La memoria es la capacidad de los seres humanos para aprender, evocar y almacenar la información aprendida. Y su pérdida afecta en múltiples aspectos de la vida diaria.
Es que el cerebro es el órgano más complejo y fascinante del cuerpo humano, y su bienestar es fundamental para llevar una vida plena y saludable. Gracias al cerebro, podemos llevar a cabo acciones tan diversas como pensar, hablar, escribir, recordar, bailar, respirar y soñar. Cuando existe algún tipo de deterioro en él, muchas de estas actividades se pueden ver afectadas.
Pero antes, hay que aclarar que olvidarse algunas cosas es normal. Lo anormal sería recordar todo lo que hacemos, como le sucedió al personaje de Funes, el memorioso del escritor Jorge Luis Borges. Los expertos médicos han investigado extensamente el cerebro debido a su amplia gama de funciones para determinar cuándo un olvido es normal y cuándo responde a una patología.
El doctor Ricardo Allegri, jefe de Neurología Cognitiva de Fleni, explicó en una nota reciente: “En el olvido benigno, el sujeto no se acuerda de parte de una situación o una palabra y la recuerda posteriormente en forma espontánea o ante una ayuda. El sujeto está mucho más preocupado por los olvidos que su entorno. Un ejemplo es cuando uno está hablando y no aparece un nombre pero sí sabemos de quién hablamos y todo su entorno. Al rato, manejando el auto, nos aparece espontáneamente ese nombre o alguna situación nos lo trae. Esto es un olvido normal”.
En cambio, en el olvido patológico “la persona olvida una situación completa que no recupera posteriormente. Hay frecuentes reiteraciones de preguntas o comentarios. El sujeto está anosgnósico (no reconoce y minimiza lo que le pasa) y esto lo lleva a que su entorno esté mucho más preocupado que él. Un ejemplo típico es si yo fui a cenar anoche a la casa de un familiar mayor y hoy a la mañana lo llamo por teléfono y me dice: ‘Hace tanto tiempo que no nos vemos’. Este es un olvido patológico (no recuerda algo reciente, no recuerda la experiencia completa y no se facilitó con mi llamado), indicó el médico.
Por ejemplo, en los pacientes con Alzheimer aparecen los olvidos patológicos. “En ellos son típicos la pérdida de la memoria reciente; las reiteraciones de preguntas o de comentarios; la falta de palabras; algún episodio de desorientación en el tiempo y más adelante en el espacio”, precisó el experto.
“Se presentan dificultades con el manejo del dinero (equivocaciones, cambios en el valor), problemas con tareas que la persona hacía habitualmente, errores en compras, fallas en el manejo habitual de bancos”, indicó Allegri y destacó que en la actualidad se sabe que la patología de la enfermedad de Alzheimer empieza muchos años antes de la sintomatología clínica.
Ciertas formas de fallas al recordar son anormales y pueden ser indicativas de problemas mayores:
1. Dificultad para aprender cosas nuevas.
2. Problemas para hacer y comprender cosas que antes eran fáciles.
3. Olvidar conversaciones rápidamente.
4. Perderse en lugares familiares.
5. Repetir historias con frecuencia.
6. Los seres queridos señalan que algo anda mal. Es más probable que un ser querido pueda detectar tempranamente problemas como la repetición de historias en el día a día.
Aunque el estrés y la ansiedad pueden afectar su capacidad cognitiva, es la edad la que ejerce la mayor influencia.
En cuanto a la pérdida de memoria, los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos compartieron los resultados del estudio ‘Demencia y Trastornos Cognitivos Geriátricos’, destacando que después de los 30 años comienza el declive cognitivo, pero se intensifica significativamente después de los 60 años.
La neuróloga Sharon Sha, de la Universidad de Stanford, respalda estos hallazgos al señalar que hay una leve disminución en la memoria a medida que avanza la edad. La doctora destaca que la capacidad de retención de la memoria disminuye en comparación entre un joven adulto y una persona de 60 años.
“Cierto grado de problemas de memoria y una modesta disminución en otras habilidades de pensamiento son partes comunes del envejecimiento”, destacan expertos de Mayo Clinic.
“Sin embargo, hay una diferencia entre los cambios normales y la pérdida de memoria asociada con demencia, enfermedad de Alzheimer y otros trastornos relacionados. Y algunos problemas de memoria podrían ser causados por otras afecciones tratables”, precisó la doctora Anne Shandera-Ochsner, neuropsicóloga clínica en Sistema de Salud de Mayo Clinic en La Crosse y Onalaska, Wisconsin..
Es normal tener una pérdida leve de memoria a medida que envejecemos. Esto no va impedir vivir una vida plena y productiva. Por ejemplo, de vez es posible olvidar el nombre de un conocido pero recordarlo más tarde. Es posible perder las gafas o necesitar escribir una lista para recordar tareas.
Estos cambios en la memoria pueden ser irritantes, pero son normales y manejables. No interrumpen la capacidad para trabajar, vivir de forma independiente o mantener una vida social.
La demencia no es una enfermedad específica. Es un grupo de síntomas que afectan memoria, razonamiento, juicio, lenguaje y otras habilidades de pensamiento.
Suele comenzar gradualmente, empeora con el tiempo e interfiere con la vida diaria de una persona, incluido el trabajo, la gestión de las tareas diarias, interacciones y relaciones sociales.
Los síntomas tempranos incluyen olvidos, dificultad para orientarse, y problemas para resolver situaciones cotidianas. A menudo, estos se acompañan de cambios en el estado de ánimo, como ansiedad o tristeza.
La condición, que se agrava con el tiempo, varía según las causas y el estado de salud anterior del individuo, potenciando la necesidad de ayuda en el cuidado personal.
La demencia afecta diferentemente a cada persona, pero eventualmente puede conducir a no reconocer a seres queridos, problemas de movilidad, y conducta agresiva, enumeraron desde la OMS. Es por este motivo que, al identificar algunos de estos síntomas, es de suma importancia la consulta con un profesional.
La pérdida de memoria suele ser una de las primeras o más reconocibles signos de demencia. Otros signos tempranos pueden incluir:
La actividad física es fundamental, ya que estimula al sistema circulatorio y, por ende, al flujo sanguíneo en todo el cuerpo. Lo más importante es que este factor también impacta en el cerebro y lo mantiene oxigenado, lo que ayuda a evitar su deterioro.
El Department of Health and Human Services (Departamento de Salud y Servicios Humanos) de Estados Unidos recomienda al menos 150 minutos a la semana de actividad aeróbica moderada o 75 minutos a la semana de actividad aeróbica intensa. Lo ideal es dosificar la actividad a lo largo de la semana para que el cuerpo disfrute de los beneficios que brinda diariamente, indicaron los expertos de Mayo Clinic.
No solo debemos entrenar el cuerpo, sino también al órgano responsable de nuestra memoria: el cerebro. Toda acción que requiera un esfuerzo mental, como leer, hacer crucigramas, aprender nuevos idiomas o a tocar instrumentos, incentiva al cerebro y lo mantiene activo.
Otro factor que ayuda a preservar el bienestar neuronal son las relaciones con otras personas. Lo óptimo sería realizar estas acciones junto a amigos y seres queridos, entre otras personas. El entablar conversaciones y pasar tiempo con otros ayuda a bajar los niveles de estrés y a combatir la depresión, que suelen empeorar la calidad de la memoria.
Un consejo esencial de los expertos es organizarse. Ya sea con agendas, calendarios o notas (papel o electrónicas), escribir las tareas a realizar en el día hace que sea más fácil asignar tiempos a cada acción. Marcar cuando se completan las tareas también contribuye a la organización de todos los días, además de colaborar con un seguimiento sobre qué se debe hacer a continuación. Otro consejo es no hacer demasiadas cosas al mismo tiempo, es preferible una sola acción hasta finalizarla.
El cerebro necesita descansar para funcionar correctamente, ya que no solo permite comenzar con energía al día siguiente, sino que además existen procesos fisiológicos esenciales que solo ocurren en el descanso. Es por ello que es de suma importancia tener una buena rutina nocturna y acostarse temprano para lograr dormir entre 7 y 9 horas, sin interrupciones.
Si los ronquidos interrumpen el sueño, programe una cita con el profesional de la salud, podría ser un signo de un trastorno del sueño, como apnea del sueño”, advirtieron desde Mayo Clinic. Al tiempo que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, advirtieron que la falta de sueño puede afectar a la memoria.
También la comida influye de forma positiva o negativa, ya que “el cerebro humano representa sólo el 2% del peso del cuerpo, pero el 20% de su carga metabólica ( 1– 3 ), y 10 veces más caro por gramo que el músculo”, según advierten desde la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, contenida en el Centro Nacional de Información Biotecnológica. Es por este motivo que se recomienda consumir frutas, verduras, cereales integrales y carnes bajas en grasa. En contraposición, desalientan el consumo de alcohol que “puede llevar a confusión y pérdida de memoria”.
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