La adicción a las pantallas es un tema de creciente preocupación, especialmente entre los adolescentes. Esta adicción, que incluye el uso excesivo de dispositivos como teléfonos móviles, tabletas y computadoras, ya muestra tener consecuencias significativas en la salud mental de los jóvenes. Datos verificados y estudios recientes destacan cómo el uso prolongado de las pantallas está asociado con problemas como:
Según un estudio de Common Sense Media, los adolescentes pasan en promedio más de 7 horas diarias frente a una pantalla, sin contar el tiempo destinado a actividades escolares. Este uso excesivo ha mostrado un aumento progresivo en la última década, impulsado en gran medida por el acceso masivo a teléfonos inteligentes y redes sociales.
Uno de los problemas más serios asociados con la adicción a las pantallas es el incremento de los casos de ansiedad y depresión entre los adolescentes. Un estudio publicado en JAMA Pediatrics encontró que los jóvenes que pasan más de tres horas diarias en redes sociales tienen un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud mental. La exposición constante a imágenes idealizadas en plataformas como Instagram o TikTok genera comparaciones poco realistas que afectan la autoestima y autoimagen.
Otro efecto negativo es el deterioro del sueño. La luz azul emitida por las pantallas interfiere con la producción de melatonina, la hormona responsable de regular el sueño. Según la American Academy of Pediatrics, el uso de dispositivos antes de dormir está asociado con insomnio, lo que a su vez afecta la concentración y el rendimiento escolar. La falta de sueño crónico también está relacionada con mayores niveles de estrés y irritabilidad.
Casos concretos ilustran los efectos de esta adicción. Un estudio de Oxford University reveló que los adolescentes que pasan más tiempo en las redes sociales tienen mayor probabilidad de experimentar síntomas de ansiedad social. Julia, una adolescente de 16 años, comentó en una entrevista que el uso constante de redes sociales le generaba la sensación de “no estar a la altura” debido a las comparaciones constantes con influencers de su edad. Este tipo de exposición prolongada a contenido visual cuidadosamente curado puede alimentar una visión distorsionada de la realidad.
Por otro lado, Diego, de 15 años, relató cómo pasar horas jugando videojuegos afectó su rendimiento académico y su salud emocional. “Me sentía frustrado porque sabía que tenía tareas, pero no podía dejar el juego”, mencionó, indicando cómo la adicción a las pantallas puede interferir directamente con responsabilidades importantes y contribuir al aislamiento social.
La adicción a las pantallas entre los adolescentes es una problemática real que afecta tanto su salud mental como su bienestar general. Los padres y educadores deben ser conscientes de los riesgos y fomentar un uso equilibrado de la tecnología. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adolescentes limiten su tiempo de pantalla recreativa a menos de dos horas diarias para minimizar los efectos negativos en su desarrollo. Además, se deben promover actividades físicas y sociales que fomenten el bienestar emocional y reduzcan la dependencia de las pantallas.
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