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Quién era “Poroto”, el vecino que salió a pedalear y terminó asesinado

Era un referente familiar, instructor como compañero de trabajo, apasionado del básquetbol y nuevo amante del ciclismo. Un hombre que resplandecía por su cordialidad y generosidad

Fernando Daniel Liguori murió porque una bala le dejó marca de entrada y salida y en su recorrido traspasó uno de los pulmones generándole su deceso por shock hipovolémico, según el informe preliminar de la operación de autopsia.

El próximo 28 del corriente iba a cumplir 53 años. Estaba casado con Carolina Piperno, de 50 y era padre de Jeremías, de 20, basquetbolista de Atlético Trebolense, a quien apoyo y acompañó en todo el tiempo de su carrera deportiva. Tenía un hermano: Pablo Liguori. Era devoto de su familia, tal vez lo más sagrado para él y protector incondicional de su mamá, quien enviudo cuando Fernando era muy joven.

Era empleado judicial y prestaba servicio en el Juzgado de Familia Nº 1 del Departamento Judicial Pergamino, a cargo del magistrado Walter Ariel Giuliani.

Por esa razón, la Asociación Judicial Bonaerense emitió anoche un comunicado expresando “nuestra inmensa conmoción por lo sucedido y le acercamos nuestro abrazo a sus familiares, a sus compañeros y compañeras más cercanos de trabajo y a sus seres queridos”.

Hacía unos 15 años que trabajaba en la Justicia y antes había cumplido tareas en un estudio jurídico particular, algunos años después de haber egresado del Colegio Industrial, en 1987.

Era común encontrarlo en la zona céntrica y principalmente en mesas de café donde se hablaba de basquetbol, que era su pasión. Fue asistente técnico y entrenador de la primera división de Juventud en alguna oportunidad.   

Fanático de Independiente, en los últimos años había encontrado en el ciclismo una actividad preferida, que practicaba con entusiasmo y dedicación porque además “Carola”, su compañera de la vida, también lo acompañaba a pedalear.      

Fernando “Poroto” Liguori no dejaba de saludar a nadie y en el Juzgado de Familia “nos enseñaba a cómo tratar a la gente”, dijo Matías, un compañero de todos los días.

Ayer la ciudad perdió a un vecino bondadoso, de sonrisa prolongada, virtuoso de la paciencia y del trato amable. Un hombre que la ciudad extrañará por lo que supo cosechar desde su hombría de bien.

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