A medida que la inteligencia artificial (IA) se vuelve más accesible y omnipresente, crecen también las alertas en el campo de la salud mental. Si bien estas tecnologías pueden facilitar la vida cotidiana, muchos experimentan incomodidad, incertidumbre o directamente rechazo ante su avance.
“La IA ya está en nuestras vidas, aunque aún no sepamos cómo gestionarla. Hay una sensación de amenaza que no siempre tiene justificación técnica, pero sí emocional”, explica el psicólogo español Javier Urra, primer Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid.
Esta sensación, conocida como “pánico tecnológico”, se alimenta de múltiples factores: desde el temor a perder el empleo hasta la confusión ética sobre qué pueden y no pueden hacer las máquinas. Las narrativas distópicas presentes en series, películas o redes sociales intensifican ese malestar.
Uno de los conceptos más citados por los expertos es el “valle inquietante” o uncanny valley, formulado por el ingeniero japonés Masahiro Mori en 1970. El fenómeno describe el rechazo que sienten muchas personas al interactuar con robots que se parecen demasiado a los humanos, pero no llegan a serlo del todo.
“Cuando una IA presenta un comportamiento o un aspecto que rosa lo humano, genera un efecto de incomodidad difícil de explicar racionalmente”, afirma el investigador español en filosofía y tecnología Iñigo González Ricoy.
Este rechazo no es solo estético o anecdótico. Algunos especialistas lo vinculan con mecanismos cerebrales primitivos, relacionados con el miedo a lo desconocido o a lo que no encaja del todo en nuestras categorías biológicas. En términos psicológicos, el cerebro entra en un estado de alerta cuando percibe algo familiar pero perturbador al mismo tiempo.
El temor a la inteligencia artificial no necesariamente indica ignorancia o resistencia al cambio. Según los expertos, en muchos casos refleja una necesidad legítima de comprender y procesar lo nuevo, de encontrar un marco seguro donde integrar estas tecnologías sin perder agencia.
“No se trata de estar a favor o en contra de la IA, sino de usarla con sentido común y bajo una mirada ética”, señala Urra. El psicólogo también recomienda mantener el pensamiento crítico, evitar el consumo excesivo de información alarmista y buscar espacios de reflexión colectiva.
En este sentido, la clave estaría en lograr una convivencia consciente entre humanos y sistemas automatizados, sin caer en una idealización ingenua ni en un rechazo absoluto.
Estas son algunas sugerencias respaldadas por profesionales para reducir el impacto emocional que puede generar la IA:
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