Armar el árbol de Navidad en el Hogar San Camilo volvió a convertirse en ese gesto simple que, cada año, abre la puerta a un momento especial. No se trata solo de luces, guirnaldas y adornos: es un ritual que invita a compartir, a estar juntos, a ayudarse, a reír y a crear, entre todos, un pedacito de magia que transforma cualquier rincón.
Los chicos se reunieron alrededor del árbol con la ilusión intacta, poniendo en cada detalle una mezcla de unión, compañerismo y ese amor que se siente sin necesidad de nombrarlo. Cada bola colocada, cada luz que se encendió y cada risa que se escapó fueron recordando que lo más lindo no es el árbol en sí, sino las manos que lo construyen juntos, el tiempo compartido y la felicidad que se arma paso a paso.
En el Hogar San Camilo, este árbol no es solo un adorno. Es un símbolo. Un deseo.
Un deseo de un año nuevo más amable, más luminoso y lleno de cosas lindas: más abrazos, más paz, más risas sinceras y caminos que se abran con facilidad. Un deseo de que lo que venga encuentre a todos unidos, acompañados y con el corazón listo para recibir todo lo bueno que está por llegar.
La Navidad empezó a sentirse fuerte en la institución. Y, como cada año, fueron ellos -los chicos- quienes encendieron la chispa más importante: la de la esperanza.
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