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Ser trans en Pergamino: la dura historia de Pamela Rodríguez, ahora en plena lucha para ser reconocida por el Municipio

La vida de la referente militante del movimiento LGTBIQ cumple con todas las condiciones por las cuales se generó la ley de cupo trans. A pesar de eso y de su inclaudicable pelea, en su ciudad, el reclamo sigue sin ser escuchado.“Hace 10 años que estoy facturando al Municipio como monotributista social y no entiendo cómo aún no estoy adentro”, reclama

Cuatro años pasaron desde la aprobación de la Ley N° 14.783. Después de casi un lustro, el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires pudo, al fin, reglamentarla y ahora sí la ley de cupo laboral trans será aplicable, o al menos eso se espera.

En 2015 la conocida “Ley Diana Sacayán” había sido sancionada, después el Gobierno de María Eugenia Vidal puso en marcha el clásico mecanismo burocrático que hace que las cosas que deberían pasar no pasen, o al menos demoren lo máximo posible. Recién el boletín oficial del 5 de diciembre de 2019 dio a conocer la novedad, justo una semana antes del final del mandato. Esta ley establece que al menos el 1 por ciento del sector público de la Provincia sea ocupado por personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo.

El lento avance logrado en la Provincia, generó una serie de acciones que pareciera -sólo en la superficie- agilizar la situación local, por ello PRIMERA PLANA dialogó con Pamela Rodríguez, estoica militante del movimiento LGTBIQ (Lesbianas, Gays, ​Transgénero, Bisexuales, Intersexuales y Queer), de la ciudad.

"Ahora se está trabajando para que se lleve a cabo la Ley Integral Trans. Entiendo y agradezco la ‘Ley Sacayán’, no está mal, lo que está mal es que necesitemos una ley para poder ampararnos y conseguir un trabajo. Así necesitamos ingresar a estos ghettos para poder tener acceso a la salud, a una inclusión laboral. El 1 por ciento no valora las capacidades que tienen las personas transgénero para el trabajo. Estoy de acuerdo con la ley, pero no puede ser que tengamos que concurrir a eso para obtener un trabajo digno", explicó Pamela Rodríguez y dejó claro que no le gusta decir lo que conviene sino lo que siente. Su vida la avala sin dudas.

Pamela durante algo más de dos años formó parte de la Dirección de la Mujer y Asistencia a la Familia de la Municipalidad de Pergamino, que dirige Romina Yaryura. Sus inquietudes la llevaron luego a crear la ONG Diversidad Pergaminense, espacio que presentó un proyecto que conformó la actual Area de Diversidad del Municipio, dependiente de la Secretaría de Desarrollo Social. En ese ámbito, también vale destacar su trabajo para la creación del Consultorio Amigable, donde un equipo interdisciplinario con profesionales y promotores de salud trabajan con la problemática de VIH y acompañamiento psicológico y hormonización para personas trans.

Sus logros, su compromiso y su particular historia de vida, la constituyen como una referencia ineludible del sector, pero además desde hace 10 años se desempeña en tareas administrativas en la Municipalidad. Esos antecedentes la colocarían indudablemente en el tope de las listas como primera incorporación trans del Municipio de Pergamino, pero no. El destino le vuelve a jugar una nueva trastada y lo que parecía ser el principio de equilibrio se transformó en un nuevo escollo en su camino.

"Estoy muy feliz con la aprobación del cupo, estoy muy contenta con que una persona trans de Pergamino tenga la posibilidad por la que luchamos durante tantos años. Pero no puedo entender aún cómo es que yo que hace 10 años que estoy facturando al Municipio como monotributista social y no estoy adentro; no puedo entenderlo, sobre todo porque lo necesito más que nunca", resaltó Pamela Rodríguez.

Pergamino particularmente estuvo un paso adelante en esta temática, pues vale recordar que en septiembre de 2018, el Concejo Deliberante aprobó por unanimidad en la 12° sesión ordinaria el expediente referido al cupo trans, presentado por el coordinador del Área de Diversidad, Simón Pérez, con la adhesión de la Asociación Civil ONG Diversidad Pergaminense LGTBI.

Esta ordenanza establecía, entre otras cuestiones, que de la totalidad del personal de planta municipal, el 1 por ciento era para personas trans y establecía además la reserva de los puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por estas personas, con el fin de promover la igualdad de oportunidades en el empleo público. En otro de los artículos, la legislación indicaba claramente que quienes ocupen esos cargos gozarán de los mismos derechos y estarán sujetos a las mismas obligaciones que la legislación aplicable a todos los empleados municipales. La ordenanza, que dejaba esta responsabilidad en manos del Area de Recursos Humanos, daba cuenta de los métodos de difusión, armado de listados de aspirantes, capacitaciones y hasta campañas de concientización entre otras acciones puntuales.

14 a 1

Al inicio de la gestión del intendente Javier Martínez, la planta municipal rondaba los 1.500 trabajadores en relación de dependencia. Cuatro años más tarde, ajuste mediante, la planta se redujo a 1.400, sin contar personal contratado, monotributistas y cualquier otra forma vincular. Con ese número se estima que el Municipio de Pergamino debería “reservar” un cupo para al menos 14 personas trans.

Para esos puestos, la ordenanza deja claros lineamientos de qué y cómo proceder para cumplir con la ley, pero la realidad dice otra cosa. El Municipio tomó por estas horas a una sola persona trans y queda aún por definir el futuro de Pamela Rodríguez, que sigue con su Monotributo, al igual que otras dos chicas que hace alrededor de 3 años facturan a la Municipalidad.

"Me parece que deberían tomar en cuenta mi trayectoria y que además en julio cumpló 50 años", contó a PRIMERA PLANA. "Lo que más me duele -admitió- es que durante tanto tiempo hice un gran esfuerzo y ahora que necesito estabilidad, más la posibilidad de aportar para una jubilación digna a futuro, veo que las oportunidades se abren pero no para mí. No sé si es porque no he acompañado ideológica y políticamente a este Gobierno o por mi condición de HIV o por mi participación activa a otro candidato, pero he quedado afuera". Pamela dijo que "por idoneidad no me pueden haber dejado afuera; hace 10 años que estoy trabajando. Me quedan muy pocas chances porque cuando cumpla 51 no tendré posibilidad alguna de ingresar a la Planta Estable del Municipio ni de ninguna empresa".

Ella confirmó que pidió una audiencia con Javier Martínez en dos oportunidades para manifestar su deseo de conseguir su puesto en Planta Permanente. También explicó que tuvo una charla con Gabriela Taruselli cuando estaba a cargo de Desarrollo Social. La respuesta siempre fue la misma.

Diana Sacayán, al igual que Pamela, fue una militante de su vida. Un mes después de sancionada la Ley que ella misma impulsó fue asesinada, una triste mueca del destino que no hizo más que confirmar lo que en el papel se explicaba. El argumento de la ley refiere que "Las personas travestis, transexuales y transgénero de Argentina se encuentran entre las poblaciones más vulneradas históricamente del país, por lo que padecen persecución, exclusión y marginación sistemáticas, lo cual les genera enormes dificultades para el acceso a la igualdad de oportunidades y de trato y al efectivo goce de sus derechos humanos. A causa de la criminalización, discriminación y exclusión sistemática a la que fueron y están aún expuestas, las personas travestis, transexuales y transgénero suelen ser víctimas de rechazo, marginación y violencia brutal desde una temprana edad, lo cual se traduce en violencia en el seno familiar y en la expulsión del hogar durante la adolescencia, así como de las escuelas e institutos educativos a los que concurren, forzandolas a vivir en la extrema pobreza, con frecuencia debiendo valerse de actividades y economías criminalizadas para su subsistencia, lo cual, a su vez, ha contribuido a que un gran número de personas travestis, transexuales y transgénero registre antecedentes por detenciones en vía pública, procesamientos y condenas penales".

Ese argumento que constituye la ley parece el cúmulo de situaciones posibles para una persona caída en desgracia, parece hasta irreal, más próximo a una ficción apretada que a la realidad. Pues la vida de Pamela Rodríguez, es un ejemplo claro de que la ficción jamás surge si no es con una realidad cruda como antecedente.

"Mi vida no fue linda. A los 13 terminé la primaria y enseguida fui expulsada de mi hogar porque mi papá me quiso llevar a debutar a los prostíbulos de la época: ‘lo Silvia’ o ‘lo Mollo’. Nosotros éramos una familia muy humilde entonces le dije a mi papá que no gastara plata, que a mí no me gustaban las mujeres. Recibí una paliza impresionante y me tuve que ir a vivir con mi abuela", contó Pamela Rodríguez sobre el principio de una historia que es mil historias más.

"Estuve un tiempo aquí, tenía trabajo, algún hombre que me quería, y por la noche estudiaba. Pero cuando salía del colegio, la Policía me veía vestida como mujer y terminaba siempre detenida. Así perdí entre otras cosas el trabajo", reveló"Luego me mudé a Rosario, donde empecé a prostituirme. No tenía otra forma de ganarme la vida. De ahí me fui a Panamericana, estuve en Brasil, Paraguay, Uruguay siempre viviendo de la prostitución y manteniendo a mi madre que trabajaba de sirvienta. Conocí el mundo de las drogas, del alcoholismo, la pasé realmente muy mal", enumeró Pamela a PRIMERA PLANA sobre una vida que parece realmente irreal.

La vida, la no vida, o como quiera denominarse, la llevó a otros lugares. Se radicó en Neuquén capital, siguió prostituyéndose, pero allí "la ley y el orden" fueron un poco más benévolos.

Sobre su cabeza, además de la subsistencia propia y la de su madre, pesaba una promesa que algún día tenía que cumplir: su hermano mayor la extrañaba y le había hecho jurar que un día volvería a Pergamino. En 2005, el papá de Pamela Rodríguez falleció y entonces entendió que era el momento de volver.

"Mi vida no fue linda. Y un día tuve que decidirme y hacer un cambio. Fui a ver al intendente que en aquel momento era ‘Cachi’ Gutiérrez. Le pedí trabajo, le dije que necesitaba ayuda porque todo me había llevado al mal camino, porque por mi condición no tenía posibilidad de conseguir un trabajo normal. Me dijo que tenía que estudiar si quería trabajar, así que me puse y finalice el secundario. Así que fui haciendo la transición, no podía dejar de prostituirme aún porque lo primero que me dieron fue un Plan Trabajar; mientras estaba en la Dirección de la Mujer, cobraba 1500 pesos por mes. Trabajaba, estudiaba y de ahí me iba a prostituir a Ugarte y Bolivia. Le demostré  a todos que yo quería cambiar, no falté nunca, excepto los días que tenía que viajar al Fernández a buscar mi medicación por ser VIH o cuando estuve internada", remarcó orgullosa hoy mirando su vida en retrospectiva, pero su tono de voz cambia y vuelve a esta parte de la película que le toca vivir: "Necesito que me pongan en Planta Permanente; necesito tener una obra social, nunca nos lo ofrecieron. Creo que sería lo más lógico que me den la Planta por antigüedad y porque además soy la promotora en Pergamino del cupo laboral trans. Creo que me lo merezco".

No faltará seguramente el burócrata atento que sepa esgrimir ahora miles de argumentos leguleyos que se evaporen instantáneamente en el aire en el que se reproduzcan. Habrá también los de un lado y los del otro pretendiendo razones que no caben más que una mesa de café. Aplacarán además el sonido molesto de conciencias y seguirán, sin despeinarse, el ritmo veloz de los tiempos que corren. Seguramente pensarán que todo ya pasó, más no. Pamela Rodríguez estará ahí haciendo lo que mejor hace, avisar, reclamar, luchar.

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