Una nueva investigación se suma a la evidencia de que varios tipos de agroquímicos, incluidos los herbicidas ampliamente utilizados 2,4-D y glifosato, pueden aumentar el riesgo de cáncer de próstata. El estudio, publicado el 4 de noviembre en la revista Cancer, examinó la relación entre la cantidad de pesticidas utilizados en varios condados de Estados Unidos durante ciertos períodos de tiempo y las tasas de esta afección 14 años después.
Como resultado, casi dos docenas de estos productos químicos se asociaron con un riesgo elevado del cáncer de próstata, la enfermedad más común en los hombres, que se considera el segundo más mortal.
En este contexto, quienes elaboraron el informe pidieron de manera urgente más investigación para comprender mejor el papel que el agroquímico más utilizado en la Argentina y otros agentes pueden desempeñar en el desarrollo distintos tipos de cáncer.
"Muchos pesticidas no han sido suficientemente estudiados por sus potenciales efectos cancerígenos, particularmente en relación con el cáncer de próstata", dijo el coautor del estudio, Simon Soerensen, investigador postdoctoral en la Universidad de Stanford.
En el artículo de Cancer, los investigadores analizaron el uso de decenas de agroquímicos entre 1997 y 2001, y luego buscaron ver si parecía haber un vínculo con casos de cáncer 14 años después, de 2011 a 2015. En tanto, hicieron lo mismo durante un segundo período, utilizando los años de 2002 a 2006 y los casos y muertes por la enfermedad de 2016 a 2020.
Debido a que el cáncer de próstata es tan común y puede ser agresivo, es un "tremendo problema de salud» cuyos factores de riesgo ambientales siguen siendo poco comprendidos", dijo John Leppert, urólogo e investigador, también de Stanford, y añadió: "Creo que debemos ser más conscientes y considerar que lo que hay en el medio ambiente podría contribuir al riesgo de cáncer de un hombre".
Los 22 productos químicos identificados incluyen herbicidas (2,4-D, glifosato, trifluralina, cloransulam-metil, tribenurón, diflufenzopir, diurón, hexazinona, linurón, pendimetalina, sulfosato, tifensulfurón), insecticidas (paratión, tiametoxam, acefato, bifentrina, carbaril, cihalotrina-lambda), fungicidas (propiconazol, azoxistrobina, trifloxistrobina) y fumigantes del suelo (cloropicrina).
Los hallazgos se suman a las preocupaciones mundiales sobre los impactos en la salud de la exposición crónica a los pesticidas utilizados en la agricultura, los cuales son vinculados con diferentes tipos de cáncer y otras enfermedades.
La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer de la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica el 2,4-D como «posiblemente» cancerígeno para los seres humanos.
En tanto, otras seis sustancias químicas analizadas en el estudio están clasificadas actualmente como "posibles cancerígenos humanos" por la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA).
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