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Veterinario argentino en la Amazonia: "Los animales morían quemados o de hambre "

Los árboles se habían convertido en cáscaras que yacían crujientes sobre el suelo. Ahí abajo todo era gris, negro o de algún color opaco que poco tenía que ver con la vida. Los incendios en la Amazonia habían empezado hacía más de un mes, y todavía hoy hay algunos focos encendidos.

La selva boliviana fue una de las más afectadas. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, se quemaron cinco millones de hectáreas. Eso hizo que el veterinario argentino Ignacio Peña, de 31 años, arremangara su camisa a cuadros y viajara al lugar en donde las llamas devoraron la selva y escupieron cenizas, para salvar a algunos de los animales que ahí viven.

Durante casi todo el mes de agosto, varias ONG de Bolivia le pidieron al presidente, Evo Morales, que declarara la emergencia nacional por los incendios, especialmente en la zona de Santa Cruz de la Sierra. Solo en ese lugar se quemaron 3,5 millones de hectáreas (1,3 millones correspondían a áreas protegidas y 2,2 millones a áreas boscosas).

Un día de septiembre, cuando los medios del mundo mostraban esa enorme chimenea, Peña recibió un mail del refugio de animales silvestres Senda Verde. "Ahí describían una situación catastrófica. Decían que muchos animales habían muerto por las llamas y los que sobrevivían al fuego morían de hambre porque su hábitat estaba destruido. Por esa situación muchos animales aparecían en zonas urbanas y la gente, por miedo, les disparaba", relató Peña.

La Amazonia es una de las zonas tropicales más grandes del mundo y tiene un papel vital en la regulación de la temperatura y la humedad del planeta. Es un gran almacén de biodiversidad, ya que aloja el 20% de las especies vegetales del mundo. La selva amazónica libera oxígeno y almacena dióxido de carbono. Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, en la zona de la selva boliviana, donde trabajó Peña, hay más de 2300 especies de animales.

El correo pedía veterinarios que se ofrezcieran como voluntarios para ir a ayudar, y así lo hizo. Él se formó en la Universidad Nacional de la Plata, donde se recibió en 2012 y por haber nacido en Mar del Plata su interés era conseguir un trabajo vinculado a la fauna marina.

Ese mail en septiembre no fue su primer contacto con el refugio. Cuando se recibió viajó como mochilero por América Latina. En Bolivia paró en la ciudad de Coroico. Llovía a cántaros y de casualidad agarró una revista para pasar el rato, en la que nombraban a Senda Verde como un refugio para los animales rescatados del tráfico ilegal. Entonces fue a visitarlo y contactó a una de las médicas del lugar: "Le dije que algún día me interesaría trabajar ahí".

"Al terminar la carrera me dediqué durante años a trabajar en clínicas atendiendo a perros y gatos. En 2016 me fui a hacer un voluntariado a Barcelona, a un centro de rehabilitación de animales marinos. Luego me postulé en muchos trabajos y me llamaron de la Fundación Mundo Marino. Ahí empecé a trabajar en 2018. La gente de la fundación fue la que me dio la posibilidad de ir hasta Bolivia para dar una mano, ellos fueron quienes me pagaron el pasaje hasta allá", dijo Peña.

El 18 de septiembre llegó a la ciudad de Concepción, "a una zona selvática que se llama Chiquitanía. Ahí habían instalado cuatro refugios temporales para los animales. Aún no tenían un veterinari,o entonces apenas puse un pie en el lugar pasé a ser el que estaba a cargo".

El refugio donde trabajó lo armaron en un zoológico abandonado. A una jaula le pusieron una lona sobre el techo para protegerse del sol y con alambre gallinero armaron otras jaulas para los animales que llegaban. En un momento llegaron a atender a 25 animales, entre tortugas terrestres, armadillos, perdices, perezosos, loros y hasta una víbora cascabel. Los días eran, por momentos, agobiantes. Al terminar, él y su equipo dormían en un departamento cercano al lugar, alquilado por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua de Bolivia.

"Se los curaba, se les daba alimento y se los liberaba para que no se acostumbren. El tema es que a muchos no había donde liberarlos porque su hábitat estaba destruido. Tratábamos de buscar nuevos lugares pero realmente se quemaron millones de hectáreas. La gente lo consideraba como el peor fuego que hayan visto. También era desgarrador ver a los miembros de las comunidades indígenas, sus testimonios eran muy duros, habían perdido todo, no tenían ni agua para tomar", recuerda Peña.

Las donaciones llegaban desde la Argentina, Francia, España, Bolivia, entre otros países, y ellos se encargaban de administrar y ordenar lo que recibían. Según cuenta, hasta la fecha sigue habiendo fuego, muchos encendidos de manera intencional. "Ahí pasa lo que llaman el chaqueo, queman un área para luego trabajar esas tierras. El tema es que el fuego luego se descontrola. Muchas de las cosas que pasan allá son muy tristes", concluye el veterinario.

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