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Macri y la Herestética

Horacio Stradolini Por Horacio Stradolini | 20 de Mayo de 2018

El Presidente Macri consideró superada la turbulencia cambiaria reconociendo el nerviosismo vivido por la población. Hubo miedo y angustia, dijo desde Olivos. El país tiene graves problemas -estamos gastando más de lo que tenemos, es una carga para la sociedad y nos genera vulnerabilidad-, dijo.

Los datos duros, tanto históricos como presentes, las relaciones modélicas, la descripción de políticas, han desaparecido del discurso político como por arte de magia, parecen innecesarios a la hora de explicar sucesos con efectos económicos, sociales o políticos. El “gastamos más de lo que tenemos” da por concluida toda explicación, se lo expresa como si fuera todo lo que necesitamos saber. La pericia de los funcionarios del gobierno, dice Macri, nos ha salvado de las consecuencias terribles provocadas por nosotros mismos que “gastamos más de lo que tenemos”. Macri nos ilustra y nos llama a no persistir en esa actitud. Nos dice que por nuestro bien, es conveniente que aceptemos, y hasta reclamemos  los ajustes necesarios para redimirnos de este pecado: “gastar más de lo que tenemos”.

La mentira es cosa vieja en la política, lo nuevo es la irrelevancia de la verdad. Ya no importa la realidad, los hechos, los datos como explicaciones causales parecen innecesarios. Lo único que importa es el relato montado sobre verdades de Perogrullo que conmueven las emociones más primarias. Así se crea una “realidad”, que de tan evidente inhibe la necesidad de explicaciones, y ante esa “realidad”, aceptar perder lo logrado, volver al individualismo más feroz, resignar cualquier grado de soberanía, parece necesario e inevitable, casi merecido por haber pasado tanto tiempo “gastando más de lo que tenemos”. 

Así se construye el tan injustamente apreciado “sentido común”. El conocimiento científico queda opacado ante esta “verdad” tan evidente.

La Ciencia Política ha incorporado un concepto útil para revisar lo que nos pasa: la “herestética”. A partir de trabajos del científico social norteamericano doctorado en Harvard, William Harrison Riker se deduce este neologismo, y se lo utiliza para referirse al arte de la manipulación política.

Riker define “herestética” como “la manipulación de los gustos y alternativas a partir de los cuales se toman decisiones, tanto de una manera objetiva como de la forma en que aparece ante los participantes”.

La “herestética” no se reduce a la astucia política, la retórica o la persuasión; se refiere a la manipulación estratégica. Ante el fracaso de la retórica o la persuasión es necesario otro lenguaje, otra forma de plantear los asuntos. Es el arte de crear situaciones estructurando (y comunicando) la realidad de forma tal que me asegure el triunfo. Cuando no se puede persuadir, retórica mediante, se puede articular la situación de manera tal que los interesados crean que igual se verán obligados a proceder de la manera requerida por fuerza de las circunstancias. Sólo así pueden explicarse resultados políticos que, de ninguna otra forma, podrían haber sido aceptados.

El Presidente, con aires triunfales nos informa que pasó la turbulencia. Turbulencia remite discursivamente a un suceso de carácter natural. Corrida cambiaria sería otra cosa, aquí ya estaríamos en presencia de la necesidad de identificar responsables, por un lado, quienes especulan con las debilidades de nuestra economía, y por el otro, el equipo de funcionarios de debieron evitarla, porque esa “turbulencia” aumentó nuestros precios y redujo nuestros ingresos. Lo mismo pasa con la inflación, se presenta como un meteoro en lugar de explicarla como el resultado de acciones interesadas de hombres de carne y hueso. Los sistemas económicos no siguen reglas de la naturaleza, se constituye a partir de hechos sociales, son humanos los que persiguiendo maximizar sus utilidades someten en la pobreza a otros humanos.

Si la corrida cambiaria es turbulencia y la inflación un suceso natural sin responsables, nunca dirigiremos nuestra mirada inquisitiva hacia los verdaderos causantes, y así, la batalla por una sociedad más justa estará perdida desde el momento en que aceptamos como verdad los conceptos de la realidad que se nos impone. ¿Qué podemos hacer ante una turbulencia más que esperar que pase? Ahora, si en lugar de turbulencia se dijera que quedamos a merced de la despiadada actitud de inversores financieros nos veríamos obligados a encontrar otros responsables. Todos reclamaríamos otro tipo de acciones gubernamentales.

Construida herestéticamente la realidad, manipulada la información que la legitima, queda el camino allanado para lo que viene. El Presidente nos culpa por “gastar más de lo que tenemos”. Si le creemos, habrán quedado sentadas las bases para que se disponga de los derechos y reivindicaciones que tanta lucha y sangre han costado.

El Presidente ha encontrado el pecado original, “gastamos más de lo que tenemos”, sólo nos queda transitar el valle de lágrimas, los mercados se encargarán de poner las cosas en su lugar.

Para terminar, me parece apropiado recordar una frase que repetía el General Perón: “La economía y el libre mercado son sólo afirmaciones para el consumo de los tontos e ignorantes. La economía nunca es libre, o la controla el Estado en beneficio del Pueblo, o la controlan las grandes corporaciones en perjuicio de éste”.

Maest. en Estudios Políticos Facultad de Ciencia Política (UNR)

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