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Salud cardiovascular, rendimiento físico y calorías: ¿el sexo cuenta como ejercicio?

Las relaciones sexuales, aunque aumentan el ritmo cardíaco, rara vez provocan un paro cardíaco. Cuáles son los aspectos más estudiados por los expertos y por qué no justifican faltar al gimnasio.

Ya sea en San Valentín, al día siguiente o cualquier otro día del año, muchas parejas mantienen relaciones sexuales. Algunos, chequeando sus relojes inteligentes y sus monitores de actividad, se preguntan: ¿estamos haciendo ejercicio?

Los científicos curiosos también se lo han preguntado. La actividad sexual es una forma popular y placentera de pasar unos 32 minutos, aproximadamente. Pero, ¿es físicamente intensa o pausada? ¿Puede quemar tantas calorías como hacer footing, o es más bien un paseo suave? ¿Aumenta el ritmo cardíaco? ¿Puede provocar infartos? ¿Y si mañana tenemos que estar en condiciones físicas óptimas? ¿Deberíamos evitarla?

Dada la prevalencia de las relaciones sexuales -puede que sea la actividad física que menos se salta-, las respuestas importan, y algunos estudios recientes ofrecen respuestas preliminares, incluidas algunas estadísticas nuevas y sorprendentes sobre la edad típica de alguien que experimenta un “paro cardiovascular repentino” durante las relaciones sexuales y hasta qué punto el ejercicio mejora la función y la satisfacción sexuales.

Pero probablemente la pregunta más acuciante sobre sexo y ejercicio es: “¿El sexo cuenta como hacer ejercicio?”.

La respuesta, en varios sentidos, parece ser afirmativa. En un artículo de revisión publicado en la revista Archives of Sexual Behavior, investigadores de la Universidad de Almería y la Universidad de Murcia (España) recopilaron todos los estudios anteriores que pudieron encontrar en los que se analizaban los esfuerzos físicos implicados en el coito. No había muchos.

Como actividad, el coito es difícil de estudiar, por razones que van desde la cortesía hasta la política. Los estudios que encontraron los investigadores se referían principalmente a parejas heterosexuales comprometidas, normalmente casadas, que solían acudir a un laboratorio para la observación científica de sus esfuerzos.

En ocasiones, el coito tenía lugar en casa de los voluntarios. Algunas de las parejas llevaban pulsómetros u otros dispositivos de seguimiento. Otras fueron filmadas y se analizaron sus patrones de movimiento. No se ocultó a nadie si se estaba practicando sexo. Sin embargo, incluso con estas limitaciones, los investigadores españoles descubrieron que existían patrones.

Cuenta como ejercicio moderado

Lo más evidente es que las relaciones sexuales aceleran el corazón y queman energía. En los estudios en los que se utilizaron rastreadores, la frecuencia cardíaca media osciló entre 90 y 130 latidos por minuto, con picos de 145 a 170 lpm. La frecuencia cardíaca de las mujeres tendía a ser más baja que la de los hombres.

El gasto calórico medio durante el coito también varió ampliamente, dependiendo de la posición de las personas, del sexo y de factores más inefables, como si estaban en casa o bajo observación en el laboratorio. En un estudio, el gasto energético total durante una sola sesión de actividad sexual alcanzó las 130 calorías, mientras que en otro experimento, el máximo fue de 101 calorías para los hombres y 69 calorías para las mujeres.

“Estas mediciones indican que la actividad sexual puede provocar demandas físicas de intensidad moderada o incluso vigorosa”, afirmó José M. Muyor, profesor del Centro de Investigación en Salud de la Universidad de Almería, que dirigió el estudio de revisión.

Las cifras son similares a las de una carrera suave, salvo por los picos de frecuencia cardíaca, que se elevaron más de lo normal mientras se trotaba, y normalmente durante el orgasmo, que entonces no es frecuente.

En cuanto a la duración de los episodios sexuales, también variaron. En las parejas jóvenes y sanas de un estudio, el sexo duró una media de 32,38 minutos, mientras que en otro estudio sólo se prolongó unos 19 minutos entre parejas con problemas de salud, como enfermedades cardíacas.

En todos los estudios, se consideró que la duración empezaba con los preliminares y terminaba con el orgasmo masculino. Es discutible si esos parámetros captan adecuadamente la experiencia de ambos miembros de la pareja, pero “nos limitamos a describir los métodos y protocolos que cada estudio llevó a cabo”, señaló Muyor.

¿Puede detener el corazón?

Otros investigadores han investigado recientemente si el sexo, además de vigorizar brevemente el corazón, puede también, en determinadas circunstancias, detenerlo, y no metafóricamente.

Por ejemplo, un notable estudio publicado en 2022 en la revista JAMA Cardiology sobre las muertes en Londres debidas a un paro cardíaco súbito en la hora siguiente a haber mantenido relaciones sexuales reveló que tales muertes eran tranquilizadoramente infrecuentes.

De los 6.847 paros cardiacos súbitos mortales remitidos a un centro de patología de Londres entre 1994 y 2020, sólo 17 se produjeron durante el coito o casi inmediatamente después. Pero de esos 17, seis eran mujeres, algo inesperado, y la mayoría eran relativamente jóvenes. La edad media era de 38 años.

Del mismo modo, un estudio de 2018 en París de personas que sobrevivieron a paros cardíacos repentinos entre 2011 y 2016 encontró que alrededor del 0,6%, o 17 en total, todos ellos hombres y la mayoría de 50 años, sufrieron un paro cardíaco durante o poco después de tener relaciones sexuales. En comparación, 229 de los otros casos se produjeron durante la práctica de deportes u otro tipo de ejercicio, y 2.782 en otras situaciones.

Curiosamente, los intentos de reanimación de los hombres que sufrieron un paro cardíaco durante o poco después de mantener relaciones sexuales tendieron a comenzar más tarde que en las demás situaciones, quizá por la incredulidad de sus parejas o por “cierto grado de vergüenza”, según Eloi Marijon, profesor de cardiología de la Universidad de París y coautor del estudio. “No disponemos del estado civil de los miembros de la pareja”, advirtió.

Pero el principal hallazgo de su investigación y de otras en este campo es que los paros cardíacos durante o a causa de las relaciones sexuales siguen siendo escasamente frecuentes. Y cuanto más se practica el coito, más disminuyen los riesgos.“Durante cualquier actividad física -aseguró el experto-, incluidas las relaciones sexuales, el riesgo de sufrir un paro cardíaco es mayor que en reposo”.

Y concluyó: “Pero los corazones, como otros músculos, se fortalecen y se hacen más resistentes a ellos cuanto más se esfuerzan las personas, incluso con el sexo. La actividad sexual no debe considerarse una situación de riesgo”.

No debilita las piernas

Tampoco es probable que comprometa la competición o el entrenamiento de mañana, a pesar de los mitos generalizados que afirman lo contrario.

Una revisión de 2022 publicada en Scientific Reports concluyó que “la actividad sexual entre 30 minutos y 24 horas antes del ejercicio no parece afectar a la forma física aeróbica, la resistencia musculoesquelética o la fuerza/potencia”.

La revisión, que agrupó datos de nueve estudios en los que participaron 133 personas, casi todos varones, que mantuvieron relaciones sexuales en las horas previas a algún tipo de prueba física, también concluyó que el coito no mejoraba el rendimiento físico.

El sexo, en otras palabras, no sirvió para nada, lo que quizá resulte reconfortante tanto para las personas sexualmente activas como para las que no lo son.

“Yo diría que no hay ninguna razón para evitar o promover el sexo antes de una carrera o competición sexual”, afirmó Gerald Zavorsky, profesor de fisiología y biología de membranas de la Universidad de California en Davis, que dirigió la revisión.

Por supuesto, pensar en el sexo únicamente como una herramienta competitiva o incluso como una forma más de ejercicio moderado es arriesgarse a restarle parte de su poético misterio e intimidad.

Por otro lado, si en algún momento eligieras pensar en el ejercicio como una forma de mejorar el sexo, parecería estar bien. En un estudio realizado en 2019 con más de 6.000 hombres y mujeres, cuanto más ejercicio hacían las personas, menos probabilidades tenían de declarar disfunción eréctil, entre los hombres, y disfunción sexual, entre las mujeres.

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