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Por pedido de Cristina Kirchner, Axel Kicillof hizo renunciar a su gabinete para presionar al Presidente

La jugada de la vicepresidenta empezó con mensajes del Cuervo Larroque y luego las renuncias de los ministros bonaerenses a la espera de un “gesto imitativo” en el gobierno nacional.

Axel Kicillof es parte de los movimientos tectónicos en la coalición de gobierno, que determinan la primera crisis institucional en la gestión de Alberto Fernández.

Desde la Provincia, y de sus propios ministros, empezó la movida de renuncias en el gabinete, que después se precipitaron en el ámbito nacional. Fue una estrategia ordenada desde la cercanía de la vicepresidenta Cristina Kirchner.

La primera aproximación al movimiento de pinzas lo aportó la ministra de Gobierno, Teresa García, con su declaración sobre la dimisión a los cargos y que ahora están a disposición del gobernador.

En principio, una formalidad ante cada catástrofe electoral, como la de este domingo en el oficialismo. No obstante, pronto reveló la verdadera intencionalidad. Entre ellas, la búsqueda del gesto imitativo en el gobierno nacional, que finalmente se concretó pasado el mediodía del miércoles. El requerimiento del kirchnerismo provincial fue por cambios entre los colaboradores de Fernández.

Kicillof y Andrés “Cuervo” Larroque se habían encargado, previamente, de mensajear sobre esa aparente necesidad. Cristina fue la primera en advertir al Presidente que había “funcionarios que no funcionan”.

Pero, al fin, Buenos Aires resultó la expresión más ruinosa de la elección de Frente de Todos al perder por 37,99% contra 33,64 %. Hasta en municipios considerados inexpugnables.

Por eso, las renuncias de los ministros que mencionó García no se agotan en la formalidad. Algo de esta proyección instalaron los intendentes peronistas de la tercera sección en su reunión con el gobernador, en La Plata.

El martes, hubo un almuerzo de intendentes con el presidente Fernández, Máximo Kirchner y Sergio Massa. Fue en Almirante Brown. Kicillof no asistió.

Un día después, sorprendió con la convocatoria ampliada a los alcaldes del Gran Buenos Aires.

No se registraron en la charla planteos destemplados. La queja, en todo caso, se desarrolla, intensa, en sordina, y se expresará, en la organización de la elección en la general de noviembre a nivel distrital. La peor de la factura política de los intendentes al gobierno sería el reparto de la “boleta doble”, con candidatos propios en el segmento municipal en un tramo, y la “ganadora” (aunque sea de Juntos) en la representación de diputados al Congreso Nacional. En las PASO se verificaron esos cruces espontáneos, y de los otros, los que se preparan.

“Vamos a redoblar el esfuerzo para mejorar más rápido”, comprometió el martes Kicillof. Veinticuatro horas antes tenía la comprobación de haber perdido en siete de las ocho secciones electorales de la Provincia.

Apenas pudo demostrar, como resabio electoral, la ventaja de diez puntos en la tercera sección electoral, en el sur del Conurbano.

Surge, entonces, la eventualidad de un golpe de timón.

No tiene la premura que le atribuyen. “No hay cambios de gabinete inminentes. Las renuncias de los ministros siempre estuvieron a disposición desde que asumieron”, explicaron a Clarín en la Gobernación.

La ministra argumentó como razones: “Nosotros le hemos puesto a disposición nuestro lugar de responsabilidad al gobernador y él tendrá que tomar la decisión respecto de con quién quiere seguir y con quién no, cuál es su visión de gabinete futuro ”.

¿Qué evalúa Kicillof? Si aprovecha estos dos meses para un relanzamiento de su gestión con nuevos actores y otro formato en el método de gobernar. O espera las generales para que el resultado final determine el segundo tramo de su administración.

Hay cuatro áreas claves que condicionan el tempo del gobernador. La jefatura de Gabinete, a cargo de Carlos Bianco, no resultaría materia de intercambio. Tampoco Economía, con Pablo López, el funcionario que cerró el acuerdo con los bonistas extranjeros y normalizó los términos de la deuda por 7.500 millones de dólares. Ambos expresan el funcionariado de Kicillof.

Desarrollo Social, en manos de Larroque, y Salud, donde asumió Nicolás Kreplak, en lugar del candidateado Daniel Gollán, son dos cabeceras de playa de La Cámpora. Representan el equilibrio político e institucional del gobierno provincial.

Un desplazamiento de Larroque o de Kreplak provocaría un cisma en ese relacionamiento interno.

“Imposible”, adjuntan al pie. Tendría el carácter de ruptura. Una depreciación del poder de Máximo Kirchner, con lo que significaría, además, para el escenario nacional del Frente de Todos. Demasiada escala para Kicillof, quien depende aún del talante de la vicepresidenta Cristina Kirchner.

Sólo queda Gobierno, de la misma García –electa como senadora provincial-, Infraestructura, administrada por Agustín Simone, y Justicia, del experimentado Julio Alak, como espacios negociables. Pero, a juicio del observador prevenido, serían cambios “para que nada cambie”.

De estas insinuaciones, surge que el propósito último de la movida de las renuncias en Provincia, sólo procuraron condicionar lo pasos de Alberto Fernández.

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