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Olvidó 10 años de su vida, no reconocía a sus hijos y su marido tuvo que reconquistarla

Es Lucía Trusso Milone (44), que sufrió amnesia disociativa. “Se me apagó el disco rígido”, dice. Y cuenta el arduo camino de su recuperación.

Algo en ella colapsó, se desconectó. Lucía Trusso Milone (44) sufrió un desmayo y, al despertar, su realidad cambió por completo.Yo digo que se me apagó el disco rígido. Abrí los ojos y me encontré rodeada de desconocidos. Solo sabía que uno de los chicos se llamaba Martín, pero no tenía claro quién era”, cuenta la mujer sobre su hijo, con el que desayunada esa mañana en su casa de Villa Ortuzar.

Pasó un domingo, el 7 de diciembre de 2014: Lucía se olvidó los últimos 10 años de su vida. Le llevó mucho tiempo rearmar el rompecabezas y ponerle nombre a lo que le había pasado. Más de cuatro años después comparte su historia.

El espejo le devolvió la imagen de una mujer más grande. Román, un hombre que ella no reconocía, aseguraba ser su marido y había dos chicos -Francisco (hoy de 10) y Martín (15)- que le decían “mamá”.

“Cuando me levanté en ese estado, esos desconocidos llamaron a una ambulancia. Yo no me quería subir. Pedía por mis papás que terminaron viniendo a buscarme. Cuando los vi así, viejos para mi recuerdo de una década atrás, me impresioné y me desesperé”, cuenta. “¿Cómo podía ser? ¿Dónde había estado yo todos esos años?”, se preguntaba y lloraba.

Quedó internada en la Trinidad Palermo por diez días. “Los médicos aseguraban que me había drogado. Nunca me llegaron a decir qué tenía y sin diagnóstico recibí el alta”, relata.

En un primer momento, quiso volver a la casa de sus padres pero al final se animó a ir con Román y los nenes. “Todos los veranos los pasábamos en Costa Azul, según me contaron en ese momento. Me fui para allá con mis hijos, con la intención de recordar”, suma. Pero la convivencia con esos chicos no fue fácil: “Me decían ´mamá, haceme; mamá, traeme´, yo no entendía nada”. Dice que, en ese tiempo, también debió recuperar algunas habilidades básicas que había perdido como escribir y manejar plata.

Terminaron esas vacaciones, volvió a Capital y entró en un cuadro depresivo. Para el día de los enamorados del año siguiente, el 14 de febrero de 2015, sufrió un brote psicótico. “Me internaron en la clínica psiquiátrica Santa Rosa, en Caballito. Eso fue lo peor. En ese lugar empecé a recordar a mis hijos, les escribía cartas todos los días. Román no faltaba a ninguna visita: venía martes, jueves, sábado y domingo de 15 a 17.30. Él me bancó en todo momento, nunca me dejó sola", cuenta Lucía.

Estuvo un mes y medio en el Santa Rosa, cuenta que la trataron bien pero que, hasta hoy, cuando pasa por la puerta de esa institución se le caen las lágrimas.

Ya en su casa, todavía sin confirmación del trastorno que había desencadenado todo, tuvo más recaidas. “Me sentía agotada, vivía en modo avión y tuve varios desmayos más. Una de las veces que me descompuse, en mayo de 2015, me mandaron al Fleni”, sigue Lucía.

Quedó internada por cuatro días en los que le hicieron todo tipo de estudios. Allí le hablaron por primera vez de amnesia disociativa, una patología no orgánica que provoca la pérdida de la memoria. Tener un diagnóstico la tranquilizó y le permitió iniciar una terapia con medicación, chequeos y una rutina que incluye respetar las horas de sueño.

“Me dijeron que lo que sufrí tuvo que ver con el estrés y sigo en tratamiento. Hoy me cuido muchísimo, tengo miedo de que me vuelva a pasar. Por eso, hago todo lo que me dice el médico. Cuando estoy cansada tengo que dormir si o si, la idea es evitar situaciones que me pongan nerviosa y descansar entre ocho y nueve horas por día”, detalla Lucía que, poco a poco y acompañada por especialistas, comienza a recordar. Hace un tiempo me acordé del parto de mi hijo Francisco", cuenta.

Con su marido empezaron a salir de nuevo: "Tuvimos citas: cenas afuera, él me regalaba música. Román ya me conocía y sabía lo que me gustaba pero, en mi caso, fue empezar de cero. Me volvió a enamorar con gestos y con su incondicionalidad".

"Todavía me faltan partes de la historia, hay días que sueño cosas que no sé si me pasaron”, agrega la mujer, que lentamente también está regresando al trabajo. "Canto, actúo y escribo guiones de teatro. Estuve mucho tiempo focalizada solo en la recuperación. Ahora estoy con algunos proyectos laborales aunque a un ritmo tranquilo, muy diferente al que mantenía antes del episodio. Priorizo la salud", explica. 

Asegura que“lo peor” de la amnesia disociativa fue volver a velar a los seres queridos que ya no están: “Tuvieron que decirme, por ejemplo, que mi padrino había muerto, yo no lo recordaba”. “Lo mejor es que aprendí a valorar las pequeñas cosas. Después de lo que pasé, me hago menos problema e intento aprovechar cada oportunidad para disfrutar”, cierra.

¿Qué es la amnesia disociativa?

“La amnesia es pérdida de memoria. Lo primero que se hace cuando se acerca un paciente con señales de este tipo es descartar que se deba a un trastorno orgánico, como un golpe en la cabeza, un ACV o una crisis epiléptica”, explica a Clarín Juan Pablo García Lombardi, que es psiquiatra del servicio de Neurología Cognitica de Fleni y atiende a Lucía desde junio de 2015.

Según el experto, “la disociación es un mecanismo psicológico que ocurre como una forma de defensa frente a un trauma y ayuda al afectado a tomar distancia de esa situación. Las personas que sufren estos episodios suelen tener una historia de estrés crónico o un evento puntual muy estresante”.

“Entre el 1,2% y el 1,8% de la población presenta en algún momento síntomas disociativos, según la Asociación Americana de Psiquiatría. En el Fleni, del total de las amnesias agudas que se atendieron en un año, el 7% fueron disociativas”, suma García Lombardi, quien afirma que no existen estadísticas en el país sobre este tema.

La característica principal de la amnesia disociativa, dice el psiquiatra, es que el paciente olvida datos autobiográficos. Quién es, dónde vive, cómo está formada su familia. “Es tan cinematográfico que parece simulado”, remarca el especialista, aunque aclara que “hay señales con las que un médico especializado se da cuenta de si el cuadro es o no real”.

Uno de los elementos llamativos de este trastorno es la indiferencia de la persona frente a lo que está pasando: “Las familias vienen muy preocupadas y, en general, el paciente llega confundido, no tan conectado con lo que le ocurre”.

García Lombardi sostiene que no hay fármacos específicos para abordar esta patología y que gran parte del trabajo con el paciente pasa por acomodar determinadas situaciones para evitar el estrés. “Algo de eso hicimos con Lucía. Modificar sus estresores ambientales. Además, hace terapia. Las personas que ya sufrieron estos episodios están predispuestas a repetirlos. Por eso es clave no interrumpir el tratamiento”, agrega.

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