El gobernador Axel Kicillof tomó una decisión muy importante: desdoblar las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Ahora bien, evaluar esta decisión sin tener en cuenta la responsabilidad de gestión que le corresponde es, como mínimo, malintencionado. O, en su defecto, revela una falta de comprensión sobre la profundidad de lo que está en juego.
En primer lugar, debemos considerar que el gobierno nacional está obsesionado con la provincia de Buenos Aires. No solo porque allí gobierna un mandatario peronista, sino que, además, se trata de un gobernador peronista que lo enfrenta abiertamente. Por lo tanto, si se hubiera optado por las elecciones concurrentes, se habría sido funcional a la estrategia del gobierno nacional, que busca desmovilizar a la ciudadanía y, en el peor de los casos para su adversario, promover una elección legislativa con baja participación. Desde allí intentaría deslegitimar al gobernador. Recordemos la veces que el presidente Milei pidió la renuncia del gobernador, amenazándolo con intervenir la provincia.
La complejidad técnica y política que implicaría organizar ese tipo de elección requeriría una ingeniería electoral imposible de implementar en tan poco tiempo. Aun en el mejor escenario, eso implicaría una sobrecarga para el votante, por fuera de toda lógica electoral, lo cual se traduciría en enojo, crítica y hastío hacia la política. Ese resultado, justamente, alimentaría la estrategia de Javier Milei.
Frente a ese contexto tan complejo, el gobernador Axel Kicillof opta por simplificar el escenario y asegurar el ejercicio pleno del derecho democrático. Además, es fundamental remarcar que quien toma esta decisión es el mismo dirigente que condujo al peronismo al triunfo en la provincia de Buenos Aires en 2023, superando la tormenta electoral provocada por la pandemia, que había hecho caer a la mayoría de los oficialismos. Es el mismo gobernador que logró la reelección con una diferencia de casi veinte puntos respecto del segundo.
Kicillof propone un modelo diferente y demuestra, con gestión, que otro camino es posible: mantiene las paritarias docentes abiertas mientras el gobierno nacional las clausura; amplía el programa de medicamentos bonaerense y se hace cargo de los tratamientos oncológicos que el gobierno nacional dejó de cubrir. También tuvo el coraje de acudir a la Justicia para reclamar el Fondo de Fortalecimiento Fiscal que le fue arrebatado a la provincia. Y, mientras Milei deja rutas a medio hacer, escuelas sin terminar, hospitales sin equipar y viviendas sin entregar, el gobierno de la provincia de Buenos aires, avanza y NO frena la obra pública.
Entonces, si tenemos la posibilidad de contar con un dirigente de este perfil, ¿por qué no respetar la conducción que propone? Hoy, la responsabilidad de gestión recae sobre Axel, y debemos acompañarlo —al menos todos aquellos que creemos que otro país es posible— porque, incluso con una provincia desfinanciada por el gobierno nacional, él la representa con claridad, compromiso y firmeza.
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