Cada mañana, algunas personas pueden relatar con detalle lo que soñaron durante la noche, mientras que otras apenas conservan un vago recuerdo o ni siquiera tienen la sensación de haber soñado. Esta diferencia en la memoria onírica fue objeto de estudio de diversas investigaciones, que identificaron factores determinantes en la capacidad de recordar los sueños.
Los resultados indicaron que el recuerdo de los sueños es un fenómeno influenciado por múltiples factores. Uno de los hallazgos más relevantes fue que las personas con una actitud positiva hacia los sueños y una mayor propensión a la divagación mental tenían más probabilidades de recordarlos.
Los patrones de sueño también juegan un papel clave en la memoria onírica. El estudio de IMT de Lucca reveló que quienes experimentaban períodos más largos de sueño ligero registraban sus sueños con mayor frecuencia.
Por otro lado, la investigadora Deirdre Barrett, de la Facultad de Medicina de Harvard, sostiene que el despertar durante la fase REM es crucial para la retención de los sueños. Si una persona pasa directamente de la fase REM a otra fase del sueño sin despertarse, el contenido onírico no se almacena en la memoria a largo plazo. Dado que el sueño REM ocurre aproximadamente cada 90 minutos y se alarga conforme avanza la noche, las probabilidades de recordar un sueño aumentan cuando el despertar ocurre en los últimos ciclos del descanso nocturno.
Los investigadores identifican varios factores que pueden afectar la memoria onírica. Entre ellos, la edad juega un papel fundamental. El estudio de IMT de Lucca mostró que los participantes más jóvenes registraron más sueños que los adultos mayores. Esto concuerda con lo señalado por Barrett, que explica que la memoria de los sueños aumenta en la infancia, se estabiliza en la adolescencia y comienza a disminuir gradualmente a partir de los 20 años.
El metaanálisis sobre estudios de los sueños también reveló diferencias de género en la capacidad de recordar sueños, indicando que las mujeres tienden a recordar más sueños que los hombres, aunque las razones detrás de esta diferencia aún no están claras.
Otro factor inesperado identificado por el estudio de IMT de Lucca fue la variación estacional. Los participantes registraron menos sueños en invierno que en primavera, lo que sugiere que elementos ambientales o ritmos circadianos podrían influir en la memoria onírica.
Más allá de la curiosidad por recordar los sueños, el estudio de estos procesos puede aportar información valiosa sobre la conciencia y la salud mental. Giulio Bernardi, autor principal de la investigación de IMT de Lucca, señala que el recuerdo de los sueños no es un fenómeno aleatorio, sino un reflejo de la interacción entre actitudes personales, rasgos cognitivos y la dinámica del sueño.
Por su parte, el neurocientífico Raphael Vallat, investigador del Laboratorio de Neuroimagen y Sueño de la Universidad de California en Berkeley, considera que los sueños representan una de las últimas fronteras en la comprensión de la mente humana. Comprender por qué y cómo se recuerdan los sueños podría ayudar a los científicos a profundizar en los mecanismos de la memoria y la conciencia.
Los datos recopilados en estas investigaciones servirán de referencia para futuros estudios, especialmente en poblaciones con trastornos del sueño. Explorar cómo el cerebro procesa y almacena los sueños podría contribuir a nuevas estrategias para mejorar la calidad del descanso y la función cognitiva.
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