Los gatos son conocidos por ser una de las mascotas más queridas en el mundo, porque ofrecen compañía y afecto a millones de personas. Sin embargo, al igual que otros animales domésticos, pueden ser portadores de diversas enfermedades que pueden afectar la salud humana.
La transmisión de estos patógenos generalmente ocurre a través de la exposición a sus heces, saliva, orina o incluso el contacto con su pelo. Si bien la mayoría de las personas no experimentan complicaciones graves, ciertas infecciones pueden presentar riesgos, especialmente para personas inmunocomprometidas, embarazadas o niños pequeños.
Prevenir las enfermedades que los gatos pueden transmitir a los humanos implica mantener buenas prácticas de higiene y atención veterinaria regular. Algunas recomendaciones incluyen:
Además, es recomendable seguir un calendario de vacunación y aplicar los refuerzos según las indicaciones del veterinario para garantizar una inmunización eficaz.
El pelo de gato en sí mismo no es peligroso, pero puede ser el vehículo de alérgenos o parásitos.
Las personas alérgicas a los gatos reaccionan a las proteínas presentes en la saliva o la caspa del animal, lo que puede provocar estornudos, congestión nasal y, en casos más graves, asma. Aunque algunas razas de gatos producen menos alérgenos que otras, no existen gatos completamente hipoalergénicos.
Evitar el contacto directo y mantener una limpieza frecuente en el hogar puede ayudar a reducir los síntomas en personas sensibles.
Los gatos pueden transmitir parásitos a los humanos de varias maneras. Los parásitos intestinales, como los anquilostomas o Toxocara cati, son los más comunes.
Estos parásitos se eliminan a través de las heces del gato, y las personas pueden infectarse al entrar en contacto con la arena o el suelo contaminado. Los huevos de estos parásitos pueden ser ingeridos accidentalmente, o en algunos casos, las larvas pueden penetrar la piel al caminar descalzo sobre suelo contaminado.
Para prevenir estas infecciones, es esencial mantener una correcta desparasitación en los gatos y evitar el contacto con sus heces.
La toxoplasmosis es generalmente asintomática en la mayoría de las personas, según un artículo de Mayo Clinic, pero en algunos casos puede producir síntomas similares a los de la gripe, como fiebre, dolores musculares, inflamación de los ganglios linfáticos y erupciones cutáneas.
En personas con sistemas inmunitarios debilitados o en mujeres embarazadas, la infección puede ser más grave, ya que el parásito puede afectar los ojos, el cerebro y otros órganos, o incluso causar malformaciones en el feto si se contrae durante el embarazo.
Según precisan en el sitio MedlinePlus, de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, la infección en la madre embarazada se puede tratar con espiramicina, mientras que la infección fetal (diagnosticada durante el embarazo) se puede tratar con pirimetamina y sulfadiazina.
El tratamiento de los bebés con toxoplasmosis congénita casi siempre incluye pirimetamina, sulfadiazina y leucovorina durante un año. En algunas ocasiones, a los bebés también se les suministran esteroides si su visión está amenazada o si el nivel de proteínas en el líquido cefalorraquídeo es alto.
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