Rodolfo Omar Piraccini es el verdadero nombre de quien todos conocemos simplemente como “Rody”. Meticuloso y detallista en sus palabras es sumamente comprometido con cada nuevo desafío que emprende y en su charla con EL TIEMPO refleja su pasión por hacer periodismo y nos cuenta su vida cargada de historias en los medios. “Despacito y por las piedras”, abrimos la ventana para conocer más detalles de su vida.
¿Qué recordás de tu infancia y qué anécdota destacás de esa etapa?
Diré con toda claridad que disfruté de una infancia fascinante; lo digo ahora y lo sabía entonces. Al verme contrariado por cualquier motivo, mi abuela me reprendía cariñosamente al decirme “¿no te das cuenta que tenés todo para ser feliz?”. Tan sencilla observación me permitió entenderlo y desde muy chico valoré lo recibido. Aquella reflexión se transformó en ideología: valoro, agradezco y me siento bendecido, y a la vez deudor por tantos dones. Nací en un hogar que facilitó mi acceso a la lectura y al conocimiento; los libros, los diarios y las revistas conformaban mi universo cotidiano. Además, mi destino profesional estuvo marcado por mi padre y por mi tío Ernesto; ambos, en su tiempo, de muy reconocida trayectoria. Los dos me inculcaron fuertes valores: Ricardo, la ética, la dignidad y la libertad; Ernesto, la pasión y el compromiso con lo que se cree. En esa infancia de tantos regalos y agasajos, rescato un mimeógrafo, con el que hacíamos una revista con queridos compañeros de la Escuela 4, y otras publicaciones similares con los chicos del barrio, con los que habíamos formado el Club Lagos, de esa calle, entre San Nicolás y Merced. Me sentí periodista desde que tengo memoria.
¿Cómo estás viviendo tu presente? ¿Qué rescatás de él?
Puede resultar contradictorio, pero vivo este momento con alegría, y también con angustia. Los ataques que sufre la profesión no se limitan a los insultos del Presidente; en distintos niveles (también acá) se repiten comportamientos autoritarios.
Por otra parte, Internet modificó drásticamente el modelo tradicional de negocios y hoy, mucho más que antes, cuesta vivir de esta profesión. Se transformó en decisiva la pauta oficial, la que en el plano local se utiliza con grosera arbitrariedad. No existen sueldos decorosos y el sistema publicitario se mudó a las redes; disminuidos los ingresos genuinos, el dinero municipal sostiene y disciplina; lo cual atenta contra el buen ejercicio del periodismo, porque acalla cualquier crítica contra el responsable de abonar la mensualidad. Si el periodismo no cuestiona al poder, pierde sentido su existencia. Actualmente conduzco ‘La Ventana’, por la 99.5, y junto a Raúl Della Valle editamos ‘Pergamino de Otros Tiempos’, donde cultivo la felicidad en la respuesta de oyentes y lectores.
¿Cuál fue el mejor momento de tu vida y el peor?
En una vida cargada de momentos felices, el día más trascendente fue cuando ingresé en ‘La Voz’ de Colón. Desde siempre alimenté la fantasía de manejar un diario pequeño. Era mi sueño, y se concretó. Empecé como jefe de Redacción, y después pasé a ser su director y propietario hasta el colapso del 2001, en que nos vimos obligados a venderlo para garantizar la seguridad de un sueldo. Ese fue el peor momento de mi vida: sufrir el dolor de desprenderme de algo que amaba y donde habíamos depositado nuestros mejores esfuerzos. Luego, todo se fue acomodando.
¿Qué momento rescatás de tu profesión?
Percibí mi primer dinero en la revista Show en 1981; desde entonces transité todos los formatos imaginables en gráfica, hice radio y televisión, y edité algunas publicaciones. Cada uno me dio alegría y buenos recuerdos; hoy procuro encontrar un nuevo formato comunicacional, porque estoy ávido de proyectos y desafíos, aunque tropiece con la dificultad de financiamiento.
Alimento la expectativa de encarar nuevas formas de comunicar, porque es lo que me da plenitud y donde me siento muy a gusto.
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