No es moda, es ciencia. Pasar tiempo al aire libre, rodeado de árboles, luz natural o simplemente en contacto con un entorno más verde, puede mejorar la salud mental de forma significativa. Un estudio de la Universidad de Chicago, liderado por el profesor de neurociencia ambiental Marc Berman, identificó seis mecanismos concretos por los cuales la naturaleza actúa como un “regulador emocional” natural.
La investigación concluye que el contacto regular con entornos naturales reduce la ansiedad, mejora el estado de ánimo y potencia funciones cognitivas esenciales como la atención sostenida. Todo sin medicación, sin pantallas y sin costo alguno.
Según el estudio publicado por la Universidad de Chicago, las personas que pasan al menos dos horas semanales en contacto con la naturaleza presentan menor activación de las áreas cerebrales asociadas al pensamiento rumiativo, es decir, esas vueltas mentales obsesivas que empeoran la ansiedad y la depresión.
El tiempo al aire libre también disminuye los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y mejora el estado de ánimo en pacientes con síntomas depresivos leves o moderados. La luz solar, por su parte, estimula la producción de serotonina y ayuda a regular el sueño.
Además, la simple exposición visual a paisajes naturales activa el sistema parasimpático, responsable de la relajación y la recuperación física. Como resumen los investigadores: “Nuestros cerebros evolucionaron en entornos naturales, y volver a ellos es un reencuentro con nuestro equilibrio biológico”.
La investigación identificó seis vías por las cuales la naturaleza contribuye al bienestar psicológico:
Estos efectos fueron observados tanto en adultos como en adolescentes, con resultados especialmente marcados en personas que atraviesan contextos de alta demanda emocional, como trabajadores esenciales, estudiantes o cuidadores.
No hace falta irse al medio del bosque. Los beneficios aparecen también en plazas, terrazas con plantas o caminatas por espacios arbolados. Lo importante es la exposición consciente y sostenida, idealmente sin distracciones digitales.
Los expertos recomiendan al menos 120 minutos semanales de contacto con la naturaleza para empezar a notar cambios en el bienestar. Caminar sin auriculares, mirar el cielo, observar árboles o simplemente sentarse en el pasto pueden actuar como pequeñas intervenciones terapéuticas cotidianas.
Como concluye el equipo de la Universidad de Chicago: “Incorporar naturaleza en la vida diaria no solo mejora el bienestar individual, sino que puede ser una estrategia clave de salud pública”.
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