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    16 de Agosto de 2025
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Cuatro estrategias para un uso equilibrado de la tecnología en la infancia y la adolescencia

Acompañar a los chicos hacia una vida digital consciente y saludable es clave cuando la pantalla está siempre encendida.

En la actualidad, el vínculo entre chicos y tecnología está marcado por la inmediatez, el entretenimiento constante y la hiperconectividad. Sin embargo, para muchas familias surge una pregunta inevitable: ¿cuándo el uso de dispositivos deja de ser saludable y empieza a convertirse en un problema?

La psicóloga especializada en infancias y escritora del libro “La infancia hace clic” Marina Gilabert (M.N. 40363), advierte que “el objetivo no es demonizar las pantallas, sino enseñar a usarlas de manera consciente y equilibrada”. En su experiencia clínica, el desafío está en reconocer las señales de alerta y acompañar a los chicos para que la tecnología sea una herramienta, y no una dependencia.

Señales de alarma: cuándo el uso deja de ser saludable

Gilabert subraya que “el primer indicador es la pérdida de interés por actividades fuera de la pantalla”. Si un chico deja de disfrutar juegos al aire libre, deportes o encuentros con amigos para quedarse frente al celular o la computadora, es momento de prestar atención.

Otros signos que menciona incluyen cambios en el humor, irritabilidad al limitar el uso de dispositivos, alteraciones del sueño y descenso en el rendimiento escolar. “Cuando el tiempo frente a la pantalla impacta en el descanso, en la alimentación o en el vínculo familiar, hay que actuar”, afirma.

La prevención y la detección temprana son fundamentales. (Foto: Adobe Stock)

En sus palabras, no se trata solo de la cantidad de horas, sino de la calidad del uso: “Un chico que pasa dos horas investigando para un proyecto escolar no es lo mismo que uno que pasa el mismo tiempo en redes sociales o videojuegos sin pausas”.

Cuatro estrategias para un uso equilibrado de las pantallas

Para revertir hábitos poco saludables, la psicóloga propone un abordaje integral que involucre a toda la familia. “No sirve poner límites si los adultos no revisamos también nuestro propio consumo digital”, señala.

Entre sus recomendaciones, destaca:

  • Establecer rutinas claras: definir horarios para el uso de dispositivos y priorizar actividades sin pantallas.
  • Generar espacios libres de tecnología: por ejemplo, en las comidas o en la habitación antes de dormir.
  • Proponer alternativas atractivas: deportes, arte, lectura, juegos de mesa o salidas en familia.
  • Acompañar en el uso: Sentarse con ellos, interesarse por lo que miran o juegan, y dialogar sobre los contenidos.

Gilabert también insiste en la importancia de enseñarles a los chicos a detectar cuándo una actividad digital los está afectando negativamente. “Es clave que aprendan a registrar cómo se sienten después de usar un dispositivo: cansados, tensos o ansiosos, para que puedan decidir parar”.

El rol de la escuela y la comunidad

La psicóloga remarca que la prevención no puede quedar solo en manos de las familias. “La escuela, los clubes y las organizaciones comunitarias pueden colaborar mucho, integrando actividades que fomenten la interacción cara a cara y la creatividad fuera de las pantallas”.

A su vez, considera que la educación digital debe formar parte de la currícula escolar: “Así como se enseña educación vial o ambiental, hay que enseñar a usar la tecnología con responsabilidad y cuidado de la salud mental”.

Para Gilabert, el mensaje final es claro: “Las pantallas llegaron para quedarse, pero depende de nosotros que sean aliadas y no enemigas. El cambio empieza en casa, con hábitos saludables y adultos que puedan dar el ejemplo”.

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