Deambulaba a diario por la Avenida de Mayo con pantalones por encima de la cintura, la mayoría de las veces corto y mochila. También acostumbraba a usar barbijo.
Tenía como lugar de referencia el sector de cajeros del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en la esquina de Pueyrredón y Peatonal y frente cada persona que pasaba delante suyo, con una botella de gaseosa de plástico en la mano, repetía “ayúdeme; soy pobre”, a la espera de alguna ayuda económica.
Su comportamiento casi nunca llamó la atención de los transeúntes, conductores y comerciantes del Centro. Era una persona muy tranquila y que prácticamente no interactuaba con nadie.
Pero en las últimas semanas, por causas que se desconocían, el hombre de 34 años y que no tiene domicilio, sino que para la Policía y la Justicia estaba en situación de calle, había empezado a tener conductas agresivas.
Hace algunos días, por ejemplo, se hizo viral un video atacando a piedrazos a varios vehículos que circulaban por Avenida de Mayo, entre Luzuriaga y Doctor Alem.
Ese episodio puntual del fin de semana feriado del 1º de Mayo, provocó destrozos y generó pánico generalizado de las personas que transitaba por el lugar.
El temor se acrecentó cuando intentó oponerse violentamente, después de largos minutos que se hizo presente la Policía y se dispuso a detenerlo.
Pudo ser finalmente aprehendido, imputado en principio por el delito de Resistencia a la Autoridad.
Más tarde se confirmó que la persona posee varios antecedentes con idénticos episodios de violencia hacia peatones y vehículos, con idéntico “modus operandi”.
Las sospechas iniciales relacionaban los ataques con algún tipo de síndrome o padecimiento psicológico o psiquiátrico, lo que se certificó posteriormente en sede judicial.
Los estudios periciales adjuntados a otros expedientes, con fecha en 2017, establecen que sufre un retraso mental leve y que si bien no lo hacían incurrir en los parámetros de inimputabilidad, el paso del tiempo y esencialmente la falta de atención y medidas de contención efectivas de parte del Estado, modificaron su estado de salud mental de forma negativa.
Hoy por hoy, ese hombre que parecía apacible y sin riesgos, debido a la multiplicación de sucesos como el del 1º de mayo pasado, se transformó en un sujeto de peligro para terceros y bienes ajenos.
La ausencia de tratamientos y programas de contención apropiados, sumados a algún tipo de adicción que ponen en trance a cualquier persona en situación de calle, modificaron radicalmente el riesgo para sí y para otras personas.
El último informe de los profesionales médicos que los entrevistaron, a pedido de la Justicia, dejaron en evidencia su delicado estado de salud mental, atento a que no pudo comprender la criminalidad del acto perpetrado en la vía pública el 1º de mayo, en plena Avenida, ni tampoco dirigir sus acciones por padecer una variación morbosa de sus facultades.
En ese marco, la Justicia dispuso que permanezca internado provisoriamente en la Sala de Psiquiatría del Hospital Interzonal General de Agudos “San José” hasta tanto se efectivice su traslado e internación, a fin de atender debidamente su situación de salud mental en el Hospital Neuropsiquiátrico “Melchor Romero” de La Plata.
Una vez más y ante un caso concreto, se encienden todas las alarmas de un sistema estatal, empezando por el Municipio, que no dio respuestas en tiempo y forma a las circunstancias de salud y situación de vulnerabilidad de una persona afectada en su salud mental desde más de 6 años, debidamente acreditadas por la Justicia y que deambulada por la zona céntrica de la ciudad, a la vista de todos, sin ningún tipo de mínima atención ni de suficiente contención.
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