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Sobre espías y espiados

Juan Manuel Casella Por Juan Manuel Casella | 5 de Junio de 2020

En el comienzo de su artículo publicado en “La Nación” del 28 de mayo, Carlos Pagni informa que la titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) pidió a la Justicia Federal "…que llame a declaración indagatoria a Gustavo Arribas, su antecesor durante la gestión de Mauricio Macri, por la presunción de que realizó intervenciones clandestinas en las casillas de mail de dirigentes de la oposición y también de Juntos por el Cambio…".

El día siguiente, 29 de mayo, en la edición virtual de “Perfil”, apareció un artículo titulado “Los radicales y el espionaje: Entre el silencio y la opereta K” en el que se afirma que en el listado de dirigentes de “Juntos por el Cambio” sometidos a vigilancia, estaban "…los correligionarios Ernesto Sanz, Mario Negri, Angel Rozas, Miguel Nanni y Mario Barletta…”.

Alguien dijo que la política es ingrata. De ser ciertas las noticias a que alude el párrafo anterior, estarían confirmando la validez de esa afirmación. Porque los correligionarios identificados por “Perfil” fueron –y parecen seguir siendo- fieles partidarios del acuerdo celebrado con el PRO, silenciosos aceptantes de la decisión de Macri en el sentido de que gobernarían “los que habían ganado” (es decir, exclusivamente el PRO), acompañantes disciplinados de todas las decisiones unilaterales e inconsultas que adoptó ese gobierno, y protagonistas de un prudente alineamiento que no afectase la relación con “los ganadores”. Las pocas disidencias públicas que en algún momento plantearon Rozas o Negri, no modificaron la tendencia general y las eventuales críticas y reclamos efectuados en privado no serian otra cosa que versiones inverificables. Además los hechos políticos solo alcanzan su pleno valor cuando el pueblo las conoce. Por eso, esta actitud ingrata de la AFI macrista es poco comprensible.

Algún otro dijo que el Estado es arbitrario, ineficiente y derrochon. También en este caso, las notas periodísticas ratifican el acierto de este concepto. Porque ¿Qué sentido tiene utilizar los escasos recursos públicos para espiar a los que están a favor y acompañan pasiva y calladamente? Por ejemplo: uno de los dirigentes radicales aparentemente incluidos en este deplorable sistema de vigilancia operó, asociado a Lilita Carrio, para sabotear y sepultar “UNEN”. Luego, defendió en Gualeguaychú la integración con el PRO, afirmando que la UCR no declinaría de sus posiciones históricas y supervisaría el correcto ejercicio del poder. Después, desapareció del escenario público para evitar toda crítica a un oficialismo que ni siquiera estuvo cerca de disminuir la pobreza, el drama social que el presidente Macri estableció como pauta central para calificar su gestión. Frente a estas actitudes tan adecuadas para el PRO. ¿porqué lo espiaban?, ¿para qué?. Un derroche total.

Más allá de estas notas de color, lo importante es repudiar un método horrible que afecta la libertad personal al exponer la vida de alguien, cualquiera sea su ubicación política y social, a la vigilancia oculta de un tercero y agrede la dignidad al invadir la intimidad y meterse insidiosa y arteramente en el ámbito privado. La inmoralidad de esos instrumentos invasivos desnaturaliza la función política del Estado, que debe garantizar la convivencia a partir del respeto que merece cada ciudadano. Un poder público que adopta prácticas potencialmente chantajistas, traiciona esa función básica y destruye el nivel de confianza imprescindible para una relación social civilizada.

Las excusas con las que pretenden amortiguar los efectos negativos de estos presuntos hechos, no sirven para nada. No es creíble atribuirlos a “la segunda línea” de funcionarios de la AFI: tomando en cuenta la trayectoria de Arribas, es obvio que Macri lo eligió por sagaz no por distraído. Por eso, no se puede admitir que ignorase lo que estaba ocurriendo, en caso que la justicia verificase la realidad de las denuncia. Por otra parte, su responsabilidad funcional seria innegable.

Tampoco vale invocar “una opereta K”. No tengo duda alguna que el cristinismo duro utilizó este método inescrupulosos, tal como recurrió a la mentira sistemática, al escrache y a la manipulación de los datos oficiales. Pero esos antecedentes no legitiman un recurso tan innoble, especialmente por parte de un gobierno que fue electo para terminar con esos vicios. No podemos aceptar que se iguale hacia abajo, diciendo que todos los gobiernos hacen lo mismo. Además de ser falso, ese argumento descalifica a quienes lo utilizan.

Sería muy útil que los correligionarios que habrían sido sujetos a vigilancia fueran los más activos en denunciar estos procedimientos, para defender con todo derecho, su dignidad personal y demostrar plena conciencia de su representatividad y responsabilidad políticas.

El autor es Abogado y dirigente de la Unión Cívica Radical

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