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¿Quién es Franco Trovato Fuoco, el fotógrafo con pajaritos en la cabeza?

Es el autor de la muestra “Materia leve”, con 64 imágenes de aves, que captó desde su ventana durante la pandemia. Es un libro gratuito que se adquiere en las redes y con el que se puede colaborar para reparar el techo del espacio de memoria La Escuelita de Famaillá, en Tucumán

Muchas historias en una. Muchas y variadas, como palabras tienen los relatos y muchas historias como fotos se acumulan en una vida, como desaparecidos y muertos quedaron en este país tras el terrorismo de Estado. Incontables historias como las plumas de un pájaro. Esta es una de ellas: la del reportero gráfico Franco Trovato Fuoco, de 43 años, nacido en nuestra ciudad. Un fotógrafo con pajaritos en la cabeza.

Franco tiene una mamá que le leía cuentos y tuvo un abuelo librero. De adolescente se radico en Rosario a estudiar periodismo pero se convirtió en fotógrafo y luego en reportero gráfico. Es un profesional a quien un día la agencia internacional EFE le pidió fotos de fútbol y él cayó en la cuenta de que no sabía captar bien las escenas de un juego tan veloz. Entonces, poco antes y durante toda la pandemia, se entrenó con pajaritos.

Empezó con un colibrí y siguió con todos los que veía desde la ventana de su casa. Alcanzó imágenes futbolísticas precisas y preciosas: aleteos ágiles y creativos como las piernas de un 10; esperas pacientes, como la de un arquero; la posesión cerebral, de esas que logran los volantes; el porte desafiante de un zaguero, la solidaridad de todo un equipo unido y hasta la desazón de un delantero que acaba de errar un tiro al arco.

Franco Trovato Fuoco se dio cuenta que esas metáforas lo conectaban con el oráculo del I-Ching y sus 64 símbolos. Fue compartiendo cada a pajarito en las redes y recibió decenas de mensajes, likes y anécdotas de quienes valoraban sus fotos y le contaban qué les provocaban esa aves, qué recordaban de sus propias historias al verlas.

Vendió algunas copias en papel de 12 centímetros por 12 centímetros. Pero unos colegas, para él, “maestros”, le dijeron que allí tenía una muestra y lo alentaron a levantar vuelo.

El pergaminense decidió hacer síntesis, editar: Elegir y desechar con desgarro. Las miles de fotografías que había sacado se convirtieron solo en 64, con la ayuda de un colega y “hermano de la vida”, al decir de Franco: El reportero gráfico Guillermo Turín Bootello.

Las fotos seleccionadas son las que integran su muestra de fotografías “Materia leve”, un libro gratuito al que se accede por un link y que permite colaborar con el techo de la Biblioteca Hilda Guerrero de Molina, en la Escuelita de Famaillá, de Tucumán.

La Escuelita es un espacio de memoria y promoción de derechos humanos. Se calcula que allí, desde febrero de 1975 y hasta marzo de 1976 fueron secuestradas más de 1500 personas, muchas de las cuales fueron asesinadas o se encuentran desaparecidas. Allí el artista de nuestra ciudad participó en 2018 de una bienal de fotografía y su conexión con la Escuelita y ese grupo de reporteros gráficos de distintas provincias del país nunca se diluyó.

Son muchas historias en una. “La colaboración sugerida no tiene un monto fijo, cada cual decidirá con cuánto puede y quiere colaborar sin que eso condicione el acceso al material. 'Materia leve' habla sobre las transformaciones que desde lo cotidiano pueden recalar en nuestro interior; pasarme los días y las soledades mirando pajaritos para mí fue una curación, si podemos transformar la gratuidad de un librito en un valor inmenso como el techo para una biblioteca este modesto material que les voy a presentar va a volver en paz a sus orígenes que son los vuelos, la música espontánea y la libertad”, dijo el pergaminense.

Sí, una pluma, exigua, grácil, de menos de un gramo, no solo parece curar sino que es la antesala de “Materia leve”: Un trabajo sin trípode, realizado en un 90 por ciento desde la ventana y el balcón del tercer piso de su departamento. Un trabajo completamente en blanco y negro.

“No copié las fotos en color porque se acercaban mucho a la foto clásica de naturaleza y mi intención no es mostrar tanto las aves en sí, sus detalles, sino utilizarlas como introspección: en blanco y negro toman un cariz más cercano al test de Rorschach”, contó Franco Trovato Fuoco y alude así a los conocidos test de “manchas simétricas” que supuestamente evalúan la personalidad de un sujeto.

Además agregó otro dato técnico: “La sensibilidad refiere a cuánta luz necesita la cámara para captar un motivo a altas velocidades, yo dejé ese aspecto en automático porque entre las luces y sombras de las copas de los árboles, no podía estar modificando eso todo el tiempo sin perderme lo que hacían los pajaritos”.

A la imagen de esa pluma se agrega un texto de Jorge Luis Borges que expresa cuáles eran para el escritor los condimentos del hecho estético.

“La música, los estados de la felicidad, la mitología...”, se leerá. Y a esas palabras le seguirán “uno, dos, y varios pájaros en bandada. De ida, pero también dando la espalda: de regreso, puntos, en el crepúsculo de un cielo. Tordos, garzas, colibríes, calandrias, gaviotas, chimangos y "benteveos", el pájaro de la infancia para Franco, fueron captados sobre ramas, aleros, sobrevolando el agua del Paraná, en instantes precisos, en sus nidos, a sus anchas, en picada, entre corolas y flores.

“Me pasé horas mirándolos, llegué a reconocer sus sonidos y seguí el ciclo vital entero de algunos ejemplares y hasta identifiqué a un benteveo, al que llamé Flipper: le faltaba una pluma en la cola”, aseguró el de Pergamino.

Cada pajarito tejerá una urdimbre con una frase del I-Ching y todo eso cerrará con la “materia leve de un poema concluido”, al decir de Leopoldo Marechal. Pero realmente para concluir faltará agradecer, y Franco lo hará: con amigos y colegas.

“Un día iba a cubrir una nota y me crucé con Rubén Chababo, un profesor de letras de la UNR y ex director del Museo de la Memoria, alguien que me dijo 'gracias por los pajaritos' y luego me envió una carta de tres páginas contándome que durante la pandemia se le había muerto su perra y que ver cada día mis fotos en las redes le hacía menos profundo el dolor. Otra mujer me contó que su madre, ya fallecida, cuando iba a su casa a visitarla, desde afuera de la casa silbaba como los benteveos avisando que había llegado, y ella al ver las fotos se emocionaba recordando a su mamá. Y así miles de historias increíbles”, puntualizó Franco Trovato Fuoco, el fotógrafo con pajaritos en la cabeza.

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