Como dijo el genial Bob Fosse: “Bailar es dejar que tu alma brille a través de cada movimiento y encontrar la libertad en la expresión más pura” y Patricia Clohesey brillaba siempre, desde aquellos primeros pasos junto a su amada Mechi Porcel en los que le dio significado a la música nuestra, el llamado folclore, hasta hace muy poco tiempo en los que la danza moderna le había completado el alma y giraba con ella en cada expresión con la simpleza perfecta de sus movimientos. Patricia “volaba” en el escenario en el son son de la música.
Patricia (“Pato” para muchos) solo quería danzar y desde la danza partían sus manos plenas de ternura que dibujaban palabras con la gente que conocía.
Patricia era muy joven aun y transitó los mejores momentos de su arte, incluyendo un video musical en donde comparte con bailarinas latinoamericanas y la canción de nuestro Fredy Comité que la convocó desde su residencia en Méjico.
“Pato” era toda ilusión, ensoñada ilusión y su palabra tenia la serenidad necesaria para que uno sintiera que seguía volando, a pesar de la quietud. Últimamente su preciada inclusión en grupos sociales y teatro la llevaron al preciosismo de colaborar en coreografías para diversas obras teatrales, alguna con su amiga del alma Adriana Ninona y otras por ahí no más, en donde sus sueños recalaban
Una persona bellísima que en su sonrisa señalaba la felicidad de dar, porque además de un ser bello por fuera y por dentro, “Pato” era un ser generoso que pensaba más en el otro que en ella misma; Patricia tenía muy clara la presencia del “otro”, tan declamada y poco ejercida. Ella creía en la justicia social como idea de vida futura. No concebía un país con pibes hambrientos
Le dolía el maltrato que la insensibilidad de algunos depredadores tenía con la raza de perritos “galgo”; los protegía y rescataba. Tenía mascotas de esa raza (que es la más dulce que existe entre los canes y la mas maltratada por quienes buscan ganar dinero explotándolos y llevándolos a la muerte). “Pato” siempre hablaba de sus otros hijos, los “galguitos”, que eran para ella “familia”
“Pato” amaba a sus hijos y solo pensaba en ellos cuando de amor se trata
No era hora de partir, seguramente. Son esas injusticias que los que quedamos acá jamás vamos a comprender
Todavía nos faltaba ese ultimo baile, el que la encontraría con el brazo hacia adelante, la mano abierta y sus ojos, sus bonitos ojos, enseñándonos la partitura de la vida
Se nos fue una bailarina excepcional y un ser humano absolutamente necesario. Nos queda un inmenso espacio libre en el centro de la tristeza, intentando la música del adiós que no tenemos ganas de tararear
Chau, “Pato”, que las estrellas bailen con vos y que el cielo brille definitivamente.
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