Las relaciones humanas son la base de la vida en comunidad y pueden potenciar nuestro bienestar o convertirse en una fuente de agotamiento y sufrimiento. La salud vincular exige comprensión, límites claros y un trabajo interno profundo para desactivar patrones que hieren, confunden o desgastan la vida cotidiana.
Relacionarse no es un talento innato: es una habilidad que se construye. Cada interacción, mínima o profunda, influye en nuestro bienestar psicológico y en la manera en que transitamos la vida. La actitud positiva, la escucha, la variedad de perspectivas y la capacidad de reconocer al otro como un sujeto completo son pilares que, cuando fallan, dan lugar a dinámicas nocivas.
Entre esos modos negativos de vincularse aparece lo que popularmente llamamos “toxicidad”. No siempre es evidente; muchas veces se esconde en gestos cotidianos, en tonos, en formas de comunicar o en patrones que erosionan vínculos laborales, familiares o afectivos.
“La etiqueta ‘persona tóxica’ intenta describir dinámicas que producen menoscabo emocional y hostilidad”, explica el psicólogo deportivo Gustavo Maure (M.N 9443), quien analiza este fenómeno desde una perspectiva psicoanalítica y vincular.
La toxicidad puede manifestarse de maneras muy distintas: desde la crítica permanente hasta la manipulación emocional o el agotamiento psíquico generado por la victimización crónica. Además, es una forma de violencia emocional.

Maure detalla que estas señales suelen ser recurrentes:
Detrás de estos patrones suele haber miedo, inseguridad, una necesidad de control o una defensa narcisista que protege una imagen interna frágil.
El primer paso es la capacidad de observarse sin justificarse: “Una persona puede reconocer estos comportamientos preguntándose cómo reacciona la gente a su alrededor, si los conflictos son permanentes o si su impulso inicial ante un error es criticar”, señala Maure.
Para avanzar:
Maure afirma que toda conducta tóxica vuelve, tarde o temprano, contra quien la ejerce. Reconocerlo es esencial.
Cuando daña a los demás:
Cuando daña a uno mismo:
La toxicidad no es solo un problema relacional: es un modo de sufrir.
Estos mecanismos suelen ser defensas ante la angustia. Para desarmarlos, Maure recomienda:
El desafío es pasar de la rigidez a la flexibilidad emocional.
Quienes conviven o trabajan con personas tóxicas necesitan herramientas claras:
La consulta terapéutica puede ser necesaria tanto para quien ejerce conductas tóxicas como para quien las padece.Cuando el conflicto se repite, cuando los vínculos se deterioran, cuando la autoestima cae o cuando la angustia domina, buscar ayuda es clave. Las terapias de orientación psicoanalítica o psicodinámica permiten trabajar no solo la conducta, sino el origen emocional de estos patrones.
“El que ama, se hace humilde”, recordó Freud. Mejorar los vínculos implica renunciar al narcisismo, reconocer al otro y construir puentes donde antes había distancia. La salud vincular, dice Maure, es un trabajo diario, una elección y una práctica constante
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