Sin ascenso, con grandeza: el corazón rojinegro nunca se rinde

Douglas volvió a quedarse en la puerta del ascenso, y aunque el desenlace duela, lo que deja este Torneo Federal es una huella profunda de entrega, sacrificio y profesionalismo. Porque detrás de cada partido, de cada viaje interminable y de cada entrenamiento bajo sol o frío, hubo un cuerpo técnico comprometido, jugadores que dejaron el alma y dirigentes que sostuvieron, en silencio, una estructura que pocas veces se reconoce como merece.

Otra vez no se pudo, es cierto. Pero también es cierto que, aun con el paso de los años, Douglas sigue escribiendo capítulos intensos en el fútbol de ascenso. No lo explica solo una campaña; lo explica su gente. Esa hinchada que transforma cada cancha en un pedazo de Pergamino, que empuja, canta, sueña y sostiene cuando los resultados dan la espalda.

En Rafaela se terminó una nueva historia, pero no la esencia. Porque la grandeza no se negocia. Y Douglas es grande, grande de verdad, en el universo competitivo y apasionado de las categorías de ascenso del fútbol de los campeones del mundo. Grande por su historia, por su camiseta, por su persistencia. Pero, sobre todo, grande por su gente: por quienes llenan tribunas, por quienes acompañan en silencio, por quienes creen aun cuando la tabla no regala certezas.

Hoy la herida es reciente, pero el orgullo permanece intacto. Douglas es Pergamino, es lucha, es identidad. Y mientras haya un hincha ilusionado, un pibe soñando con vestir la rojinegra o un entrenador diseñando un nuevo plan, la historia seguirá. Porque este club -aun sin el ascenso que se buscó- volvió a demostrar que la pasión también es una forma de triunfo.

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