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Una historia desconocida: la versión pergaminense de Romeo y Julieta

Hay un Pergamino lleno de sucesos desconocidos para la mayoría, pero que algunas personas, intentando evitar el olvido, van transmitiendo de boca en boca durante generaciones. Una de ellas la publicó en su Facebook, Mauro Ganem y es el caso de un noviazgo frustrado de 1885

En la vida de todo pueblo, existe una historia de amor mítica, "de novela" dirían las abuelas. En el Pergamino de 1885, esa historia de amor la protagonizaron los jóvenes Matilde Guardiola y Eduardo Pimentel.

Ella pertenecía a una de las primeras familias que se había radicado en la zona, una de celosos estancieros, dueños de haciendas y de vidas. Él, provenía de una familia de extranjeros que aún no encontraba su espacio en esta sociedad. Pero les bastó tan sólo verse una vez en el baile de carnaval que se había organizado en el Hotel de la Victoria, para saber que estaban hechos el uno para el otro.

Al igual que en la famosa obra de William Shakespeare, en esta historia autóctona existía una notable diferencia de clase entre ellos. Y los padres de ambos lados se encargaron que no pudiera llevarse adelante esta historia de amor.

La joven Matilde se hundió en una gran tristeza. Sus padres creyeron que con el tiempo esto pasaría, pero esa angustia comenzó a herirle ciertos órganos vitales. Cuando la situación se tornó irreparable fueron con urgencia en busca del joven para que se casara con ella.

Ya era tarde.

Pocas horas después de ser enterrada, en la tumba de la joven, enloquecido por el dolor, el joven Eduardo, se cortó las venas de su mano, pero como la ansiada muerte no llegaba con la rapidez prevista, se disparó con el revólver que escondía entre sus prendas.

La noticia recorrió y conmovió a toda la zona del Pergamino. Las autoridades que intervinieron en el caso encontraron dos cartas. Una de ellas dirigida a un amigo al cual le pedía perdón "por no haberse quitado la vida en el momento que moría Matilde, pero debía poner cosas particulares en su lugar". La otra carta estaba dirigida a las autoridades locales. "En uso perfecto de mi razón me quito la vida por propia voluntad. Deseo que el Sr. Ángel Gil sea el depositario de todo hasta que los señores Hotham de Buenos Aires y Ernesto Eckell de Campana, resuelvan lo que quieren hacer, a lo que tienen derecho como principales acreedores. Pido que mi entierro se haga modestamente. Pido que mi cadáver sea enterrado al lado de la señorita Matilde Guardiola, como único recuerdo. Este pedido debía habérselo hecho a sus padres, pero no tuve la valentía para hacerlo. Si no se puede cumplir con mi pedido, que mi cuerpo sea enterrado en el osario general. Hoy a las 10:30 serán conducidos mis restos al cementerio. Eduardo Pimentel. 9 de Julio de 1885".

Actualmente, cuando alguna persona por la bóveda de la familia Guardiola, una de las lápidas recuerda a la joven Matilde. Pero también existe otra lápida sin ninguna inscripción, allí descansan los restos de su enamorado.

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