La censura fue su compañera durante la presidencia de Juan Domingo Perón, fue perseguido y detenido hasta que se exilió en Europa hacia el 1949 donde una artista reconocida mundialmente Edith Piaf le abrió las puertas al mundo. En 1952 regresó a Argentina mientras comenzaba a afincarse en su querido Cerro Colorado, en Córdoba. Ya para la década del ’60 Yupanqui fue un hombre del mundo, llevó su trabajo etnográfico a Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel, Italia, giró en España y definitivamente se instaló en París, aunque volviendo permanentemente a Argentina.
En la década del ’80 llegaron los reconocimientos, en Francia como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras; también fue homenajeado por la Universidad de Tucumán; y también en la ciudad de Pergamino, declarándolo “Hijo Dilecto” por el Concejo Deliberante en 1989: “Fue por intermedio de José Luis Lanzillota, bajo la intendencia de Alcides Sequeiro que se le realizó un gran y sentido homenaje” recordó Restaino y agregó “se le puso el nombre a la sala de Bellas Artes, se le rindieron honores en el Concejo, y se hizo un desfile llamativo por la cantidad de adherentes que participaron, personalmente -aunque no puedo asegurarlo-, yo diría que desde ese momento en toda la geografía se reconoció a Yupanqui como pergaminense”.
Es que hasta aquel momento Yupanqui y Pergamino no eran sinónimos, es más, cabe claramente asegurar que la relación era inexistente y despertaba, como todas las pasiones, odios y adhesiones en iguales medidas.
El motivo de esas posturas extremas será seguramente materia de estudio profundo, pero muchas explicaciones estén centradas en lo expuesto por Zeballos a PRIMERA PLANA al decir que “Hay un sector de la sociedad que no lo quería porque la personalidad de Yupanqui era hermética, no daba a todo el mundo ese ‘che’ que hoy usamos. Para él la amistad era sagrada, él decía una frase que había escuchado de uno de sus tíos ‘un amego es uno mesmo con otro cuero’. Era un hombre muy respetuoso, muy sabio, muy culto, daba gusto oírlo hablar. Después hay un Pergamino que lo respeta y lo admira como artista, más allá de su lugar de nacimiento. El artista argentino universal, que haya nacido en Pergamino no significa nada porque Pergamino no le dio nada, salvo al final de su vida cuando lo homenajearon en 1989 y donde además tuve el gusto de tocar para él”.
En la misma línea, Restaino agregó “Yupanqui tiene -aún hoy- una relación compleja con su lugar de nacimiento. Estos grandes creadores, tienen tensiones con numerosas cosas que conforman su vida. Si nos adentramos en Yupanqui es muy conflictiva en varios aspectos. Personalmente creo que él nunca incorporó a Pergamino en su mochila existencial, más presente estuvo en su vida Junín, incorporó mucho también a Tucumán donde transcurre gran parte de su adolescencia. Por mucho tiempo existieron diferencias con respecto a éste tema”.
Un año después del homenaje volvió por la gloria a Cosquín, dos años más tarde volvió a Francia para actuar en Nimes, pero no pudo, su vida se extinguió un 23 de mayo de 1992, dando paso al nacimiento del mito.
“Luego de su fallecimiento se revalorizó su obra, comenzó a descubrirse otro Yupanqui”, remarcó Zeballos quien en éstos momentos se encuentra en Cerro Colorado donde durante el día de hoy, mañana y el domingo se realizarán diversos homenajes al gran maestro.
“La obra de Atahualpa para un argentino representa lo que Bach para un alemán; Bach era el compositor más amado por Yupanqui. Él era muy observador, de ahí nacieron la mayoría de sus canciones, iba a ciudades y pueblos a contactarse directamente con la gente, conocerlos para poder expresarlos, ellos les dejaron señales, mensajes que luego él transformó en canciones. Es un universo que se redescubre día a día. Yupanqui no es un autor fácil, los temas son muy profundos, de cada 10 argentinos a dos les gusta, a uno no le gusta tanto y al resto nada, sobre todo cuando habla de las injusticias, muchas de sus sentencias son hasta hoy vigentes. El no era un artista comercial, era popular. Muy respetado por muchos, por otros no tan admirado en su música y su manera de cantar, pero sin dudas era muy serio en lo que hacía, él escribía lo que la tierra le dictaba y aprendió con muchos de esos paisanos que fue conociendo en el campo, en los asados, en sus viajes”
En los jardines de su casa en Cerro Colorado, a la sombra de un roble, las cenizas de Atahualpa descansan eternamente, más su legado vive y lo hará por siempre, pues su obra supo trascender lo musical, lo poético. Es sin dudas su trabajo un mensaje intelectual, ético, profundo, surgido de la observación del hombre en su entorno, la naturaleza. Sólo resta volver a escucharlo, tratar de entender a ese hombre que hoy en la ciudad que nació se lo representa injustamente tras las rejas, consecuencia de no saber de quién se trata, ¿o acaso alguien podría dañar justificadamente a quien supo cantar a la libertad?.
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