El Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) lleva adelante desde 2011 la elaboración del “Mapa de Arsénico en Argentina”, que monitorea la presencia de este elemento natural en el agua de diversas regiones del país. Durante el cierre de actividades debido a la pandemia, el Instituto no pudo recibir más muestras de agua por parte de la ciudadanía (que también participaba del proyecto) por lo que la herramienta quedó en suspenso y en los últimos meses volvió a funcionar. “Relevamos más de 900 muestras a lo largo de Argentina y detectamos que el número de personas que podrían verse involucrada en la ingesta de agua subterránea con valores altos de arsénico llega aproximadamente a los cuatro millones de habitantes”, afirma Jorge Stripeikis, director del equipo científico a cargo del mapa y del Departamento de Ingeniería Química y Petróleo del ITBA, a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
El arsénico es un elemento que está presente de forma natural y en grandes concentraciones en las aguas subterráneas de muchos países. Según la OMS, es una de las diez sustancias químicas más preocupantes para la salud pública y la exposición prolongada a través del consumo de agua y alimentos contaminados puede causar un cuadro clínico conocido como Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico. Su falta de tratamiento puede generar cáncer, lesiones cutáneas, enfermedades cardiovasculares y diabetes. Además, la exposición intrauterina y en la primera infancia se ha relacionado con efectos negativos en el desarrollo cognitivo y un aumento de la mortalidad en jóvenes adultos.
Asimismo, el organismo plantea que el límite recomendado para la concentración de arsénico en el agua de bebida es de 10 microgramos por litro. “Esto se traduce en diez partes por billón. Por ejemplo, en términos ilustrativos, si en 1/4 coloco un billón, es decir, mil millones, de bolitas blancas y diez negras, estas últimas representan la proporción de arsénico que puede empezar a ser perjudicial para la persona”, explica el doctor en Ciencias Químicas.
Según lo monitoreado en el mapa, las áreas geográficas del país que tienen una concentración de arsénico superior a la recomendado y pueden generar patologías son gran parte del interior de Buenos Aires (como Balcarce, Junín, Tres Algarrobos o Francisco Álvarez), Córdoba, Santa Fe, Santiago del Estero, Jujuy, Salta, Chaco, Tucumán y Corrientes.
El mapa marca con un color verde aquellas zonas donde la presencia de arsénico se ajusta a lo recomendado por la OMS, con amarillo a aquella concentración que está entre las diez partes y las cincuenta partes por billón, y con rojo al registro de aguas subterráneas que superan estas cifras. En ese caso, no debe consumirse el agua de forma directa ni para la cocción de alimentos, sino que debe reemplazarse por otra fuente segura.
“Al ser natural, no se va a poder eliminar el arsénico. Entonces, lo que se busca es concientizar a la población y generar estrategias de prevención de consumo. Hoy en día existen módulos que pueden remover el elemento y que se pueden incorporar a tratamientos primarios de potabilización”, detalla Stripeikis ante la Agencia. Y continúa: “También, hay universidades nacionales, privadas y centros de investigación que están desarrollando pequeños dispositivos a nivel domiciliario que tendrían la aptitud de retener el arsénico”.
La OMS recomienda la implantación de un sistema inocuo de abastecimiento de agua potable destinada al consumo como agua de bebida, la preparación de alimentos y el riego de cultivos alimentarios. A su vez, para reducir los niveles de arsénico en el agua de bebida, propone por ejemplo sustituir las contaminadas por el agua de lluvia o aquellas superficiales debidamente tratadas, o mezclar agua con bajos niveles de arsénico con aquella con alta concentración para alcanzar un nivel aceptable.
La presencia del Estado y las empresas privadas para potabilizar el agua y disminuir lo más posible el consumo de arsénico se vuelve fundamental. Por su parte, el ITBA abre sus puertas para que la población de distintas partes del país acerque muestras de agua en una botella plástica chica con el fin de que sea analizada y se amplíe la información para el consumidor y la población entera.
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