El amor desencadena una serie de reacciones neuroquímicas en el cerebro, que generan sensaciones comparables a las de una adicción. Investigaciones recientes demostraron que este sentimiento activa las mismas zonas cerebrales que las drogas, lo que explica por qué puede volverse tan intenso y hasta obsesivo.

La ciencia define el amor como un fenómeno neurológico que involucra múltiples áreas del cerebro. El hipotálamo, la corteza prefrontal, la amígdala, el núcleo accumbens y el área tegmental ventral participan en este proceso, cada uno con funciones específicas.
El enamoramiento comienza con una fase de atracción, en la que la dopamina juega un papel clave. Un estudio de Arthur Aron, en el año 2000, mostró que las personas en esta etapa presentan una actividad intensa en el área tegmental ventral, una región asociada con la recompensa y el placer. Según Stephanie Cacioppo, autora de una investigación de 2017, el amor no sólo afecta las emociones, sino que también mejora las funciones cognitivas, como la toma de decisiones y el comportamiento social.
Los neurotransmisores como la adrenalina, la serotonina y la vasopresina contribuyen a las sensaciones físicas y emocionales del enamoramiento. La serotonina, por ejemplo, disminuye en las primeras etapas, lo que explica la obsesión y el pensamiento constante en la persona amada. Mientras tanto, la oxitocina y la vasopresina fortalecen los vínculos afectivos y la confianza.
Los investigadores compararon los efectos del amor con los de las drogas adictivas. Jim Pfaus, de la Universidad de Montreal, descubrió que el amor romántico y el deseo sexual activan las mismas áreas cerebrales que las sustancias adictivas, como el núcleo estriado y la ínsula. Esto sugiere que el amor funciona como un hábito reforzado por un sistema de recompensa.
Un estudio de la Universidad de Oxford confirmó que tanto el amor como las drogas inundan el cerebro con dopamina, lo que genera un ciclo de euforia, deseo y dependencia. Pfaus analizó los resultados de 20 investigaciones que midieron la actividad cerebral de 309 participantes mientras observaban imágenes de sus parejas o contenido erótico. Los datos demostraron que las mismas zonas se activaban en ambos casos, sin diferencias entre hombres y mujeres.
La antropóloga Helen Fisher explicó que el amor provoca sensaciones placenteras similares a las de una droga debido a la liberación de neurotransmisores. Las áreas cerebrales relacionadas con la recompensa y la motivación, como el hipocampo y el córtex del cíngulo anterior, se estimulan cuando una persona está enamorada. Al mismo tiempo, se desactivan zonas como la amígdala, lo que reduce las emociones negativas y aumenta la sensación de bienestar.
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