Transgresor, esa palabra siempre le estuvo dando vueltas. Él sabía que esa palabra le andaba cerca, la miraba de reojo y en seguida surgía de su rostro una mueca que no llegaba a ser una sonrisa. Él sabía que la palabra, como su significado, le había quedado detrás, por eso reía.
De eso se trata muchas veces, de estar siempre un paso más adelante para enseguida estar otro paso más adelante, y después un poco más y así siempre fue Mario Gustavo Farhan, quien ayer falleció a los 65 años.
Quienes van por esa senda de la búsqueda constante de algo que aún no existe viven en un vértigo que por lo general no se comprende, se lo juzga claro está, pero comprenderlo sería imposible.
Mario, para mí nunca fue otra cosa que no fuera Marito. Me conoce desde que nací por esos juegos extraños de los árboles genealógicos, y tal vez por ello siempre tuvo para conmigo un afecto especial.
Cuando era chico me enseñaba a dibujar pero de la mejor manera, sin enseñarme. Dibujaba a Lennon porque le gustaba y si yo andaba cerca dibujaba más, y dejaba una hoja como sin querer. Me decía que dibujara a Huevo Duro de la revista Condorito, “dibujalo chiquito que es más fácil”. Un día lo dibujé muy bien y muy grande, y cuando se lo mostré orgulloso lo único que dijo “ah, pero ya que dibujas tan bien, porque no hacés a Condorito”. Un desafío que no le entendí hasta que fui un adolescente. Se enteró que me gustaba una chica que era demasiado linda y cuando todos me decían que ni se me ocurriera “lanzarme”, Mario se sentó un día en el banquito del frente de mi casa y con la mirada perdida en el Parque Municipal dijo bajito “en la cancha se ven los pingos”. Entendí ahí porque cuando había conquistado las líneas de Huevo Duro me decía que pensara en Condorito. Ese Mario no periodista, era el más periodista, el que siempre entendía que había que correr la frontera de lo posible un poco más allá.
Y así vivió al límite, cuando uno elige ese camino se suele pisar la banquina, pero cuando la maniobra sale, la satisfacción no se borra, tampoco se disfruta como muchos imaginan, simplemente es una puerta nueva que se abre y allí iba Marito, siempre.
Eran tiempos de revelar fotografías, cuando ese proceso no se hacía en la ciudad, Mario y Chely innovaron, les fue bien, pero Mario no podía conformarse.
Se entremezclan en mi memoria su paso por Radio Mitre, supongo que le sonó vieja y por eso se recostó en la 100 cuando las FM eran un reducto de borders. De ahí me traía unos casettes para que pudiera oír lo que se oía en Buenos Aires, pero los cassettes no tenían lo que se oía en la 100, claro, Marito estaba ya en otra sintonía y gracias a eso escuché mucho antes que muchos de mi coetáneos a unos trastornados, redonditos y de ricota.
Tras la radio vino la tele, o habrá sido todo al mismo tiempo… Canal 13 produciéndole a Nelly Raymond. Mario estaba en las grandes ligas, pero las grandes en serio. Las pocas veces que lo veía en esos momentos no le preguntaba sobre él, sino cómo era trabajar con Castello, Abrevaya, Guinzburg o el mismísimo Raúl Becerra, como eran esos monstruos de La Noticia Rebelde, que fueron sin dudas unos adelantados, como él. Y Mario siempre me decía lo mismo, “son geniales, muy geniales…. pero Nicolás Repetto es un misil!”. Siempre Marito con ese enamoramiento con los adelantados.
Lo veo montado en un Torino en una tarde de verano, diciéndome que calor hacía en Misiones, que acá estábamos bárbaro, y se volvió de las tierras rojas, dejando una radio en plena frontera donde se atrevió a pasar rock cuando la banda sonora de esa zona era puro chamamé.
Yo todavía era un chico que jugaba a ver qué quería ser. Le mostré alguna vez que hacía periodismo en la Escuela 53, pero que desde entonces no hacía nada y sin dudar, como si estuviera previsto, me ofreció ser corresponsal de deportes en el Semanario El Tiempo, no recuerdo si ya había cumplido los 13. Cuando entré al semanario, Marito ya se había ido. Impresionante.
Y de ahí vino la radio, las radios, y las puertas que se me abrían porque él las empujaba y que me llevaron a dar dos vueltas a la Argentina, con tan sólo 16 años, de la mano de otro adelantado, Miguelito Odano. Me enseñó que la magia de la radio es un montón de laburo para que la gente no se dé cuenta cómo se hacen las cosas, y que las cosas se hacen con un poquito de ingenio, un ingrediente que no lo tiene cualquiera.
En esos días descubrí una palabra nueva: “feca”. Marito vivía de “feca en feca” y a veces me invitaba a esos reductos en los que se cocinan las cosas.
Verona y sus sillones circulares, lo recuerdo clarito porque ahí me mostró un diario con la foto de un tipo hace poco quiso -y aún quiere- dirigir los destinos del fútbol argentino y me dijo “mirá este pavo, ¿sabés quién le consiguió la primera computadora por canje? No le debería haber conseguido nada”. Y cuando quise indagar entró un intendente y se sentó con nosotros para contarle algunas cosas importantes. Marito, tenía más secretos que aventuras, y siempre estaba de vuelta.
A pesar de todo esto y aunque no lo parezca, las veces que nos veíamos con Marito no eran muchas, pero siempre eran intensas. Desde hace un tiempo el vértigo de su vida le empezó a pasar factura pero él ya sabía todo eso, lo noté en estas horas de lágrimas, revisando alguna frase, alguna foto, algún chiste de esos que nunca se sabían si eran en serio.
Se nos adelantó demasiado Marito. Yo me quedo con la cara de satisfacción del día que me mostró una mesa de madera que hizo con sus propias manos, porque Mario era un periodista envidiable, pero era un carpintero mucho mejor, se los aseguro.
Me quedó con el júbilo en su cara cuando me mostraba cómo podía trucar un audio, en tiempos del doble casetera. Mario era un periodista de estos tiempos, pero en los ‘80.
No hay hoy periodistas que no manejen la técnica porque quedarían afuera. Mario usaba la técnica para inventar cosas que nunca existieron, cuando nadie sabía que la técnica iba a pesar tanto como en estos días. Un genio.
El día de la radio nos mensajeamos, le dije simplemente “gracias por abrirme la puerta para ir a jugar al lugar más lindo del mundo, la radio” y me quedo con eso porque al día siguiente vinieron las malas nuevas, que aunque él se las tomó -como no podía ser de otra manera- sabiendo todo lo que iba a pasar. Tiró sus magias y sé en lo profundo que dieron resultado, lo supe ayer cuando pude abrazar a Chely, su mujer; a Ezequiel, a Mariana, a Fernandito, que fueron los seres que siempre lo volvieron a la tierra.
Lo voy a extrañar demasiado, pero nos vamos a encontrar de nuevo en el próximo “feca”, ahora prefiero honrarlo escuchando a Lennon y recordarlo con la genialidad de su voz única, cada vez que la lucecita roja se encendía y le permitía hacer sus artes para envolvernos en la magia de la radio, espacio que le permitía seguir sintiéndose el 1.
*El autor es periodista
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