Carlos Miri, integrante de una familia muy querida propietaria de la “La Casa del Uniforme”, es el actual párroco de la Iglesia Nuestra Señora de la Merced.
Fue pasando por distintas ciudades como San Pedro y San Nicolás hasta volver a nuestra ciudad, la que lo vio nacer.
- ¿Qué recuerdos tiene de su niñez y adolescencia en Pergamino?
- Nací en el Barrio Acevedo en San Lorenzo y Rio de Janeiro. Un barrio de inmigrantes, por un lado milanés, sirio, italiano, español, como toda la gente que trabajaba en el ferrocarril, y las personas que venían de Oriente que no tenían negocios, tenían tiendas.
De mi niñez tengo recuerdos muy felices.
Fui el primer hijo de un matrimonio de trabajadores, mi mamá era maestra, mi papa empleado; después pusieron su negocio, La Casa del Uniforme, que es muy reconocido en Pergamino. Nacieron mis hermanos, con Rita me llevo cuatro años, con Gabriel me llevo 12, con Florencia me llevo 17.
Hasta los 12 años viví en el Barrio Acevedo, tomé la comunión en la Parroquia San Roque. Era la época que no existía el celular, en que tus padres tenían confianza, en dónde estabas, sabían que estabas en la casa de un amigo o en el potrero del barrio, o a la vuelta de mi casa, jugando a la pelota, o a las figuritas, la payana, también a las bolitas en alguna esquina. Existían por esos tiempos calles, veredas de tierra y éramos muy compañeros, amigos todos los del barrio.
Primer grado lo hice en la escuela de Todd, mi mamá era maestra de ahí y llevaba a otros chicos del barrio. Segundo grado en la Escuela Nº 4, de tercero a séptimo en los Maristas. La secundaria, en el Colegio Nacional, donde cursé los 5 años, del cual tengo muy buenos recuerdos y muy buenos amigos. Todavía nos seguimos encontrando y viendo en la vida.
- ¿Cómo decide su vocación por el sacerdocio?
- La vocación es un llamado de Dios que viene al hombre, y le da una respuesta libre y generosa del hombre hacia Dios, así como Dios nos elige en el plan que tiene para cada uno, a mí me eligió para la vida sacerdotal. Entré al Seminario San Carlos de Borromeo, en la Diócesis de Rosario en Capitán Bermúdez, hice los 7 años, y ahí el obispo me envía a San Pedro por 6 meses. Era amigo del párroco Marcelino Magaldi, también de Pergamino.
A los 6 meses me ordeno sacerdote y ahí me dice que quede en San Pedro por el tiempo que crea necesario. Y pasaron 28 años de estar en San Pedro; 17 u 18 años compartí con el párroco y cuando el muere, asumo como Párroco.
Construimos e inauguramos diecinueve capillas, además de las tres parroquias. Después el obispo que me ordenó fue Domingo Castagna, sigue Monseñor Mario Maulion que me nombra apoderado del Obispado y administrador, junto con presidente de la junta de educación, la junta que nuclea a los colegios de la diócesis, y ahí fui comenzando a recibir nombramientos de representante legal de los colegios del Obispado.
Estoy como párroco de la Merced desde el 2012, en que Monseñor Cardelli me pide que venga a Pergamino. La verdad es que no lo dudé, pensando que mis padres estaban grandes. Hace un mes que falleció mi madre y acompañé a mis hermanas que estuvieron en todo momento en el cuidado de mis padres.
- ¿Tener un Papa argentino nos beneficia?
- Al cardenal Bergoglio lo conocí en ordenaciones de jóvenes desde San Pedro a Buenos Aires. Cuando nombraron a Francisco fue un boom en todo el mundo y en Argentina tener un Papa argentino. Tenemos que aprender que no somos el ombligo del mundo, y que cuando el Papa habla, no lo hace solamente para los argentinos sino para el mundo entero.
Hay muchas cosas que Francisco dice que hay que hacer y que en nuestro país hace años se realizan. A lo mejor aquel que no participa de una comunidad no lo sabe, o a veces los medios de comunicación agregan cosas que no deberían agregarlas, porque son cosas que se hicieron y se siguen haciendo desde hace mucho tiempo.
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