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Mariano Miró, el pueblo enterrado por la soja

El pueblo existio sólo diez años, la familia propietaria de las tierras decidió sembrar cereal y mover a los 600 habitantes que vivían en Mariano Miró, un documental explora el pasado de este pueblo arrasado por la soja.

Miró fue un pueblo que tuvo 600 habitantes, fundado en 1901 y desaparecido diez años después. Inmigrantes italianos levantaron los cimientos de casas y galpones que hoy están enterrados por la soja, el trigo y el maíz. El pueblo fue “descubierto” en el 2014 y desde entonces se intenta indagar sobre el pasado de esta localidad arrasada por el cereal. Un documental, recientemente estrenado, explora el pasado de este pueblo olvidado.

Poco se sabe, pero lo que se conoce, es que el pueblo se asentó sobre tierras del terrateniente Santamarina, un hombre polémico en la zona pampeana que durante su paso por el país cosechó odios y amores. Relatos orales aseguran que en 1901, esta familia quiso hacer un pueblo y realizó los trámites para que pase el tren, el ramal del Ferrocarril Del Oeste que unía Retiro con Mendoza. La estación fue el centro de la actividad de Miró, pero no por mucho tiempo. Los Santamarina se dieron cuenta que era mucho más rentable sembrar que promover el crecimiento del pueblo, y en 1911 les comunicaron a los 600 habitantes que debían irse. La mudanza con prisa.

Los habitantes de Miró, en su mayoría inmigrantes italianos, se fueron y se aquerenciaron en dos pueblos que aún perduran a duras penas: Hilario Lagos y Alta Italia. De a poco, y con el paso del tiempo, la cosecha fue enterrando a Miró. Algunos ancianos, muy pocos, recuerdan que había un almacén de ramos generales, herrería, carpintería y todos aquellos comercios que un pueblo tenía en esa época. Después de 1911, han quedado muy pocos registros, alguna publicación inglesa ferroviaria y unos mapas arrugados en donde se puede ver la ubicación del pueblo fantasma.

En el año 2014 un grupo de estudiantes de una escuela de la zona mientras hacían un pic nic vieron algunas cosas que brillaban entre los yuyos, se trataba de clavos, candados, botellas y utensilios de la vida cotidiana de aquellos 600 habitantes. La historia recorrió el país, y llegó a las manos de Franca González, una realizadora audiovisual nacida en General Pico que comenzó a indagar sobre este pueblo, el fruto de esta investigación se materealizó en el documental “Miró, las huellas del olvido“.

“Me impactó mucho porque nací a unos cien kilómetros de allí, y nunca había oído hablar de esa historia. De alguna manera es algo simbólico: un pueblo enterrado debajo de la soja, con todo lo que eso implica para nuestro país y nuestra forma de definirnos frente al mundo. Ese descubrimiento me tomó por sorpresa: la gente de los pueblos cercanos no sabía que allí había existido un pueblo ni qué había pasado con toda esa gente, por qué se habían tenido que ir”, comentó la documentalista, quien presentó el documental en el Festival de Cine de General Pico.

Para intentar desentrañar la trama de esta historia triste, arqueólogos de la UBA comenzaron a trabajar en lo que fue Miró, hoy una alfombre verde de soja. Hasta el 2017 hallaron 15.000 elementos que constituyen el único registro de la existencia de este pueblo.

“Lo que hallaron los arqueólogos fueron los restos de un pueblo importante para la época; un pueblo típico de esos que, tras la Conquista del Desierto, se fundaban cerca de las estaciones de ferrocarril. Un pueblo con almacén de ramos generales, hotel, bar, escuela, comisaría. Hasta un prostíbulo llegó a tener Miró. Y la gente de ese pueblo, por causas que en el momento de darse a conocer la noticia no se conocían, tuvo que abandonar todo rápidamente e irse a otro lugar. La historia me atrapó y me parecía un desafío, sobre todo porque había que enfrentar el vacío, la ausencia”, completa la realizadora.

Hoy Mariano Miró es el reflejo de lo que pudo ser y no pudo, y de cómo el afan de cosechar cereal obnubiló desde siempre la visión de aquellos que manejaron grandes porciones de tierra en nuestro país. La soja, el trigo y al maíz, tapan las calles, las ruinas y el recuerdo de un pueblo que desapareció para siempre.

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