El reloj marcaba las 16:00 del domingo cuando los primeros grupos de peregrinos pergaminenses comenzaron a ingresar al Santuario de la Virgen de San Nicolás. Tras dos días de caminata, descanso compartido y oración en movimiento, la llegada se convirtió en un verdadero abrazo colectivo. Cientos de vecinos que partieron desde la madrugada del sábado se reencontraron con miles más en la ciudad, en una escena que desbordó emoción, gratitud y unidad.
La travesía había comenzado con puntualidad desde la parroquia Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás y San Carlos Borromeo. A lo largo del camino, cada parada —Acevedo, La Violeta, Arrecifes, Conesa— fue una estación de encuentro, donde la fe se tejía entre mates, misas y gestos solidarios. Pero fue en la llegada donde todo cobró sentido: banderas al viento, manos en alto, celulares capturando el instante y una energía que se multiplicaba en cada paso final.
La misa de las 17:00 coronó la jornada con un silencio reverente y una ovación espontánea. El Santuario, testigo de tantas promesas y esperanzas, se convirtió en el epicentro de una celebración que no necesitó palabras para conmover.
La frase que acompañó toda la peregrinación —“Salimos juntos, llegamos juntos”— se volvió realidad en cada mirada emocionada, en cada abrazo entre desconocidos, en cada lágrima que decía más que cualquier discurso. Porque cuando Pergamino camina con el corazón, no hay distancia que no se convierta en encuentro.
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