No hay edad para aprender. Hilda es un claro y contundente ejemplo de qué se puede. Tiene 93 años y es beneficiaria del Programa de Apoyo y Dependencia a la Fragilidad del Programa de Atención Médica Integral (PAMI), que le permite que su cuidadora domiciliaria le ensené a escribir. Porque no fue a la escuela.
Gracias a la compañía y cariño de su cuidadora, busca perfeccionarse. Serafina es quien se encarga de asistir a Hilda en su vivienda y explicó que la protagonista de la historia “decidió aprender a escribir de grande porque no pudo escolarizarse. Espera con ansias el momento de agarrar el lápiz y el cuaderno para practicar la cursiva, que le sale muy bien”, indicó.
Y anticipó que “próximamente vamos a seguir sumando actividades y juntas empezaremos a pintar para seguir entrenando la motricidad fina”.
Otro ejemplo de superación de ésta herramienta de gestión de la obra social de jubilados y pensionados es Santa, que empezó a dedicarse a la pastelería cuando estaba a punto de perder la vista.
Su cuidadora es Ester, quien expresó que “hace un tiempo caminaba agarrada de mi cintura porque su visión era casi nula. Hoy después de una operación, se va recuperando.
“De la mano y con amor va saliendo adelante, la pastelería y los panificados son su especialidad y ahora puede seguir adelante con su pasión”, señaló.
Con el Programa de Apoyo y Dependencia a la Fragilidad del PAMI, como con otras iniciativas, “hemos cambiado las prioridades para orientar las políticas públicas a la gente, empezando por los últimos para llegar a todos”, destacó Riky Ruggeri, coordinador regional de Prestaciones Sociales de la UGL XXXI.
Si todavía no recibís las noticias de PRIMERA PLANA en tu celular, hacé click en el siguiente enlace https://bit.ly/3ndYMzJ y pasarás a formar parte de nuestra base de datos para estar informado con todo lo que pasa en la ciudad y la región.
