El fútbol argentino despidió esta semana a Miguel Angel Russo, un referente indiscutido del deporte y de la conducción humana dentro de los equipos. Su fallecimiento, a los 69 años, despertó innumerables muestras de afecto y reconocimiento, no solo por sus logros deportivos, sino también por su forma de ser.
Entre quienes lo recordaron con emoción se encuentra Gabriel Nasta, exjugador de Los Andes, quien fue dirigido por Russo durante la temporada 2000/2001 en Primera División.
En diálogo con Fútbol en Mil Rayitas, el hoy entrenador de Sports Salto revivió aquellos días y una historia que, con el paso del tiempo, se transformó en una lección de respeto y madurez.
“Con Miguel tengo muchas anécdotas, pero la más significativa tiene que ver con mi salida de Los Andes. En ese momento tuvimos una diferencia -que no fue directamente con él, sino más bien una situación inducida por los dirigentes- y eso provocó que me fuera. Yo me enojé mucho, incluso fui a hablar con él para aclararlo y evitar conflictos. Con los años entendí que los técnicos a veces toman decisiones que ni siquiera dependen de ellos”, relató Nasta.
El reencuentro llegó casi una década después, cuando el de Pergamino trabajaba como manager de Guillermo Brown de Puerto Madryn y organizó un amistoso frente a Boca Juniors, dirigido entonces por Russo.
“Cuando Boca llegó a Trelew, fui a recibirlos con la comitiva del club. Apenas lo vi, nos dimos un abrazo enorme. Después compartimos un café y una charla que duró horas, hablando de fútbol, de la vida… Yo le pedí disculpas por cómo había reaccionado en aquel momento, y él, con esa simpleza que lo caracterizaba, me dijo que me entendía y que lo valoraba. Era un tipo muy abierto, muy humano”, recordó con emoción.
Aquel encuentro selló una relación marcada por el respeto mutuo y la admiración. “Me quedo con eso: con su capacidad para escuchar, para entender y para seguir adelante sin rencores. Con el tiempo, pudimos hablar como si nunca hubiéramos perdido el contacto. Miguel fue un tipo enorme, fuerte mentalmente, muy inteligente. Creo que se fue de la manera que quiso, con dignidad, dejando una huella enorme en todos los que lo conocimos”, expresó el exDouglas Haig.
Desde Lomas de Zamora hasta cada rincón donde dirigió, Miguel Angel Russo dejó una marca imborrable. Su legado trasciende los resultados y se sostiene en los valores que encarnó dentro y fuera de la cancha.
“Allá arriba -cerró Nasta- hay otro más para el equipo del cielo. Y seguro va a seguir enseñando, como lo hizo toda su vida”.
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