Jorge Ruiz, un vecino de La Plata de 65 años, finalmente encontró algo de paz después de ganar un juicio por daños y perjuicios contra un hotel alojamiento que, durante años, hizo su vida un infierno.
El hombre, quien vive al lado del Hotel Uno, en el barrio Mondongo, soportó durante más de una década los ruidos constantes provenientes del establecimiento, los sonidos de lavarropas industriales, las aspiradoras, y como es de esperar, las actividades de los huéspedes.
La situación era tan grave que los niños de la familia y los amigos de Ruiz evitaban visitarlo. Incluso las parejas con las que salía fueron testigos del caos que invadía su hogar. A pesar de las sugerencias de sus seres queridos de mudarse a un lugar más tranquilo, Jorge se negó a renunciar a su vivienda, ubicada entre la cancha de Estudiantes y el Bosque, donde juega Gimnasia.
El ruido provenía principalmente del lavadero del hotel, que estaba ubicado justo al otro lado de la medianera del living y el dormitorio de Jorge. “Este tipo de lugares cambian las sábanas cada vez que entra una pareja nueva. Hay turnos que duran dos o tres horas, así que el uso del lavadero es constante. Lavarropas y centrifugadores industriales en una habitación sin ningún tipo de acustización y moviéndose sobre la loza. Eso era absolutamente invivible, no se podía vivir con ese ruido sonando absolutamente todo el día y toda la noche; era un infierno”, relató Jorge.
“Muchos me decían que por qué no me mudaba. Que por qué no me iba a vivir a un lugar más tranquilo y dejaba de vivir en este lugar para no sufrir más, pero yo no quería resignarme e irme, tenía el lugar para vivir cómodo. No fue fácil todo el proceso, pero valió la pena”, le contó al medio citado.
En el juicio, que resultó inusual para el fuero Civil y Comercial al ser oral, declararon catorce personas, entre ellas una mujer con la que Jorge salía en ese momento, y algunos de sus amigos más cercanos. La jueza también permitió testimonios sobre los ruidos que provenían de las habitaciones del hotel, que incluían todo tipo de sonidos asociados a las relaciones sexuales, además del constante ruido de la aspiradora y los lavarropas.
“Fue muy intenso, revivir todo eso fue difícil y a la vez había que exponer la intimidad. Declaró, por ejemplo, una chica que salía conmigo: por cómo son ‘las generales de la ley’, no le deberían haber permitido declarar por la relación que nos unía, ¿pero quién podía atestiguar qué ruidos había en mi casa a las tres de la mañana si no era una persona cercana?”, recordó el damnificado a Infobae.
Sobre las revelaciones en el juicio contó: “También hablé de los ruidos provenientes de las habitaciones, claro. Son los ruidos que puede imaginarse cualquiera en el contexto de una relación sexual, hay gente que hace más ruidos y gente más silenciosa. A eso hay que sumarle tacos a cualquier hora y las máquinas para limpiar que se usaban inmediatamente después de cada turno. La aspiradora chocando contra los muebles y contra la pared”.
Ruiz también denunció la basura que constantemente encontraba en su patio, que incluía desde fundas de almohada hasta preservativos y latas de bebidas energéticas. Todo esto contribuyó a una década de insomnio, estrés y problemas de salud que Jorge tuvo que afrontar.
El juicio, que duró dos años, concluyó en 2018 con una sentencia favorable para Jorge, quien recibió una indemnización de alrededor de 700.000 pesos (unos 24.000 dólares al cambio de la época). Sin embargo, no fue hasta 2019 que el lavadero fue trasladado y Jorge pudo comenzar a recuperar su vida, reconstruye ese medio.
El abogado defensor de Jorge, Ezequiel Grasso, explicó que fue difícil probar el daño psicológico y físico que sufría su cliente, pero la prueba de un decibelímetro que demostraba que los ruidos superaban los niveles permitidos según la zonificación de la zona resultó concluyente.
Desde que la historia de Jorge se hizo pública, muchas personas le han consultado a él y a su abogado sobre cómo proceder en casos similares de ruidos molestos, especialmente vecinos de gimnasios ruidosos. El abogado dejó de tomar casos de este tipo. Su papá es amigo de toda la vida de Jorge, por lo que este caso fue una excepción de su carrera dedicada a otros tipos de casos.
“Está lleno de víctimas de ruidos molestos. Y te juro que te volvés loco. No dormir te vuelve loco. No poder descansar en tu casa te vuelve loco. Ahora puedo vivir tranquilo, es una tranquilidad enorme”, concluyó Jorge, quien ahora disfruta de la paz que tanto anhelaba tras años de lucha.
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