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Crisis agrícola en la región núcleo: más de 2 millones de hectáreas de soja en riesgo por la sequía

La zona núcleo de Argentina enfrenta uno de los escenarios más críticos de la última década y Pergamino no es la excepción.

Tras lluvias erráticas y una prolongada sequía, más del 55% del área sembrada con soja de primera se encuentra en condiciones regulares a malas, mientras el cultivo ingresa a su período crítico sin pronósticos alentadores. La falta de reservas de agua en los suelos profundos y las altas temperaturas agravan la situación, poniendo en jaque no solo la rentabilidad de los productores, sino también la proyección de cosechas para la campaña gruesa 2023/24. 

Aunque las lluvias recientes aliviaron un 20% de la región, el 80% restante lucha contra un déficit hídrico acumulado. Según técnicos y productores, la falta de humedad en los estratos profundos del suelo —donde las napas están hasta 5 metros por debajo de lo normal— ha dejado a los cultivos sin margen para resistir. "Sin reservas de agua, las estrategias tecnológicas no alcanzan. Los lotes se quedaron sin 'nafta' para seguir", explica un productor.   

Lagunas históricas desaparecieron y los cultivos se marchitan. "Con dos semanas de calor y sin lluvia, no hay forma de sostener los rendimientos", advierte un ingeniero agrónomo local. 

Ni las siembras tempranas ni las tardías lograron eludir el impacto. Solo el maíz implantado en agosto —con el aporte de las lluvias de Santa Rosa— tuvo una chance, aunque su llenado de granos también se vio afectado. En soja de segunda, el panorama es desolador: "Todo está a pérdida. Otro año de vacas re-flacas", resume un productor de Pergamino en redes sociales, aludiendo a la falta de forraje y pérdidas económicas. 

Aunque el Gobierno implementó una quita estacional de retenciones para aliviar al sector —vigente hasta junio—, los productores señalan que la medida llega tarde y es insuficiente. "La cosecha pinta magra, y sin agua, ni las retenciones ni la tecnología salvan", afirma un agricultor de la zona núcleo. La sequía, que ya cumple cuatro años, ha profundizado el agotamiento de las napas, alterando el ciclo hidrológico y la capacidad de recuperación de los suelos. 

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