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El desafío en la era de la hiperconectividad

Guillermo "Memo" García Por Guillermo "Memo" García | 7 de Junio de 2025

En un mundo donde cualquier persona con un teléfono puede autoproclamarse periodista, surge una pregunta inquietante: ¿quién es realmente periodista hoy?

La democratización de la palabra, impulsada por las redes sociales y las plataformas digitales, abrieron espacios inéditos para la participación ciudadana. Pero también generan una disolución del oficio tradicional, poniendo en jaque su autoridad y su función social.

En tiempos de hiperconectividad constante, en medio de una avalancha informativa, surge otra cuestión fundamental: ¿qué hacemos con toda esa información? La respuesta no es sencilla. La tarea del periodista no se limita a transmitir hechos, sino que implica ordenar, contrastar y contextualizar esa información para ofrecer una mirada crítica y profunda. Sin embargo, la lógica del consumo rápido y superficial domina cada vez más el escenario mediático.

El impacto del rating y la búsqueda de atención llevan a que los medios compitan en una carrera frenética por captar la mirada del público. Fórmulas cada vez más veloces, simplificadas y vacías predominan en las pantallas y en las redes. La cultura del scroll y el zapping obliga a reducir la complejidad a fragmentos breves, sacrificando el análisis profundo en favor del impacto inmediato.

En este contexto, celebrar el Día del Periodista resulta más difícil que nunca: ¿qué hay para festejar cuando la velocidad reemplaza a la reflexión? ¿Cómo narrar la complejidad del mundo en 10 segundos o en un gráfico? ¿Cómo profundizar si el tiempo para pensar se ha reducido al mínimo?

La época del “fast food” cultural nos invita a consumir contenidos predigeridos sin detenernos a cuestionar ni comprender. Las redes sociales parecen convertirse en vaticinios que dictan lo que debemos saber, desplazando muchas veces la mirada hacia lo efímero y lo superficial. Además, los medios mismos parecen mirarse en un espejo narcisista, hablando más de sí mismos que del mundo que deberían reflejar.

Pero no todo está perdido. En medio de este tsunami de superficialidad, aún existen periodistas comprometidos con la ética, con el rigor y con la curiosidad genuina por entender. Aquellos que chequean antes de hablar, que buscan revalidar sus fuentes y que entienden que informar va mucho más allá de repetir datos: consiste en tejer sentido en medio del caos.

El desafío para el periodismo contemporáneo es mantener viva esa capacidad de profundizar frente a la velocidad; ser inteligentes frente a la verborragia fácil; ofrecer rigor y compromiso en un escenario saturado de ruido. Porque informar no es solo contar lo que pasa. Es ayudar a pensar, a comprender y a construir una mirada más honesta y amplia sobre nuestro mundo.

 

*El autor es periodista

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